El Ballet Nacional de Cuba irradia su arte “a todos los pueblos”

La Habana, 3 de abril. Se posa en el piso con la naturalidad de un rayo de luz.

Hela ahí, figura y leyenda. Realidad, nunca mito.

La señora Alicia Alonso, icono de la cultura universal contemporánea, obsequia una charla y una sesión de trabajo a La Jornada en su casa, que es la sede del Ballet Nacional de Cuba.

No se trata de una entrevista típica. Es una forma de comunicación más enriquecida. Alicia, acostumbrada a poner mediante su cuerpo ideas en movimiento, manifiesta su cariño en una convivencia. Una forma de unión más concentrada.

“Estoy muy contenta de estos 60 años que cumple el Ballet Nacional de Cuba y de toda mi carrera. Creo que va muy bien la compañía en su desarrollo artístico y en la proyección de su arte a todos los pueblos del mundo, porque seguimos ofreciendo giras internacionales y nacionales, y también nuestros profesores van a todas partes del mundo a compartir nuestro aprendizaje cotidiano.

“Desde 1948 México es el país que más hemos visitado, al que mejor estamos ligados.”

En el salón de trabajo todo es madera y vidrio, músculo y alma, duela, espejo monumental, barra, zapatillas, Nubes, fiestas y sirenas, partitura de Debussy que inunda magia sobre magia y de la pared central se desprende Clase de danza, reproducción del óleo clásico y monumental de Degas.

–¿En que ha consistido su estrategia para hacer de los cuerpos cubanos rayos de luz?

–Ay, muy fácil: les he quitado el complejo. Nos habían dicho siempre que nosotros los cubanos no podíamos bailar ballet, sino namás nuestro folclor. Se quita ese complejo y ya se puede bailar.

“Porque el ballet –se enciende la prima ballerina assoluta– es mucho trabajo, en cualquier parte del mundo, si se quiere hacer bien. Trabajo físico grande para dominar el cuerpo, porque usted sabe que el cuerpo coge la forma que uno le da a fuerza de ejercicio y estudios artísticos y, sobre todo, amor a esta carrera, mucho amor, porque hoy día hay mucha tentación, sobre todo para la gente joven, formas más fáciles de bailar y hacer mucho dinero, hacer otros tipos de danza que resulta muy fácil, otras formas de vida, otras diversiones. Pero el ballet es un arte que demanda sacrificio, concentración, dedicación humana completa”.

“...yyyy uno yyyy dos yyy tres, la danza, oficio de halción...”

Impresionante energía vital
El inicio de la novela de Alejo Carpentier, La consagración de la primavera –las primeras notas de Stravinsky en fagot fungen a manera de epígrafe, en su versión de pentagrama– suena en el cerebro mientras los bailarines flotan y Alicia Alonso, a sus 88 años de edad, muestra una energía vital impresionante.

Desde los 19 años de edad tuvo ceguera parcial que ahora eclipsa por completo su visión externa, pero su manera de comunicarse, su estar en el mundo y posar en el piso con la naturalidad de un rayo de luz, mantienen una manera de ver el mundo que es única e irrepetible. Lo dijo Carpentier: “Alicia, dueña absoluta de su país de las maravillas”.

Preside el desempeño de su compañía: “constantemente estoy vigilando y le estoy dando vida al ballet que hacemos. Uno tiene que estar siempre reviviendo a los artistas que están bailando. Hay cuerpos más concentrados, más contraídos y los hay más alargados. La técnica es igual en cualquier país, pero la forma en que lo hacemos en Cuba exige que alargue, que sea más estirada su forma de bailar, que se desprenda del piso, y usted observará que nuestros bailarines ponen el acento para arriba siempre, siempre están en el aire, muy en el aire”.

Su aplomo es contundente. Explica cómo el esfuerzo físico y el emotivo convergen para contar bien una historia, de manera clara y transparente. Esgrime con gracia y concentración su seguridad absoluta de que una idea, una sensación, pueden ser danzas.

–Pasa el tiempo, maestra Alicia, y el arte del ballet, que usted ha construido, se eleva con los días, con el acento hacia el aire, muy en el aire: ¿qué preservará este arte?

–El hombre, el ser humano –responde.

En el salón flotan las Nubes, forman su ritual las Fiestas, nadan las Sirenas, la música de Debussy que dialoga con los cuerpos cubanos y el óleo en la pared, la Clase de danza, de Degas.

Encima de todo este prodigio, Alicia Alonso se posa en el piso con la naturalidad de un rayo de luz.

Son las epifanías que solamente suceden en La Habana.
Pablo Espinosa, La Jornada, 4 de abril.

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