“Una Presidenta que no pide perdón ha perdido el piso”


En el proceso electoral de 2006 MILENIO aplicó a los candidatos a la Presidencia de la República lo que denominamos Cuestionario Maquiavelo. La idea original, inspirada en el libro ¿Qué haría Maquiavelo? El fin justifica la maldad, del estadunidense Stanley Bing (nombre de pluma de Gil Schwartz, escritor que colaboró en las revistasEsquire y Fortune, y fue vicepresidente ejecutivo y director de Comunicaciones de la cadena CBS), fue del escritor Carlos Fuentes en un artículo de preguntas sin respuestas (¿Qué haría el Presidente?) que publicó hace cinco años. Fue entonces cuando MILENIO retomó la idea, modificó algunas preguntas y añadió otras, y se las hizo a los candidatos presidenciales que competían a la sazón.
Ahora renovamos las interrogantes en forma de afirmaciones y se las hacemos a los seis aspirantes a la Presidencia de los tres principales partidos (PAN, PRI y PRD). La intención es que, ante esas frases, los aspirantes presidenciales muestren a los lectores cómo reaccionarían si estuvieran en Los Pinos, de acuerdo con sus conceptos e ideas sobre el ejercicio del poder.
Hoy, la panista Josefina Vázquez Mota responde en el helipuerto del edificio de Grupo MILENIO, ubicado en la Ciudad de México.
El Príncipe (la Presidenta) siempre tiene la razón: la tiene cuando la tiene, y también cuando no la tiene…No, no siempre la tiene. Creo que es muy importante tener a alguien cerca que le ayude a uno a recordar que no siempre se tiene la razón. Lo que uno puede tener es la mejor de las voluntades, el mejor de los anhelos y querer lo mejor para nuestro país, pero eso no significa que siempre se tenga la razón. Ahora, se requiere un valiente que esté dispuesto a recordarlo con cierta frecuencia y particularmente en momentos decisivos…
La Presidenta tiene una misión, un destino, y por ello hará lo que sea…Hacer lo que sea… No, el fin no justifica los medios. Hacer lo que sea siempre y cuando se salvaguarde un mínimo de referentes éticos. Hacer lo que sea sin olvidar que habrá un día siguiente. Hacer lo que sea recordando permanentemente que también hay bienes superiores. En política hay que reconocer que entre lo deseable y lo posible también hay que saber optar.
La Presidenta es un tiburón: nadie la detiene, avanza devorando todo, preferentemente a sus opositores…Hay dos maneras de ver: o es un tiburón devorando todo y arrasando y destruyendo al otro, o se prefiere ser un constructor de puentes, un constructor no solamente de aliados incluso desde la distancia. En todo caso necesitamos ser un tiburón para destruir aquello que lastima a la mayoría de las personas, pero necesitamos construir puentes de plata y acuerdos que son indispensables.
La Presidenta es vengativa y sabe que la venganza es un plato que se come frío (o caliente, si quiere)…(Se ríe) Debe ser un plato que sabe horrible… Yo en lugar de la venganza prefiero tomar decisiones y ejecutar esas decisiones con valor y fortaleza. La venganza al final tiene saldos muy perdedores, aun para quien es la vengadora.
La Presidenta miente, cree sus mentiras, y hace creer a los demás que éstas son verdad…Sería una automentira terrible, porque uno no puede engañar a todos todo el tiempo. Y finalmente uno se mira en ese espejo, que no es el espejo de los que siempre le dicen que sí: es en el espejo ciudadano. Esas voces ciudadanas, que cada día se vuelven más lejanas conforme se avanza en el poder, hay que buscar siempre una rendija, una ventana para que no desaparezcan.
En beneficio de la nación, la Presidenta puede ser una gran mitómana…(Se ríe) Ese es un camino, pero para mí no es el mejor de los caminos porque, en primer lugar, es considerar que los ciudadanos no son suficientemente inteligentes; en segundo lugar, porque el fin no justifica los medios; en tercer lugar, porque las mentiras pueden sostenerse un tiempo pero no todo el tiempo y, finalmente, nadie quiere seguir a una mentirosa cotidiana. Así que lo siguiente sería una terrible soledad y el fracaso.
Al final la Presidenta hace lo que le viene en gana: “He llegado a un acuerdo con mi pueblo: el pueblo dice lo que quiere y yo hago lo que quiero…”(Se ríe) Es una visión muy asambleísta y muy confortable para hacer lo que a uno se le venga en gana. No. Creo lo contrario. Desde las posiciones de poder político que he ejercido puedo decir con más certeza que nunca que es justamente desde ahí donde uno no puede hacer lo que se le venga en gana. Uno tiene que hacer lo que le toca hacer, lo que uno debe hacer, en ocasiones con dolor, en otras con una gran satisfacción. Si alguna renuncia hay a uno mismo, y se requiere una enorme disciplina, es justamente desde el poder.
La Presidenta debe ser impredecible para desorientar a sus contrarios…Creo que ya tenemos bastante confusión en muchos terrenos. Y convivir con alguien que por naturaleza es voluble, que es no solamente indescriptible sino incierto, lo que provoca es una pérdida de confianza, y cuando no hay apuestas de confianza, tampoco puede haber apuestas de suficiente grandeza ni de suficiente transformación y cambio.
Para la Presidenta, el poder es volver a ser una niña caprichosa…(Se carcajea) Nooo, pues en mi caso no, la verdad que no es así. Cuando uno actúa por capricho, uno generalmente se queda solo. Cuando uno actúa por capricho eso puede resultar una vez, pero no muchas. Cuando uno actúa por capricho, uno olvida que vendrá un día siguiente, que vendrá un 2018 y un 2019, y que el poder es como un traje que uno se pone y que hay que colgarlo no dentro de seis años, sino que más vale colgarlo todas las noches y volver a ponerse el traje de quien uno es…
La Presidenta debe ser precavida al grado de la paranoia…Precavida sí, desconfiada al grado de la paranoia, no. Pocas cosas carcomen tanto y destruyen tanto como la desconfianza. La confianza tiene sus riesgos, pero la desconfianza solamente tiene costos y pérdidas de oportunidad.
La Presidenta no confía en nadie…Si la Presidenta no confía en nadie, tarde o temprano nadie confiará en la Presidenta.
Para la Presidenta, tener enemigos es más razonable que tener amigos: tener un nuevo enemigo le merece abrir una botella de champaña…(Se carcajea) Yo prefiero abrir una botella, no sé si de champaña, a lo mejor de tequila o un buen mezcal, si logré sacar adelante un acuerdo, si logré una coincidencia desde la diferencia. Y tengo una convicción: ni en la política ni en la vida vale tener enemigos, en todo caso hay adversarios y con esos adversarios hay que tomar en ocasiones decisiones duras y fuertes. Hay una diferencia fundamental: a un enemigo se le destruye y con un adversario simple y sencillamente se tienen que tomar definiciones.
La Presidenta debe estar en guerra permanente: es su esencia…No, me parece que cuando se está en guerra permanente ese sentido de guerra y esa actitud se traslada al resto de la población. Uno tiene la gran responsabilidad, desde la Presidencia, de estimular un mejor ánimo en sus gobernados. Como me diría el ex presidente del gobierno español Felipe González: “La gran responsabilidad de un presidente o de una presidenta es que si el ánimo de tu gente es bueno lo hagas mejor, y si el ánimo social de tu gente no es el mejor, ocúpate de que lo sea”…
La Presidenta puede y debe excederse en todo…Si una Presidenta se excede en todo no tendrá la más mínima calidad moral para pedir a sus ciudadanos que acaten las leyes, que sean prudentes, que sean confiables, que la sigan. Alguien que se excede en todo no solamente es un frívolo o frívola, sino que no tiene derecho a pedir confianza de otros.
La Presidenta no tiene piedad con sus colaboradores: debe asegurarse que cuando habla y da órdenes, o regaña, los testículos de sus subordinados les suban al pescuezo…(Se ríe) A mí me gusta mucho más, o estoy convencida de que la Presidenta debe tener una enorme claridad en lo que quiere para saber ordenar lo que quiere que se haga. Sus colaboradores deben saber que sus instrucciones deben cumplirse y que la Presidenta no tiene que preguntar permanentemente si se hicieron. Debe haber reglas claras: los colaboradores deben saber que si esas instrucciones no se cumplen habrá consecuencias. Pero bajo ninguna circunstancia creo en un liderazgo de terror, de capricho, en un liderazgo emocional, un liderazgo que lastima y atropella. Es más, creo que es síntoma de inmadurez y falta de seguridad en uno mismo querer gobernar bajo la amenaza permanente a los demás.
La Presidenta, para conseguir lo que el país necesita, prefiere ser ultra que moderada…Yo creo que no hay fanático inteligente. Todos los fanáticos, no importa de qué, se encuentran en la mis-
ma habitación…
La Presidenta no tiene sentimientos: los ha expulsado de ella misma para servir a la patria…No hay mejor manera de servir a la patria que sentir los sueños y los anhelos de quien uno gobierna, también sus frustraciones, su dolor y su esperanza. Si una Presidenta no es capaz de sentir lo que sienten sus ciudadanos, no merece estar en la Presidencia, porque no los va a entender ni va a saber gobernar tampoco para ellos.
La Presidenta no pide perdón…Una Presidenta que no pide perdón es una Presidenta que ha perdido el piso y no sólo será terriblemente arrogante y soberbia: terminará absolutamente sola, casi con ninguno.
Para la Presidenta, el usufructo del poder es un concurso de popularidad y rating…Pues si hay un concurso de popularidad terminaremos gobernando muy mal, porque no se puede dar gusto a todos, y como decía un profesor mío: “Tomar decisiones no es siempre un concurso de popularidad, es lo que a uno le toca hacer”, con fuerza, con decisión, con carácter, con sensibilidad, con cercanía, y pensando no solamente en la próxima hora sino en la próxima generación.
La Presidenta piensa que el poder es para ejercerlo aunque estimule odios…El poder es para ejercerse, pero no necesariamente para provocar el odio y la distancia. Si se hace un ejercicio de poder ciudadano, si se hace un ejercicio de poder cercano a la gente, el poder será capaz de construir una agenda de concordia, civilidad y acuerdo indispensable para México.
La Presidenta es feliz por todas las cualidades que el pueblo le adjudica…(Se carcajea y ríe cuando da la primera frase) ¡Quiere decir que nunca ha salido a escuchar a sus ciudadanos!… La Presidenta tiene que salir con frecuencia a escuchar a sus ciudadanos, no solamente preguntar: “Qué dicen de mí”, porque seguramente a quien se le pregunte entre sus colaboradores le dirá muy poco la verdad. Tiene que salir a preguntar a los ciudadanos: “¿Qué piensan de mí, cómo me miran, qué esperan de mí, qué reclaman de mí, qué no he hecho suficientemente bien?”… Y no por un concurso de popularidad, sino para no perder la realidad y la verdad de su gente.
Para la Presidenta, su gobierno es La Historia…Creo que tenemos que hacer una apuesta histórica y esa es parte de las motivaciones para ser Presidenta, pero uno no es La Historia ni la encarna del todo, si no, tiene riesgo de convertirse en un Nerón o en un pésimo emperador o emperatriz que atropella, que olvida y que está dispuesto a justificarlo todo en lugar de servir. No es ese el camino que requiere México. Y mucho menos hoy…
Para la Presidenta, en Los Pinos la única antítesis válida es su propia tesis…Pues sería una tragedia: terminaría uno gobernando solamente para uno y no para los millones de ciudadanos que lo llevaron a uno en las urnas a esta gran responsabilidad. Ojalá nunca creamos en la Presidencia que somos La Historia, que somos La Verdad, que somos La Razón, que somos El País, que somos todo lo que los demás quieren que seamos. No solamente seríamos insoportables y pasaríamos pésimo a la historia, sino que seríamos todo aquello que la gente no esperaba de nosotros.
La Presidenta se alimenta de los desacuerdos de los otros, de la oposición…Pues entonces será una Presidenta que muy poco ama a su pueblo y a su país y que abona al odio, a la polarización, y tendría que asumir las consecuencias de ese odio, de esa polarización que muy probablemente por generaciones no se lograría reconstruir otra vez… Sería alguien que le robe esperanza y felicidad a su gente
Para la Presidenta, cooptar a opositores es como jugar ajedrez…El poder es en gran medida un juego de ajedrez, pero hay varias maneras de jugar ese ajedrez: cooptando, chantajeando, sobornando, siendo cómplice. O abriendo un juego limpio, abriendo un juego de acuerdos, de claridad, de honrar la palabra por el bien del país. Hay varias formas de dar jaque mate: una es un juego sucio y otra es un juego abierto y honesto, y yo prefiero este último, sin duda…
La Presidenta ordenaría matar si cree que salvaría a la patria…Yo no ordenaría matar si creyera que salvaría a la patria. Yo lo que ordeno es que seamos iguales frente a la ley y que seamos iguales frente a las oportunidades. Eso es lo que yo quiero para mi México.
Josefina, ¿le gustó?¡Me encantó! ¡Sííí!...
Juan Pablo Becerra-Acosta M., Milenio, 25 de noviembre.

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