Grandes expectativas; pero habrá decepciones

Las expectativas de la próxima visita del presidente estadounidense Barack Obama a México son “muy grandes’’, pero al final habrá “decepciones’’ entre los mexicanos, coinciden legisladores consultados por El Economista.

Difícilmente, consideran, se podrán concretar en el corto plazo acuerdos en materia migratoria, que es un tema fundamental para el país.

También pidieron que no sea el gobierno estadounidense el que, de manera reiterada, le venga a imponer la agenda a México durante la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a nuestro país los días 16 y 17 de abril.

Al mismo tiempo, estiman urgente que México y Estados Unidos establezcan un marco de responsabilidad y coordinación sobre el tráfico de armas, reducción en el consumo de drogas y combate a la delincuencia organizada; además de una definición conjunta en la lucha bilateral contra el narcotráfico.

Seguridad, en mayúsculas

Por su parte, Jesús Velasco Márquez, profesor del Departamento de Estudios Internacionales del ITAM dice que el tópico de seguridad es el que dominará la agenda.

“El narcotráfico será el tema principal en mayúsculas y con comillas, seguridad y sus variantes como seguridad interna en México, gobernabilidad y seguridad fronteriza”, dice.

La visita oficial de Obama sigue a la efectuada a finales de marzo por Hillary Clinton, secretaria de Estado, así como de la secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano, y el titular de Justicia, Erick Holder.

Además, se lleva a cabo antes de que el demócrata cumpla sus primeros 100 días en el cargo.

El también doctor en Historia estadounidense, Jesús Velasco, agrega que la relación entre Estados Unidos y México es extraordinariamente diversa y compleja; son muchos los temas que se manejan: económicos, política internacional, así como la agenda interdoméstica que son particularmente difíciles de solucionar en el corto plazo como es el tema de la inmigración, el narcotráfico; seguridad interna y fronteriza.
Laura Vega, Jorge Monroy y Rolando Ramos, El Economista, 14 de abril.

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