Mi gallo, es gallina'

Xóchitl Gálvez, la ex candidata a gobernadora en Hidalgo por la coalición PAN-PRD, encara el griterío de panistas venidos de diferentes entidades.

De blusa rosa mexicano, saco negro, jet lag de un viaje desde París, clama desde la tribuna del auditorio "Manuel Gómez Morín" del CEN blanquiazul: "No tengo gallo. La mía es gallina. Y que no se les olvide: ¡las de los huevos son las gallinas!".

Y, pues sí, alborotó la gallera.

Era la ceremonia de registro de Josefina Vázquez Mota, quien aspira a ser la primera Presidenta de la República. Aspira y desafía. Trata de dar el primer golpe el Día de la Virgen. El 12 de diciembre, La Morenita se registra.

Aunque se trata de un evento reservado para los panistas con credencial, el equipo de Josefina movilizó a centenas de personas de distintos puntos de la República para atiborrar el auditorio, los patios de la sede nacional panista y parte de la avenida Coyoacán.

Gálvez fue incluida en la batería de oradores que presentaron la candidatura de Vázquez Mota para darle el matiz ciudadano correspondiente. Su arenga ovípara empujó el coro de los simpatizantes que atestaron el auditorio: "¡mi gallo es gallina, se llama Josefina!".

Fue Gálvez, sin duda, la que rompió solemnidad y acartonamiento. La que sin guión estrujó, provocó, ironizó. Aun cuando fueron públicas sus diferencias en el gabinete de Vicente Fox, cuando ambas compartieron tareas en la política social, Gálvez rememoró momentos de trabajo común con su ahora candidata.

"Fuimos testigas, las dos, de la inmoralidad de muchos políticos de chingarse el dinero de los fondos públicos. Con qué cara un político se roba un centavo habiendo tanta miseria en este país", clamó para el aplauso, incluso de Agustín Hernández Torres, quien fuera alcalde blanquiazul en Ecatepec entre 2000 y 2003 y adquiriera fama por adjudicarse un salario de 420 mil pesos mensuales que ni Tony Blair ganaba en Gran Bretaña.

El propio Agustín saludó en el salón a Germán Martínez, ex presidente nacional del PAN, para decirle: "Germán, te acuerdas de mí". Y éste espetó: "Claro, por tu culpa y tu salario perdimos Ecatepec". Desconcertado, Hernández Torres dio la vuelta para aplaudirle a Josefina.

Doña Josefina Mota, sentada en primera fila, de vestido negro con estampado rojo, sólo sonríe. Recuerda que su hija desde niña era inquieta.

Dice que aprendió a leer antes de entrar al kínder. Cuando pasaba por la calle veía letras y preguntaba cuáles eran. Luego las pegaba imaginariamente. Hacía palabras.

"Era tenaz. Es muy tenaz", dice la mamá de la precandidata. Y revela que desde primero de primaria la eligieron como jefa de grupo. Cuatro décadas después quiere ser Jefa de Estado, pero primero tiene que franquear la aduana blanquiazul.

Para su registro, Josefina llega vestida con un conjunto azul marino, un sello del PAN en la solapa, aretes de ámbar, la sonrisa que parece congelada, fija, y un discurso dirigido a tocar las fibras panistas. De 25 minutos de oratoria, 17 son dedicadas a pasar lista y a saludar a quienes le apoyan, cinco para fijar compromisos y otros tres para tratar de despedirse.

Es la candidata que viene del margen. No es la institucional. Y, ni modo, en la relatoría de apoyos lo confirma. Elogia a Vicente Fox, ex Presidente de México, "que me acompañó a esta agenda social con los más pobres". Saluda a Francisco Ramírez Acuña, ex Secretario de Gobernación; a Beatriz Zavala, ex Secretaria de Desarrollo Social; a Rodolfo Elizondo, "compañero de mil batallas, luz y esperanza y luchador incansable", ex Secretario de Turismo; a Germán Martínez, ex líder nacional panista y ex Secretario de Función Pública, "que me has apoyado sin titubeos". Es el mundo de los ex. Los que fueron y no son. Los panistas de la cuneta. Los que quedaron a un lado en la carretera calderonista.

Y añora al PAN de victorias, de Ernesto Ruffo, de Carlos Medina, de Alberto Cárdenas. Los dos primeros, por cierto, también fueron oradores en la presentación del registro de la candidata. Figuras señeras hace décadas, hoy panistas al margen de las decisiones fundamentales.

Josefina apela al currículum: "He tenido el privilegio, como panista y como mujer, de encabezar la Secretaría de Desarrollo Social y más tarde la Secretaría de Educación Pública y, por si fuera poco, de haber tenido la distinción histórica de acompañar hace seis años en su campaña al Presidente Felipe Calderón Hinojosa".

Y, ante las insinuaciones de su debilidad, apela a la firmeza: "Desde esta experiencia y toma de decisión, desde grandes responsabilidades donde me ha tocado enfrentar poderes que no son menores y nunca me he doblegado, ni me doblegaré". Histriónica, decidida, con ganas de reclamar, suelta un "no tengo miedo", que le merece devociones de sus fieles.

"No tengo miedo y por eso tendremos la fuerza, para erradicar el crimen organizado, la corrupción, la impunidad y los privilegios y prebendas del crimen", exclama.

Josefina expresa mucho pero dice poco. No presenta propuestas de país sino hila lemas que suponen un discurso. Hace una lectura fuerte, con juego de imágenes, de gestos, de muecas. Enseña estampas, objetos, y a ritmo de concurso preparatoriano de oratoria, suelta lugares comunes que de todas formas entusiasman.

"Es la hora del PAN, porque es la hora de México" (Aplausos). "Es la hora de ponernos en marcha, de preguntarnos qué más puedo hacer y debo hacer, por el PAN" (Aplausos). "Ha llegado la hora, a siete meses de ir a las urnas, a elegir la Presidencia de México, que sin duda vamos a ganar" (Más aplausos).

Así solemne recita, con las brazos a media altura como si rezara un padre nuestro: "Yo les ofrezco mis manos"; "Yo les doy mi corazón"; "Yo les ofrezco lo que tengo y lo que soy". Ni Arjona, caray.

Josefina es tumulto. Agolparon a centenas de militantes afuera y adentro de la sede del PAN. Los josefinistas se emocionan. El diputado Pérez Cuevas dice que son 20 mil los simpatizantes que están en la calle.

"Esto se desbordó", dice con exageración.

Contrataron a la empresa Backstage quince metros de vallas metálicas, algo así como 220 piezas de enrejados como los que usa el Estado Mayor Presidencial para separar a los gobernados del Presidente.

Aquí fueron usados para una pasarela inusual.

El tumulto enoja. Los josefinistas se hacen gomezmorinistas modernos. Toman a pecho lo de "mover las almas", pero lo hacen en camiones, microbuses, camionetas, todo con espontaneidad y alegría.

Avenida Coyoacán, al sur de la ciudad, arteria clave a las siete de la noche, es cerrada para que por ahí pase Josefina y para que las masas que le aclaman bailen en zancos, agiten banderas, toquen tambores, griten, hagan fiesta y bulla.

Los camiones venidos de Veracruz, Oaxaca, Puebla, Iztapalapa, pueblos del Estado de México copan las arterias aledañas de la colonia Del Valle. Aquello es un caos para peatones, automovilistas y vecinos, que si fueran militantes panistas seguramente, por el entripado de esta tarde, le negarían su voto a la precandidata. Si los claxonazos votaran, no habría encuesta favorable para la aspirante.

Hacia las nueve de la noche, cuando el tumulto se desvanece y los simpatizantes caben en la banqueta se arma el mitin desde un templete colocado en la esquina con Eje 8, desde donde los oradores hablan de la dignidad humana.

De frente, tapados con la oscuridad de la noche, decenas de inquietos seguidores hacen fila frente a una camioneta repartidora de regalos. "Quinta de las Flores" es la tienda. El auto viene de Cuernavaca y trae placas 4058 CJ. Un joven regordete asoma desde dentro del vehículo y con rapidez reparte bolsas de plástico con un sándwich, un refresco en caja de cartón y una galleta.

"Déme dos más para mis compañeros que se fueron al baño", dice una muchacha astuta. Los manotazos al aire tratan de pescar algo en esta piñata ambulante. La camioneta tiene muchos lonches en su interior, pero la amenaza de la marabunta espanta al repartidor.

"Nomás es para los de Coyoacán", dice con angustia. Ni modo de enseñar el recibo del predial. Nadie rompe filas. Todos quieren su recompensa.


Roberto Zamarripa, Reforma, 13 de diciembre.

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