Los colores de las protestas

Tucson, Arizona. Una estudiante universitaria de ojos orientales y pequeña de estatura platica con un abogado recién graduado, alto y de pelo rubio, mientras caminan junto a tres activistas hispanos que recorren la avenida University de esta ciudad y entregan carteles contra la ley SB1070 a propietarios de las tiendas alrededor de la zona, considerada como la más progresista de esta urbe erigida en medio del desierto.

El contingente avanza soñoliento por este calor de Arizona que adormece hasta al más activo de de los activistas. Todos llevan botes con agua en las manos o en sus mochilas para soportar la tarde.

El cartel que reparten es uno blanco con letras rojas que dicen en español de un lado y en inglés al reverso: “Aquí respetamos los derechos humanos. Nosotros no somos racistas”. En los primeros dos sitios visitados, una cafetería y una casa particular, los carteles son recibidos con agrado y colocados de inmediato a la vista de los transeúntes. En cambio en una tienda de artesanías, la empleada lo rechaza de forma no muy amable.

Ahora esta ciudad está llena de enemigos ocultos. La vida y el tiempo para los hispanos van hacia atrás aquí. Tucson tenía fama de ser una ciudad menos conservadora que Phoenix, pero las cosas están cambiando, me ha explicado Raúl Alcaraz, un activista que forma parte de Corazón de Tucson, grupo comunitario que pretende organizar a migrantes hispanos con otras minorías, como la de los gays, las trabajadores sexuales y los afroamericanos.

—¿No trabajan juntos afroamericanos y latinos?— pregunto a este joven nacido en Jalisco.

—No. La verdad no.

La realidad es que hay más activistas blancos o “de origen europeo” apoyando la lucha de los migrantes. Muestra de ello son la chica de ojos orientales y el abogado recién graduado, que acompañan a la comisión de hispanos.

Los demás jóvenes que están aquí, también son activistas que están contra la ley 1070. El contingente no ha dejado ningún cartel en esta cafetería porque ya había uno colocado en la ventana.

Mientras se reanuda la misión de la tarde, el grupo se pone a hablar de otros carteles contra la 1070. Hay uno ya clásico que solamente dice con letras grandes y en español: “Deporten a la migra”, pero también el movimiento de los últimos días ha creado otros más novedosos, como el que hizo Gabriel Gallardo con la figura de un estudiante latino, vestido con toga y birrete, diciendo que hay que parar la SB1070; o el de Vyal Reyes y Joe García, dedicado al sheriff Joe Arpaio y al senador “Bill 1070” con unos hombres en sillas de playa descansando rodeados de suásticas nazis.

Otro joven llamado Daniel Alva hizo uno de un miembro del Ku Kuz Klan caricaturizado, debajo de la leyenda “Arizona xenófoba” y uno de Joel Rageon muestra un mapa del oeste americano con una enorme suástica nazi sobre Arizona, junto a una pregunta: ¿Esta es tu América?”.

Los carteles son buenos pero hay que pensar estratégicamente, dice uno de los jóvenes hispanos. Y pensar estratégicamente implica imaginarse en los zapatos del enemigo, lo secunda otro. Isabel García, líder de la Coalición de Derechos Humanos, explica que la situación actual de Arizona se fue creando desde 1994, cuando comenzaron a aplicarse medidas federales contra la migración, cuyo grueso se daba a través de California y Texas, no por el inclemente y peligroso desierto de Arizona: “Fueron convirtiendo poco a poco a Arizona en un embudo para llegar a lo que estamos viendo el día de hoy”.

Diego Osorno / enviado, Milenio, 4 de agosto.

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