Claroscuros de Cuba

LA HABANA, Cuba.— Ernesto Oropeza tiene 33 años y casi pierde la vista a causa de cataratas. Gracias a la buena relación de Cuba con Venezuela, Ernesto es asistido por médicos de ese país. Eso lo agradece el joven que nació cuando la revolución que encabezó Fidel Castro ya llevaba 17 años recorridos, y a la que refrenda su apoyo.


Amanda, en cambio, tiene 17 años, estudia francés y espera cumplir la mayoría de edad para abandonar su patria e irse a España. “No estamos ni bien ni mal, pero me gustaría pagar al médico que me atienda sin tener que esperar tres meses como pasa aquí”, dice.


En febrero de 2008, Raúl Castro asumió las riendas del gobierno ante el creciente deterioro de la salud del comandante Fidel Castro. Ofreció cambios que despertaron ilusiones en el mundo y en casa.

La realidad no cambió mucho. La moneda sigue dividida en dos, con un deficiente valor para los nacionales.


Bruno Rodríguez Parrilla, joven canciller cubano que domina el inglés y con casi una década como representante en la ONU en Nueva York, dijo a senadores mexicanos, en una visita a La Habana —en enero de 2009, siendo vicecanciller—, que están en un “proceso de rectificación económica” y que pronto podría haber una sola moneda.


Los cubanos esperaban ajustes al régimen de propiedad y a las libertades civiles. Se les permitió, sin embargo, el uso de celulares y la entrada a hoteles, antes sólo privilegio de extranjeros.


“Podemos entrar a los hoteles, pero de qué sirve si no tenemos para pagar una noche”, dice un muchacho. ¿Y el celular? Tampoco sirve, dice el joven; es carísimo. El acceso a internet, ni pensarlo, es un lujo para extranjeros.


Rodríguez confió a los legisladores su desacuerdo con la liberalización de los celulares, porque eso abrió “un movimiento” entre los jóvenes. Barack Obama apenas se alzaba con el triunfo, y lejos estaba su guiño lanzado en la cumbre en Puerto España, Trinidad y Tobago, en días pasados.


Lejos estaba el descabezamiento de los principales líderes, entre ellos el canciller Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, vicepresidente, por ser tragados por la ambición, diría Fidel.


Apenas en enero de 2008, un Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, en mangas de camisa, fue increpado por unos 200 universitarios. ¿Por qué los cubanos tienen que pedir permiso para viajar al extranjero? ¿Por qué está prohibido el acceso a internet?, preguntaban durante jornadas de reflexión convocadas por Raúl.


“Por qué el pueblo de Cuba, trabajadores y sus familiares, no cuenta con la posibilidad viable de ir a un hotel o viajar a determinados lugares del mundo. Yo no quiero morirme sin ir al lugar donde cayó el Che Guevara (…) Fidel, por ejemplo, viajó a México”, preguntaba un joven enfundado en una playera con una @ estampada.



El mismo Bruno, de unos 45 años, quien en opinión de senadores mexicanos fue el más abierto, les dijo que su hijo le pregunta: “Papá, ¿nosotros somos ricos o pobres?”, sobre todo cuando ve a compañeros en su escuela que llevan zapatos o ropa de marca.


Al caminar por La Habana, aún es habitual ser abordado por cubanos que ofrecen lo mismo sus cuerpos que habanos. El rostro de Fidel luce en espectaculares, junto a frases que rememoran el 50 aniversario de la revolución.


Amanda y su amiga Isabel, de 16 años, caminan a un costado del hotel Habana Libre, fundado en marzo de 1958 por la cadena Hilton, y que se convertiría en puesto de mando de la revolución. Más tarde fue nacionalizado.




Aceptan hablar sobre su país. “Si yo pudiera hacer algo, lo primero sería cambiar a todos los políticos”, dice una de ellas.


Senadores mexicanos de distintos partidos quedaron gratamente impresionados luego de charlar con personajes como Alarcón, doctor en filosofía. Les sorprendió su profundo conocimiento de Estados Unidos (EU) y México, pero más saber que mes con mes soldados cubanos se reúnen con militares de EU en Guantánamo.

Más les sorprendió saber que cubanos trabajan como carpinteros y otros oficios en la base militar.


La llegada de Obama a la presidencia atemperó fugazmente la visión de los cubanos, sobre todo por el anuncio de que cerrará Guantánamo.


Fidel Castro, en sus cotidianas reflexiones, externó reservas hacia el mandatario. El mesero, el taxista la estudiante tampoco confían plenamente.



“EU nunca se distanciará de Israel, y su presidente y vicepresidente creen resueltamente en el derecho de Israel de proteger a sus ciudadanos, asegura la declaración de principios que retoma en esos puntos la política seguida por el gobierno del predecesor de Obama, George W. Bush”, ha dicho Fidel.


La recomposición de las relaciones con México es una pincelada de la política exterior impulsada por La Habana. Cristina Fernández, presidenta de Argentina, visitó la isla. La chilena Michelle Bachelet también ha volteado a verla. Raúl Castro volvió a Rusia. Hugo Chávez va y viene. La nación se somete al escrutinio de la ONU.


Algo sucedió. La cancillería mexicana tenía previsto que Calderón visitara Cuba en abril. Quizá sea en junio.


Y con todo y los discursos de Obama, todo sigue igual: no es difícil encontrar Ernestos y Amandas. El bloqueo económico prevalece, pese a débiles mensajes de facilitar visitas y envíos de dinero a cubanos.


Cuba es promesa de cambio, pero la evolución aún no es una realidad.
Jorge Ramos enviado, El Universal, 25 de arbil.

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