“Si el gobierno estadunidense realmente desea avanzar en las relaciones con Cuba, le recomiendo dejar atrás los condicionamientos de orden interno que pretende imponernos y que sólo a los cubanos compete decidir”, agregó Castro y dijo que así respondía a Clinton.
En un discurso en la Universidad Georgetown de Washington, la secretaria de Estado dijo hace una semana que gobiernos como el cubano pueden, “pero no están dispuestos a hacer los cambios que merecen sus ciudadanos” y pidió “ejercer firme presión sobre los líderes, para poner fin a la represión” y apoyar a quienes trabajan por “un cambio dentro de la sociedad”.
Vestido de civil, en lugar de su habitual atuendo de general de ejército, Castro habló a la segunda de las dos sesiones anuales de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento).
Los diputados eligieron como vicepresidente del Consejo de Estado al comandante de la revolución Ramiro Valdés Menéndez, uno de los líderes históricos de la revolución de 1959, para ocupar una de las vacantes que dejaron este año el fallecido Juan Almeida y el depuesto Carlos Lage. Para la otra silla fue elegida Gladys Bejerano, la contralora general y primera mujer que ocupa un cargo de ese rango.
Castro rechazó que haya cambiado la política de Estados Unidos hacia Cuba y dijo que Washington no renuncia a promover un cambio en el régimen de la isla.
“Crece el aliento a la subversión abierta y encubierta contra Cuba”, dijo el mandatario, y puso como ejemplo la detención en la isla de un empleado de una empresa contratada por Estados Unidos para distribuir aquí equipos de comunicaciones entre particulares.
Este fue el primer comentario público del gobierno cubano sobre el arresto, que según reportes de prensa se produjo el 5 de diciembre. Castro identificó a esos equipos como “sofisticados medios de comunicación vía satélite”, lo que en versiones noticiosas desde Estados Unidos se describía como celulares y laptops.
El presidente indicó que era un “abastecimiento ilegal” destinado a “agrupaciones” que Estados Unidos intenta “conformar en contra de nuestro pueblo”.
La empresa Development Alternatives (DAI), que trabaja para la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, confirmó la semana pasada que el detenido es uno de sus empleados que actuaba bajo un contrato oficial, pero omitió detalles.
Castro recordó que el gobierno de Estados Unidos mantiene una partida en su presupuesto para “acelerar la transición a la democracia” y dijo que alcanza los 55 millones de dólares.
El presidente cubano también acusó a diplomáticos extranjeros de desafiar las convenciones internacionales, al presenciar acciones callejeras opositoras. La televisión local identificó a funcionarios de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos atestiguando movilizaciones disidentes que fueron confrontadas por partidarios del gobierno hace diez días, en algunos casos con violencia física.
Castro dijo que hay una “campaña anticubana orquestada por el establishment norteamericano, con el concurso de los grandes medios de comunicación, con el objetivo de hacer ver que crece la represión en el país” y agregó que con ese fin “incitan a sus antipatrióticos asalariados” (como llama el gobierno a los opositores) “a que incrementen la actividad provocadora en nuestras calles”.
“Aconsejo a unos y otros que cesen las provocaciones de todo tipo”, añadió Castro. “Luego exclaman con cinismo que hemos retomado un discurso de guerra fría y antiestadunidense; nos agreden y nos reclaman que nos quedemos con los brazos cruzados”.
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