Las banderas blancas que han acompañado los sepelios de tantos líderes cívicos en Colombia no podían faltar en el último homenaje al mandatario. A su llegada a la sede de la Asamblea Departamental, en Florencia (la capital del departamento), las lágrimas se mezclaron con los aplausos que demostraban la admiración que sentían por el hombre de 63 años que, a pesar de las amenazas de los insurgentes, siempre se negó a abandonar su tierra y su gente.
El operativo de seguridad para el traslado de su cuerpo desde la funeraria fue grande. Una paradoja que su hija Paola hizo notar: “Sería bueno que en lugar de estar cuidando el cadáver de mi papá lo hubieran cuidado en vida. Si hubiera sido así, no estaríamos aquí”. Y es que para ella como para los demás miembros de la familia Cuéllar-Galindo, la falta de un esquema de seguridad adecuado facilitó el accionar de la guerrilla, más cuando se trataba de un hombre que había sido plagiado en cuatro ocasiones.
Su esposa, Imelda Galindo, aseguró que salían poco porque no tenían casi escoltas ni un vehículo en buen estado. “Teníamos un campero (jeep) viejo blindado y una camioneta en la que viajaban los escoltas. Yo le decía que debía tener un carro mejor y el decía que, de pronto, el año entrante si había plata para la Gobernación se compraba uno. ¡Ese no era un esquema de seguridad para un gobernador!”, afirmó Imelda.
Sin embargo, el Ejecutivo ha insistido en que no había ninguna denuncia del gobernador que dejara ver amenazas en su contra y por eso el esquema de seguridad con el que contaba. Pese al anuncio, la Federación Nacional de Departamentos llamó la atención de las autoridades porque se avecina un año electoral en el que la guerrilla podría intensificar sus acciones.
Es más, varios analistas políticos entre los que se cuenta el experto en seguridad John Marulanda y el ex asesor de seguridad de la Presidencia, Armando Borrero, señalaron que la acción de las FARC tenía el objeto de demostrar poder en una zona que ha sido considerada tradicionalmente como de su dominio.
Sin embargo, el cerco militar les impidió —contrario a otros plagios como el de la ex congresista Gloria Polanco en julio de 2001— hacer una fuga cinematográfica y sumar un rehén más a su lista de canjeables. Pero el sentimiento de desprotección no es el único que ronda en el Caquetá. También está la rabia y la impotencia que despertó el informe de la Fiscalía sobre la muerte del mandatario. Aunque inicialmente se dijo que presentaba varios impactos de bala y señales de degollamiento, el director del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), Manuel Hernández, indicó que en el lugar donde encontraron el cuerpo no mostraba evidencias de combate y el cadáver sólo presentaba una “herida mortal “en el cuello causada por un cuchillo.
Otro detalle fue el hallazgo de tierra y maleza en las uñas de Cuéllar. Según su esposa, eso confirma lo que ella y sus hijos pensaron: que se negó a caminar y fue asesinado. Pese al dolor de saberse viuda y saber que la guerrilla también le arrebató un hijo hace varios años, Imelda sólo siente lástima por quienes cometieron el crimen porque son personas que no saben el dolor que causan.
A ellos los perdonó pensando en que Dios pueda darle “un hermoso lugar” a Luis Francisco, quien fuera su compañero durante más de 40 años.
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