“Con mi esposo todas seremos primeras damas en este país”


Enrique Peña Nieto se bajaba de su camioneta negra blindada a unos metros del café La Parroquia de Veracruz. Era mediodía. Él intentaba caminar y la gente que andaba sobre la acera frente al Malecón lo rodeaba de inmediato.
—Ya está en territorio PRI... —se le pregunta.
—El candidato, en medio de un cardumen de parroquianos y camarógrafos, sonríe, piensa un instante qué responder, y con tono solemne dice:
—Es territorio ciudadano. Vengo a La Parroquia a hacer un compromiso por la seguridad...
Pero, sí era territorio PRI, porque todos, absolutamente todos los enormes anuncios espectaculares del lugar han sido acaparados para su propaganda electoral, tipo: “Me comprometo y cumplo”, “México necesita un nuevo rumbo”. Territorio PRI. Ni un espectacular de los otros candidatos. Y si eso no bastaba para saber qué regiones pisaba el hombre del PRI, desde la mañana, a lo largo del malecón, decenas de jóvenes se colocaban en las esquinas para mostrar a qué suelo llegaba su candidato: bailaban y cantaban y portaban banderas de amor hacia el priista en las que se leía con letras roja: “¡Yo (corazón-amo) E!”.
Amaban a “E”. La letra emblemática de su candidato. Y sí, el hombre tardaba largos minutos en poder entrar a la famosa cafetería: tendría que besar, abrazar y posar con decenas de mujeres y hombres de todas las edades. El hombre del copete, vestido de camisa blanca y pantalón caqui, cual rock star, debía plasmar autógrafos en fotografías que le extendían sus adoradores. Atento, preguntaba el nombre de sus groupies y ponía la dedicatoria respectiva: “Para Diana, con cariño, de…”, y garabateaba su firma. Y seguía con su pasarela de malecón.
A unos metros, pero sobre la calle que ya había sido cerrada por agentes de tránsito, su esposa, Angélica Rivera, hacía lo suyo también: se dejaba abrazar por decenas de damas que a su paso exclamaban: “¡Es La Gaviota, es La Gaviota!”. Sí, la dama de las telenovelas, que se dejaba querer por sus seguidoras y por momentos tomaba su móvil para grabar lo que hacía su marido: en la pantalla de su iPhone se veía a Peña Nieto atrapado en el tumulto y la ex actriz narraba para su teléfono: “Estamos en Veracruz, vamos al café La Parroquia y la gente nos recibe con mucho cariño”.
—Cuando sea primera dama no nos olvide… —le rogaba una señora jarocha de vestido vaporoso.
—No, claro que no, con mi esposo todas vamos a ser primeras damas en este país… —la palmeaba en la espalda haciendo su proselitismo personal.
Adentro de La Parroquia desde hacía buen rato que unos peculiares seres tomaban la escena bajo su mando: eran chavos y chavas que colocaban en sus cabezas copetes de plástico, como aquellas máscaras que se vendían en las esquinas de las calles con las caras de Carlos Salinas o Vicente Fox. Y los encopetados no sólo se las ponían, sino que procuraban ponérselas a los demás. Eran fans copetizados que además forman parte de un grupo denominado “ectivismo”, el cual ha sido acusado de crear cuentas falsas en Twitter para que su hombre tenga más seguidores. Ellos se defendían:
—No somos bots, somos reales, véannos… —espetaban sonrientes.
—¿Lo adoran?
—No lo adoramos porque no es Dios, pero sí lo apoyamos…
Más tarde Peña Nieto se iba a la playa Villa del Mar, ubicada a un costado del Acuario. Una playa popular repleta de vacacionistas de Semana Santa.
—¿Lo aman? –se le preguntaba a unas modestas señoras playeras.
—¡Más que eso! ¡Ya lo besé! ¡Está precioso! ¡Lo vamos a hacer Presidente!... —respondía, eufórica, una de ellas.
Juan Pablo Becerra-Acosta/Veracruz, Milenio, 5 de abril.

0 Responses to "“Con mi esposo todas seremos primeras damas en este país”"