Emboscan a Chucho en el Auditorio

Con los ojos enrojecidos y el rostro trémulo, Jesús Ortega observaba impotente como los perredistas convirtieron el Auditorio Nacional en el escenario de un concierto de abucheos y rechiflas durante su intervención para tomar protesta a los 500 candidatos del PRD a la Cámara de Diputados.

Ni siquiera la intervención de Alejandro Encinas, quien pedía respeto para el que fuera su contrincante por la dirigencia nacional del PRD, logró calmar los ánimos o al menos matizar la rechifla que se llevó Ortega durante 20 minutos ininterrumpidos por parte de las huestes perredistas, que abarrotaron un Auditorio Nacional que fungió como mudo testigo del sorpresivo concierto en honor de Ortega.

De hecho, el dirigente perredista se llevó más rechiflas que el presidente Felipe Calderón o el ex presidente Carlos Salinas de Gortari a su sola mención, y sólo le dieron tregua cuando Ortega tomó la protesta a los abanderados del sol azteca. Solo ahí hubo silencio.

Los llamados a la unidad y advertencias de que la división es sinónimo de derrota electoral, fueron frases huecas ante un auditorio enardecido que se enfrascó en una contienda de porras, unos a favor de Andrés Manuel López Obrador y otros que tímidamente lanzaban arengas a favor del PRD, en un intento por contrarrestar la embestida contra el líder perredista.

“¡Fuera chuchos!, ¡ya cállate!”, fueron misiles lanzados de manera intermitente contra un Ortega que, desesperado, se desgañitaba y hasta gritaba en demanda de unidad interna.

Colocados en el sector derecho del recinto, un numeroso grupo de perredistas ataviados con playeras amarillas se volteó para darle la espalda, y así se mantuvieron durante el mensaje del líder del sol azteca.

“¡Es un honor estar con Obrador, es un honor estar con Obrador!”, era el canto que retumbaba en las gradas del local de Reforma, aderezado con música de viento que se convertía en recordatorios familiares, los cuales se estrellaban directamente en el rostro del líder de los chuchos.

Arriba del escenario, los gobernadores de Zacatecas, Amalia García, y Guerrero, Zeferino Torreblanca —únicos mandatarios que asistieron—, evidenciaban su incomodidad ante los hechos e intercambiaban miradas atónitas ante lo inesperado.

Metros adelante, Ana Gabriela Guevara prefería hablar por teléfono, y fue Alejandro Encinas quien se levantó de su asiento y tomó el micrófono para pedir al auditorio respeto al discurso de Jesús Ortega.

Poco o nulo resultados tuvo la convocatoria, pues los chiflidos y abucheos no cedieron.

“Ya los extrañaba”, habría dicho poco antes Encinas durante su discurso, al que también le silbaron para obligarlo a terminar.

Fue la hora y media más larga y dolorosa de las últimas semanas para el dirigente nacional del PRD, pues desde que inició el evento a las 11 de la mañana se desataron los silbidos y porras a favor de López Obrador, y abucheos para todo lo que oliera a chuchos.

La niña que actuó para los spots donde se “cocina” un nuevo PRD observaba, entre espantada y desconcertada, a ese nuevo partido que pregona en sus anuncios, y sólo movía los labios de un lado a otro, siempre cerca de Jesús Ortega.

“Se le echó a perder la receta…”, ironizaban algunos candidatos perredistas.
Alejandro Páez, Crónica, 20 de abril.

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