LA HABANA.- La Semana Santa en Cuba no tiene días festivos ni espectaculares manifestaciones religiosas. En la misma mixtura de orígenes y cultos que define al país, el catolicismo convive con los ritos procedentes de África.
A las breves procesiones acuden por igual feligreses de todas las iglesias cristianas que devotas santeras Yoruba, vestidas de blanco y adornadas con los collares sagrados de esa ancestral creencia traída de Nigeria por los esclavos hace tres siglos.
El pasado Domingo de Ramos, los alrededores de la Catedral de La Habana se llenaron temprano de fieles y curiosos para participar de la procesión y la misa.
Entre el gentío, agitando su palma de guano destacaba la santera Teresa Pérez, una joven vestida de blanco que lucía largos collares que según los colores de sus cuentas representan distintas deidades del panteón Yoruba que en Cuba los creyentes sincretizan con santos y vírgenes del catolicismo.
"Este es de Obatalá, mi santo padre, dueño de la paz y la sabiduría; este de Yemayá la dueña de los mares, que también representa la Virgen de Regla, y aquí llevo a Changó, dueño del fuego", explicó Teresa a REFORMA.
La santera asegura que posee el don de adivinar el futuro y además de profesar la religión Yoruba afirma ser católica.
"Soy católica y santera. Lo de nosotros es santería pero con catecismo. Los santos de la Iglesia católica y los yorubas son todos nuestra familia", agregó.
Las procesiones religiosas, vetadas en la Isla durante casi cuatro décadas por el Gobierno revolucionario, fueron permitidas de nuevo tras la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, y desde entonces se han convertido en ritos fijos del calendario católico, donde ahora se conceden espacios de radio y televisión para que los Obispos envíen mensajes religiosos en las fechas señaladas.
La apertura gubernamental de los últimos años y los que los sociólogos llaman "religiosidad espontánea" se refleja especialmente durante esta semana.
El Arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, ofició la misa en la Catedral en la mañana y encabezó una procesión en la que abundaron los jóvenes y los niños portando cruces y palmas de guano bendito.
La Catedral no fue una excepción. La mayoría de las iglesias habaneras estuvieron inusualmente llenas durante la misa.
A las breves procesiones acuden por igual feligreses de todas las iglesias cristianas que devotas santeras Yoruba, vestidas de blanco y adornadas con los collares sagrados de esa ancestral creencia traída de Nigeria por los esclavos hace tres siglos.
El pasado Domingo de Ramos, los alrededores de la Catedral de La Habana se llenaron temprano de fieles y curiosos para participar de la procesión y la misa.
Entre el gentío, agitando su palma de guano destacaba la santera Teresa Pérez, una joven vestida de blanco que lucía largos collares que según los colores de sus cuentas representan distintas deidades del panteón Yoruba que en Cuba los creyentes sincretizan con santos y vírgenes del catolicismo.
"Este es de Obatalá, mi santo padre, dueño de la paz y la sabiduría; este de Yemayá la dueña de los mares, que también representa la Virgen de Regla, y aquí llevo a Changó, dueño del fuego", explicó Teresa a REFORMA.
La santera asegura que posee el don de adivinar el futuro y además de profesar la religión Yoruba afirma ser católica.
"Soy católica y santera. Lo de nosotros es santería pero con catecismo. Los santos de la Iglesia católica y los yorubas son todos nuestra familia", agregó.
Las procesiones religiosas, vetadas en la Isla durante casi cuatro décadas por el Gobierno revolucionario, fueron permitidas de nuevo tras la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, y desde entonces se han convertido en ritos fijos del calendario católico, donde ahora se conceden espacios de radio y televisión para que los Obispos envíen mensajes religiosos en las fechas señaladas.
La apertura gubernamental de los últimos años y los que los sociólogos llaman "religiosidad espontánea" se refleja especialmente durante esta semana.
El Arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, ofició la misa en la Catedral en la mañana y encabezó una procesión en la que abundaron los jóvenes y los niños portando cruces y palmas de guano bendito.
La Catedral no fue una excepción. La mayoría de las iglesias habaneras estuvieron inusualmente llenas durante la misa.
Yolanda Martínez corresponsal, Reforma, 11 de abril.
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