Un convoy militar que patrullaba las calles del municipio de Río Bravo se percató de movimientos extraños en una de las ventanas de la residencia número 702 de Taxco, en el fraccionamiento Bugambilias.
Enseguida, los elementos del 84 Batallón de Infantería del Ejército mexicano, que apoyan en las tareas de vigilancia y el combate al crimen organizado, penetraron en el domicilio para liberar a 37 mujeres y a 104 hombres.
Los militares descubrieron que se trataba de una casa de seguridad para el tráfico de migrantes, donde tenían hacinados a 114 hondureños, 15 salvadoreños, nueve guatemaltecos, un brasileño, un nicaragüense y un mexicano.
La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) informó que los 141 migrantes, que fueron rescatados la noche del domingo, permanecen resguardados en la sede estatal de la Procuraduría General de la República (PGR), en esta ciudad.
Este golpe a la delincuencia organizada se concreta a dos semanas de que en Reynosa también fueron liberados 55 indocumentados retenidos en contra su voluntad en una casa de seguridad en la colonia Rodríguez.
Captura de un “pollero”
La dependencia detalló en un comunicado que José Luis Ruiz Mata, de 29 años y mexicano, fue detenido al pretender confundirse entre los secuestrados, pero la mayoría lo señaló como el “vigilante” y “torturador” de la banda de pateros (traficantes de personas).
Las personas dijeron estar secuestradas en ese lugar por pateros que les ofrecieron sus servicios para trasladarlos a Estados Unidos. Sin embargo, al llegar a la frontera, los encerraron para humillarlos y golpearlos con tablas si sus familiares no pagaban hasta 3 mil dólares por su rescate.
El pasado 18 de marzo fue descubierta una célula del tráfico de migrantes en Reynosa, en donde 55 indocumentados —también de origen centroamericano— esperaban de parte de sus familias el envío de hasta 3 mil dólares para cruzar a Estados Unidos.
Un reportaje difundido el pasado domingo por la agencia informativa AP vincula a sus captores con el cártel del Golfo. Detalla que en medio de gritos y el olor a orina y sudor, soldados encontraron a los migrantes entre manchas de sangre y trozos de madera con clavos, que eran usados para golpearlos.
Sin comida y a golpizas
José “N”, quien por seguridad omitió su verdadera identidad, es uno de los migrantes hondureños rescatados en Río Bravo. Narra que los mantenían sentados todo el día, “casi no nos daban de comer y las golpizas eran duras cada que hablábamos por teléfono con nuestras familias y (éstas) nos decían que todavía no nos juntaban el dinero”.
Las mujeres plagiadas señalan que fue traumático el secuestro: “Nos decían muchas groserías y el hombre que siempre nos vigilaba se nos quedaban viendo muy feo, pero por fortuna no nos violaron. Dios nos protegió”.
Con mucha desconfianza, otro de los indocumentados afirmó que la tortura que les aplicaban era sicológica y a base de golpes en las sentaderas y en las pantorrillas: “Si no tenemos el dinero de tu rescate para esta misma semana te vamos a matar y tu cuerpo lo vamos a tirar al río Bravo... y ¡madres! El pinche bato me daba de tablazos en las nalgas. Como una semana me estuvieron pegando”, dijo.
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