Aunque esa posición cubana ha sido la misma durante décadas, el presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton han interpretado que La Habana está dispuesta a ventilar su situación interna.
Hemos reiterado que estamos dispuestos a hablar de todo con el gobierno de Estados Unidos, en igualdad de condiciones, pero no a negociar nuestra soberanía ni nuestro sistema político y social, el derecho a la autodeterminación, ni nuestros asuntos internos, dijo Castro.
El líder cubano habló el miércoles al Buró de Coordinación del Movimiento de Países no Alineados, que sesiona aquí esta semana.
Apartándose del texto, Castro recordó que ya había expuesto su posición en Venezuela hace dos semanas: Discutirlo todo, todo, todo, lo nuestro, pero también lo de ellos, en igualdad de condiciones.
En Venezuela Castro dijo que esa posición ya la habían transmitido en público y en privado a Estados Unidos, y que incluye la discusión de derechos humanos, libertad de prensa, presos políticos.
Cuba tuvo en la década pasada un panel de debate sobre derechos humanos con Canadá, que se interrumpió por el encarcelamiento en la isla de cuatro opositores y ahora tiene un mecanismo similar con España.
La Cumbre de las Américas, de Trinidad y Tobago, fue hace dos semanas un punto culminante de la ofensiva diplomática que ha llevado a La Habana a restablecer relaciones con América Latina, casi cinco décadas después de su aislamiento político en la región y a poner el cese del bloqueo económico como un punto central de la agenda hemisférica.
La tormenta retórica que se disparó con la Cumbre ha dejado a los protagonistas atrincherados en un dilema, en el que ambos exhiben demandas irresolubles a corto plazo: Estados Unidos pide a la isla decisiones de política interna, como la liberación de opositores presos, mientras La Habana le reclama a Washington el cese del bloqueo.
Castro volvió hoy al punto, al aludir a la decisión de Obama de liberar las remesas y los viajes a la isla de los cubanos que viven en Estados Unidos, como medidas positivas, pero de alcance mínimo, mientras que el bloqueo quedó intacto.
No hay pretexto político ni moral que justifique la continuidad de esa política, dijo el presidente, y por lo tanto no es Cuba la que tiene que hacer gestos.
Debajo del duelo de declaraciones, un puñado de hechos marca una diferencia con la época de George W. Bush, cuando las tensiones entre los dos países se extremaron: el Departamento del Tesoro de Estados Unidos tiene la orden presidencial de expedir las regulaciones para los viajes de los cubanos, las remesas y las licencias para la operación comercial de las empresas de telecomunicaciones de ese país en Cuba; el Departamento de Estado hizo públicos sus contactos periódicos con la Sección de Intereses de Cuba en Washington y la Cámara de Representantes y el Senado tramitan sendas iniciativas para liberar los viajes de los estadunidenses a Cuba.
Clinton dijo la semana pasada a un comité congresional que Obama no puede levantar el bloqueo, que está concentrado en una ley, pero si el Congreso lo decide, obviamente el gobierno lo acatará. Así anunció que ha desaparecido la amenaza de Bush de vetar cualquier relajamiento de la política hacia la isla.
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