Periplo de 8 horas para ver a Peña


Sábado por la noche. Ciudad de Oaxaca. Priistas esperan la salida de camiones a la Ciudad de México. Larga será su travesía. Eso no les preocupa. Están ansiosos. Son dirigentes y militantes de los Valles Centrales. Los de otras regiones, lejos de aquí, ya partieron de sus pueblos. La intención es apoyar el registro de Enrique Peña Nieto. Las mujeres están más emocionadas. Son mayoría en este viaje.
Y entre ellas está Rosario Villalba, presidenta municipal de Ixtepec en los años 90, quien no tiene dudas de sus convicciones y, jacarandosa, responde a la pregunta de por qué tanta algarabía en su grupo:
—Es porque vamos a ver a nuestro próximo presidente de la República…
— ¿Próximo?
—El país pide a gritos que vuelva el PRI a Los Pinos —añade esta mujer de 56 años, vestida de tehuana.
Otra lideresa, Griselda Lorenzana, también oriunda del Istmo de Tehuantepec, aclara que todas se desplazan con sus propios recursos, cuando se refiere a los víveres que consumirán, pues el alquiler del camión fue solventado por el diputado Eviel Pérez Magaña, presidente estatal del PRI, según Fernando Serrano.
—¿Y qué traen para comer?
—Traemos hielera y totopos.
Y entonces Adona Violeta Ruiz Cruz, dirigente de mujeres campesinas de Mazaltepec, va por un rimero de tlayudas elaboradas por ella.
—Aquí están, pruébelas —ofrece esta mujer de 51 años, cuyas manos resecas demuestran el trabajo rudo desde pequeña—. Traigo chiles de agua y un puñito de sal. Son sabrosos. Pruébelos.
Ella y su esposo —padres de tres mujeres y cinco varones, tres de los cuales viven en Estados Unidos —cosechan maíz, frijol, amaranto y calabaza, además de que ella elabora tortillas que vende en mercados de Etla y la ciudad de Oaxaca.
***
Transcurren los primeros minutos del domingo. Los dos autobuses parten hacia la Ciudad de México.
También viajan unos 15 jóvenes, como José Ricardo Rivas Castellanos, Olga Castillo Barrera y José Alberto Martínez, entre otros, de 22 y 25 años. Los representa Alfredo Delgado, dirigente de la incipiente Cuna de Líderes, asociación civil, una organización cuya pretensión es convertirse en semillero de líderes.
Tracy Muñoz Aguilar, de 19 años, es dirigente de Cuna de Líderes en el municipio de Ocotlán, de donde salió a las ocho de la noche en un colectivo para unirse al grupo en una cafetería del centro de la ciudad. Estudia derecho en la Universidad La Salle. Es priista porque su familia lo ha sido toda la vida.
La joven está sentada cerca de Gabino Pacheco, de 18 años, oriundo de Xoxocotlán, quien estudia la misma carrera que ella. La diferencia es que él milita en el partido desde el pasado julio, por invitación de Cervantes.
— ¿Y por qué votar por Peña Nieto?
—Porque tiene el porte y todo lo que México necesita. Tiene muchas cualidades.

El chofer del camión se estaciona frente a una tienda ubicada en el municipio de Tehuacán, Puebla, límites con Oaxaca. Son las 2:45 horas. Los pasajeros bajan y consumen bocadillos. Después de media hora habrá que volver a la marcha.
Y a dormir.
***
El camión llega a la Ciudad de México después de casi ocho horas y se estaciona en la calle Amado Nervo, casi esquina con Insurgentes, a la altura de la sede nacional del PRI. Los jóvenes se acicalan. Una mezcla de aromas invade el camión.
Y descienden.
Música de tambora y pitos se mezclan con claxonazos de autos que insisten en transitar sobre Insurgentes. Una multitud teñida de rojos se agolpa sobre las rejas del edificio. Son miembros del sindicato petrolero. Ondean banderolas, banderines y mantas. Su protagonismo es ostensible.
Los priistas oxaqueños que acaban de tocar asfalto se meten en la bola. Y ahí va Alma Rosa Rodríguez Reyes, dirigente del Frente de Resistencia y Acción Campesina de Oaxaca, que asegura liderar a 12 mil 400 agremiados en las ocho regiones. La mujer, a pesar del periplo, se ve lozana, como los demás pasajeros.
La sigue Adona Violeta. La mujer, que trae colgada una bolsa de Avon rosa, apenas logra amortiguar el frío con un ligero suéter. Los jóvenes, bien acicalados, topan con las violentas oleadas de petroleros. “Déjense llevar, déjense llevar”, sugiere una voz femenina en el momento que observa al grupo de petroleros y petroleras.
Y a las 8:15 abren el portón.
Y allá va la bola que ya rueda en la explanada del otrora “partido de las mayorías”. En el estacionamiento ensayan con el micrófono y se escucha a bajo volumen la trompeta de Miles Davis, cuya cadencia será borrada por bailes de saltimbanquis y coros de norteñas, rancheras y sones veracruzanos.
Las oaxaqueñas logran situarse cerca del templete, donde esperarán casi cuatro horas de pie, hasta que aparece Peña Nieto. Una hora después, al término del discurso y saludos del precandidato, empieza a lloviznar.
Y los de Oaxaca vuelven al camión. Por unos minutos debaten si van a la Villa de Guadalupe, pero la mayoría dice que no, pues a la hora de llegar a la ciudad de Oaxaca ya no habrá camiones para irse a sus pueblos.
—¿Contenta?– se le pregunta a Alma Rosa.
—Sí —responde—, y fortalecidas, porque nos llevamos el olor de México y de nuestro partido.
Humberto Ríos Navarrete, Milenio, 28 de noviembre.

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