Entre la mala pata o la mala leche

Al equipo de Santiago Creel Miranda no le alcanzó para los camiones que transportaran a sus seguidores, pero sí para pequeños silbatos que imitan el pitido de un microbús y que usan las porras futboleras. O para dos matracas y pitos diminutos, del tamaño de un chicle, que usan los niños en las posadas con sonidos chillones, agudos, que aprietan el tímpano del vecino.

Los creelistas que apenas llenan el auditorio Manuel Gómez Morín del CEN panista, baten palmas y chiflan y chiflan. Uno de ellos, el diputado Manuel Clouthier, hijo de "Maquío", con una mano apachurra el silbato y con otra las tarjetas de su discurso.

Los creelistas no quisieron registrar a su candidato el martes 13 por aquello de la mala suerte, pero esa no parece depender del día sino de su karma. Para empezar, un piquete de pilotos aviadores y aeromozas desempleados de Mexicana pusieron una carpa en la fachada de la sede panista y atosigaron mañana y tarde con gritos de "¡Ni un voto al PAN!".

Algunos decían que los mandó Javier Lozano (simpatizante de Ernesto Cordero) para echarle a perder la noche a Creel, quien pasó apresurado por la entrada principal para no ser sujeto de insultos. Adentro, en el auditorio, falló el sonido, hacía frío, los integrantes de la Comisión Nacional de Elecciones "árbitros de la contienda"y quienes deberían recibir los documentos de inscripción, llegaron tarde; la secretaria general del CEN panista, Cecilia Romero, no acudió a la cita y el himno del PAN se escuchó peor que el Nacional cantado por el "Coque" Muñiz.

Como sea, el diputado Manuel Clouthier pasó a tribuna y con su voz ronca defendió a Creel advirtiendo que, "a diferencia de aquellos que están perdidos hoy en la frivolidad del poder, como quizás también pudiera haberse perdido en algún momento nuestro amigo Santiago, pero aprendió de ello".

El hijo de "Maquío" siguió con los elogios: "Es un hombre que sabe aceptar la crítica y que a su vez aprende de sus errores reconociéndolos y corrigiéndolos. Cuando se los señalamos se pone rojo, pero maduran las cosas y resuelve en consecuencia".

En el sillerío de la primera fila destacan senadores (Humberto Aguilar, Federico Döring, Eduardo Nava, Ramón Galindo) y algunos diputados; la mayoría de asistentes ataviados de traje azul marino como si vinieran uniformados; pocas, pocas mujeres, y un puñado de jóvenes, algunos de ellos de Acción Juvenil del Distrito Federal que son los que truenan dos matracas.

Sentado en la segunda línea, atrás de la madrina de Santiago Creel (presentada como la señora Paz ), está Mauricio Fernández, el polémico Alcalde de San Pedro, con una corbata negra llena de letras grandes de colores. La E en naranja, algunas consonantes en azul y otras vocales en amarillo.

"México tiene dos problemas gigantescos a nivel gobierno: no se quieren cobrar impuestos ni quieren entrar al tema de la inseguridad. Así no podemos salir adelante. Santiago maneja las tesis panistas de la subsidiariedad, de abajo hacia arriba, empezar por el ciudadano y se propone ser líder", arguyó Mauricio.

Y si Josefina es "La Gallina", Mauricio replica y dice que Creel no se propone como Presidente "ser papá de los pollitos. Eso ya no se puede, por eso estamos jodidos. Hay que gobernar con los ciudadanos".

Arriba en la tribuna, Clouthier continúa con las definiciones. "Me consta mis amigos, que Creel sabe trabajar en equipo; que no le tiene miedo al talento y que no se rodea de esos típicos yes-men que solo se dedican a decir sí señor. Sigue: "Es un hombre respetuoso, institucional y lo seguirá siendo cuando sea Presidente porque sabe que cuando los gobiernos se meten al partido le hacen un gran daño al mismo".

Te lo digo Gustavo para que lo oigas Felipe. Esta es la disidencia del calderonismo.

Y su mal fario se mezcla con la desconfianza. La mala pata les parece mala leche. Ramón Galindo, el senador juarense, sube a tribuna muy concentrado para defender también a Creel y no lleva más de veinte segundos de discurso, cuando de una bocina en lugar de salir su voz sale una distorsión que suena como claxon de tráiler. Quedan sordos los creelistas sentados del lado derecho del auditorio. Galindo no para de hablar, pero su voz no se escucha. Las bocinas lanzan eructos y Galindo frunce el ceño. Creel pasa del rojo chapeado al blanco de coraje.

En la película "El Hombre de Mármol" (1977), el cineasta polaco Andrzej Wajda retrata los orígenes del movimiento Solidaridad, la disidencia sindical en Polonia, e incluye una escena ocurrida en una asamblea, donde un burócrata del partido gobernante pisa el cable del micrófono para cortar el sonido en el momento en el que el líder disidente habla en la tribuna. Nadie le oye. Su arenga fracasa. Una mera remembranza cinematográfica que papalotea en el auditorio Gómez Morín.

Tras Galindo, habla Creel, ya con un micrófono diferente y trata de atajar el desconcierto diciendo que "un buen evento panista es un evento donde el sonido falla" lo que truca las molestias en risas y según él ese incidente daba buen augurio "que retomo de este azar, o quizá no tanto, pero que lo asumo".

Dicho lo cual Creel suelta un grito destemplado: "¡Pido desde aquí cancha pareja y árbitro imparcial!". No era ni Benjamín Galindo ni Oswaldo Sánchez, sino el precandidato denostado, al que quisieron bajar una y otra vez de la contienda, que fue destituido de su cargo de coordinador senatorial y que nunca llegó al gobierno calderonista.

Creel, que el domingo pasado cumplió 57 años de edad, improvisa un discurso donde inicia con la ratificación de su panismo. Habla de que cuatro familias panistas le apoyan: la de Carlos Castillo Peraza, con su hijo Julio ahí presente, la de Manuel Gómez Morín, con su nieto Lorenzo, la de Adolfo Christlieb, con su hijo Adolfo, y la de "Maquío", con el diputado que tan francamente lo definió en tribuna.

Después pasa lista de diputados y senadores presentes. Arma con voz engolada frases de relleno: "Hemos dado un paso al frente, un paso hacia adelante y lo hemos hecho porque queremos ver a nuestro partido adelante, fuerte, erguido". Ah.

Federico Döring escribe apresuradamente unos garabatos en tarjetas y las pasa a un asistente que, a su vez, en cuclillas se acerca debajo de Creel para pasarle el acordeón. Tal parece que Creel da vueltas oratorias para que se le baje la mohina del sonido deficiente. Después dispara hablando del enemigo de "muchos rostros" del viejo sistema y pide a sus seguidores impedir "que la ignorancia gobierne el país. Una ignorancia ilustrada con libros, ilustrada sin títulos (sic). Una ignorancia acompañada de la corrupción<00A6> me refiero al PRI que tiene que asumir su responsabilidad de los malos gobiernos, no solamente endeudados sino en donde el crimen organizado está más presente que en otros gobiernos".

A la vez que convoca a "impedir que lleguen quienes pisan las instituciones o quienes amorosamente las mandan al diablo. ¡Eso no!".

El senador con licencia habla de sus derrotas y sus sacrificios para fundamentar un llamado a la unidad panista. Asegura que en el 2000, cuando perdió con Andrés Manuel López Obrador la elección de Jefe de Gobierno del DF, la votación que él (Creel) obtuvo "fue la que le permitió a Vicente Fox su triunfo como Presidente" (aunque otros dicen que fue al revés: los votos de Fox le dieron abundante apoyo a Creel). También cómo en 2005, cuando perdió la votación interna con Felipe Calderón, le llamó por teléfono al michoacano para decirle: "Mira Felipe, por mi cuenta corre que tú serás el próximo Presidente de México".

Y Calderón fue Presidente (aunque otros dicen que en realidad la llamada mágica fue de Elba Esther).

Creel terminó rojo de la cara y ya no blanco del coraje. Casi no acudieron a su registro los nuevos rostros. Casi no llenaron sus huestes el auditorio. Casi no entran a la sede por el plantón de pilotos aviadores. Casi no se escuchaba lo que decían por culpa del sonido deficiente. A Creel, además del mal fario, le persiguen sus casi no. Casi no llega a esta fecha de registro. Pero llegó.


Roberto Zamarripa, Reforma, 15 de diciembre.

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