Las FARC: una guerrilla que avanza al patíbulo

BUENOS AIRES.— Bueno, hermano, nos vimos… Siga su camino, que ya sabe, yo no tengo reversa…”. Con esa frase, Alfonso Cano se despedía de su hermano Roberto, en 1991, cuando se vieron por última vez en la ciudad mexicana de Tlaxcala, en el marco de uno de los varios frustrados procesos de paz en los que se embarcaron distintos gobiernos colombianos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El extinto líder de la guerrilla más longeva del continente cumplió con aquella sentencia. Cayó en combate. Pero la frase también se aplica a la realidad que desde 1964 viven los colombianos, por un lado, y la insurgencia, por el otro. El país sigue su camino como puede y la guerrilla, casi sin líderes históricos en sus filas, diezmadas por sucesivas derrotas militares y con algunas fracturas internas, lejos de echar reversa, parece avanzar hacia el patíbulo. Una de las pocas voces que alertó a aquellos que con la muerte de Cano externaron sus esperanzas de que, por fin, la paz llegue a Colombia, fue la de Jaime Duzzán, presidente del centroizquierdista Polo Democrático, cuando dijo: “Mataron al único capaz de negociar la paz, ahora vendrán tiempos de mucho movimiento militar para el país”. De hecho, cuando hace poco más de tres años Cano —cuyo nombre real era Guillermo León Sáenz— reemplazó al líder histórico, Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda o Tirofijo, las FARC buscaron demostrar su disposición de volver a una mesa de negociaciones con el gobierno. No era la primera vez. En 1984, durante la administración de Álvaro Uribe, se inició un proceso de paz que terminó con el surgimiento del brazo político de la guerrilla, la Unión Patriótica (UP). En 1991, una nueva etapa de negociaciones que arrancó en Caracas fracasó en Tlaxcala, un año después. Una derrota política Eso, sin olvidar el largo periodo de negociaciones de San Vicente del Caguán, que empezó en 1998 y concluyó de mala manera en 2002, derivando en la derrota política de la guerrilla. Luego, la liberación de rehenes, con el grupo de Colombianos por la Paz que lidera la ex senadora Piedad Córdoba de por medio, envió señales de que existían posibilidades serias de abrir un espacio para el diálogo. El presidente Juan Manuel Santos se mostró siempre abierto a ello, aunque a decir verdad, también cumplió su palabra de seguir acosando a los líderes de la guerrilla mientras éstos no entregaran las armas. El viernes 4 de noviembre, la ofensiva rindió frutos. Cano cayó y, con su muerte, las FARC recibieron un golpe furibundo. La operación se realizó justo cuando las fuerzas armadas comenzaban a aglutinar quejas y reclamos por su baja productividad en la lucha contra la guerrilla desde agosto de 2010, cuando arrancó la presidencia de Santos, a quien sus detractores acusaron de haber abandonado la política de Seguridad Democrática que él mismo llevó a la práctica desde el Ministerio de Defensa, en el gobierno de Uribe. En espera de un negociador “Sin Cano, sólo un liderazgo de Iván Márquez podría augurar un camino hacia una salida negociada, aunque es muy difícil que (la guerrilla) vaya a abrirse de inmediato a negociaciones”, explicó el analista Bernardo Gutiérrez. Márquez, cuyo nombre real es Luciano Marín Arango, fue diputado por la Unión Patriótica (UP), pero el asesinato de los líderes del partido y de muchos de sus militantes lo llevó a regresar “al monte porque mi vida corre peligro”, según explicó en 1986, cuando pasó a la clandestinidad. Él sabe cómo negociar; el problema es que todos los frentes de las FARC y los siete miembros del secretariado de la guerrilla lleguen a un consenso sobre la necesidad de volver a la mesa de negociaciones como única salida. Para el ex canciller Rodrigo Pardo, éste es un momento muy positivo “para avanzar hacia un acuerdo de paz. La guerrilla está golpeada y en algún momento debería recapacitar en ese sentido”. Pero la historia indica lo contrario. Cada tantos miles de muertos, uno y otro lados intentaron acercar posiciones y sellar una paz duradera. Hasta ahora, no tuvieron éxito. Futuro incierto Aunque hoy la situación para las FARC es muy distinta a la de 1998, todos en Colombia aguardan el comunicado que especifique quién será el nuevo líder de la guerrilla, porque eso indicará qué camino escogerá la guerrilla en ésta, su peor etapa desde los días fundacionales de la República de Marquetalia (territorio declarado liberado en el sur del país), en 1964. Hoy, los miembros de las FARC apenas suman seis mil, según la fundación Seguridad y Democracia. Además, se quedó sin sus mejores cuadros políticos, como Reyes y Cano, y sin su mayor estratega militar, Víctor Julio Suárez Rojas, Jorge Briceño, o el Mono Jojoy. En el terreno internacional, con el presidente venezolano Hugo Chávez aliado a Santos, se percibe cierta soledad. Ni la declaración del líder ecuatoriano Rafael Correa aclarando que no las declarará “terroristas” mientras “no lo hagan otros países”, basta. Por eso, para la guerrilla más añeja de Latinoamérica, éste es un momento de definiciones, aun cuando el país siga su camino, como el hermano de Cano, apostando a la democracia, y la guerrilla se niegue, al igual que su extinto líder, a poner la reversa. José Vales corresponsal, El Universal, 12 de noviembre.

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