La Habana, 7 de agosto. Cuatro años después de su última asistencia, Fidel Castro volvió a una sesión del parlamento, esta vez para exhortar al presidente Barack Obama a que evite un ataque contra Irán.
En el Palacio de las Convenciones, el líder cubano vistió camisa militar verde olivo, sin las insignias de comandante en jefe. Caminó lentamente hasta el centro del escenario, donde leyó de pie un discurso de 12 minutos. Luego, desde un asiento, escuchó y replicó a varios diputados, en una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular que duró hora y media y a la que asistió su hermano, el presidente Raúl Castro, de guayabera blanca.
Ahora que su salud le permite salir del reposo y hablar en público, Fidel Castro pone a Estados Unidos como foco de su atención. En este caso, aunque el tema era una posible guerra, el líder fue comedido al mencionar a Obama y lo describió como un hombre sensato, capaz de escuchar un llamado pacifista: “Quiso el azar que, en este instante preciso, el presidente de Estados Unidos sea un descendiente de africano y de blanco, de mahometano y cristiano”. No dará la orden de ataque “si se logra que tome conciencia de ello”.
Luego, en las respuestas a los diputados, opinó que Obama puede evitar la guerra “si lo persuadimos” y contrastó la “ventaja” que hay ahora, cuando en la Casa Blanca no despacha un “cínico”, como Richard Nixon, o un “ignorante” como Ronald Reagan.
En el texto preparado fue más adelante en sus expectativas con Obama, al sugerir que podría ser liberado al menos uno de los cinco agentes cubanos presos en Estados Unidos, como lo anticipó en una de sus recientes apariciones. En ese tramo hizo la única alusión del discurso al conflicto con Washington, al señalar el “implacable odio del sistema contra Cuba”.
Paz mundial, su preocupación
Casi de 84 años, aún primer secretario del Partido Comunista, a pesar de la enfermedad que lo apartó de funciones oficiales desde 2006, Castro leyó su mensaje pausadamente. El mismo había pedido la sesión, para exponer el tema dominante en sus artículos de los últimos dos meses y medio, y que ha extendido a sus intervenciones públicas desde principios de julio: las sanciones a Irán y el peligro de un desastre nuclear.
Fidel no asistió a la sesión del parlamento del domingo pasado, que tuvo una agenda doméstica y en la cual Raúl anunció una ampliación del autoempleo y la microempresa. En esa forma, igual que en las últimas semanas, los hermanos han fortalecido la percepción de que mantienen tareas claramente definidas.
Castro comparó la estimación que tenía hace dos meses de que la guerra era inevitable, con la de ahora, cuando entiende que hay “una esperanza, y muy profunda, por cierto”. Más todavía, calculó que cerca de la hora cero “los líderes de los países más poderosos del mundo, aliados o adversarios, con excepción de Israel”, pedirían a Obama que “no dispare”.
En sus respuestas al auditorio, el líder cubano tuvo el cuidado de evitar críticas a Rusia o China, cuando un diputado le pidió evaluar el voto de Moscú en favor de las sanciones contra Teherán, en el Consejo de Seguridad.
A otra pregunta respondió que ya hay acciones a favor de la paz y puso un primer caso: “No tengo la menor duda de que los chinos están trabajando en esa dirección”. A continuación repitió la frase con un segundo ejemplo, pero tuvo un lapsus, al mencionar a “los soviéticos”. Y enseguida prolongó el equívoco al citar a “la URSS” como el país donde están ocurriendo ahora desastres naturales.
Castro había asistido por última vez al parlamento en junio de 2006. Un mes más tarde estalló la enfermedad que lo sacó abruptamente de sus funciones oficiales. En 2007, mostrando franca recuperación progresiva, empezó a escribir artículos. Más tarde dejó el hospital y pasó a su casa, según los testimonios de algunos de sus visitantes. Trabajó en la preparación de su libro La victoria estratégica, sobre un tramo decisivo en la guerrilla de los años 50.
Pero fue hasta el 7 de julio cuando se presentó por primera vez ante un público numeroso, al acudir a un centro científico. El mes pasado repitió sus apariciones y el 30 de julio anunció a los líderes de la Juventud Comunista: “No hace mucho, realmente, libré las últimas batallas para encontrarme como me encuentro hoy”.
En el Palacio de las Convenciones, el líder cubano vistió camisa militar verde olivo, sin las insignias de comandante en jefe. Caminó lentamente hasta el centro del escenario, donde leyó de pie un discurso de 12 minutos. Luego, desde un asiento, escuchó y replicó a varios diputados, en una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular que duró hora y media y a la que asistió su hermano, el presidente Raúl Castro, de guayabera blanca.
Ahora que su salud le permite salir del reposo y hablar en público, Fidel Castro pone a Estados Unidos como foco de su atención. En este caso, aunque el tema era una posible guerra, el líder fue comedido al mencionar a Obama y lo describió como un hombre sensato, capaz de escuchar un llamado pacifista: “Quiso el azar que, en este instante preciso, el presidente de Estados Unidos sea un descendiente de africano y de blanco, de mahometano y cristiano”. No dará la orden de ataque “si se logra que tome conciencia de ello”.
Luego, en las respuestas a los diputados, opinó que Obama puede evitar la guerra “si lo persuadimos” y contrastó la “ventaja” que hay ahora, cuando en la Casa Blanca no despacha un “cínico”, como Richard Nixon, o un “ignorante” como Ronald Reagan.
En el texto preparado fue más adelante en sus expectativas con Obama, al sugerir que podría ser liberado al menos uno de los cinco agentes cubanos presos en Estados Unidos, como lo anticipó en una de sus recientes apariciones. En ese tramo hizo la única alusión del discurso al conflicto con Washington, al señalar el “implacable odio del sistema contra Cuba”.
Paz mundial, su preocupación
Casi de 84 años, aún primer secretario del Partido Comunista, a pesar de la enfermedad que lo apartó de funciones oficiales desde 2006, Castro leyó su mensaje pausadamente. El mismo había pedido la sesión, para exponer el tema dominante en sus artículos de los últimos dos meses y medio, y que ha extendido a sus intervenciones públicas desde principios de julio: las sanciones a Irán y el peligro de un desastre nuclear.
Fidel no asistió a la sesión del parlamento del domingo pasado, que tuvo una agenda doméstica y en la cual Raúl anunció una ampliación del autoempleo y la microempresa. En esa forma, igual que en las últimas semanas, los hermanos han fortalecido la percepción de que mantienen tareas claramente definidas.
Castro comparó la estimación que tenía hace dos meses de que la guerra era inevitable, con la de ahora, cuando entiende que hay “una esperanza, y muy profunda, por cierto”. Más todavía, calculó que cerca de la hora cero “los líderes de los países más poderosos del mundo, aliados o adversarios, con excepción de Israel”, pedirían a Obama que “no dispare”.
En sus respuestas al auditorio, el líder cubano tuvo el cuidado de evitar críticas a Rusia o China, cuando un diputado le pidió evaluar el voto de Moscú en favor de las sanciones contra Teherán, en el Consejo de Seguridad.
A otra pregunta respondió que ya hay acciones a favor de la paz y puso un primer caso: “No tengo la menor duda de que los chinos están trabajando en esa dirección”. A continuación repitió la frase con un segundo ejemplo, pero tuvo un lapsus, al mencionar a “los soviéticos”. Y enseguida prolongó el equívoco al citar a “la URSS” como el país donde están ocurriendo ahora desastres naturales.
Castro había asistido por última vez al parlamento en junio de 2006. Un mes más tarde estalló la enfermedad que lo sacó abruptamente de sus funciones oficiales. En 2007, mostrando franca recuperación progresiva, empezó a escribir artículos. Más tarde dejó el hospital y pasó a su casa, según los testimonios de algunos de sus visitantes. Trabajó en la preparación de su libro La victoria estratégica, sobre un tramo decisivo en la guerrilla de los años 50.
Pero fue hasta el 7 de julio cuando se presentó por primera vez ante un público numeroso, al acudir a un centro científico. El mes pasado repitió sus apariciones y el 30 de julio anunció a los líderes de la Juventud Comunista: “No hace mucho, realmente, libré las últimas batallas para encontrarme como me encuentro hoy”.
Gerardo Arreola, La Jornada, 8 de agosto.
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