Pese al discurso de AMLO, en Chiapas no todo es amor


Hace 18 años San Cristóbal de las Casas fue testigo del levantamiento zapatista; ayer lo fue de la reconciliación y el respeto ofrecido por el candidato del amor en la contienda por la Presidencia de la República.
Andrés Manuel López Obrador tuvo amor para todos, desde el EZLN, pasando por el gobernador Juan Sabines, el fallecido obispo Samuel Ruiz y la ex priista María Elena Orantes, pero hubo dos excepciones: su contrincante en la lucha electoral, Enrique Peña Nieto, y el virtual candidato a gobernador de Chiapas, el verde Manuel Velasco.
Pese al discurso, en Chiapas no todo es amor. El PRD no tiene dirigencia estatal. Sabines no quiere a Orantes y muchos perredistas emigraron a otros partidos, particularmente los cercanos al gobernador que encontraron cobijo en las listas de candidatos del Partido Verde, que se ha volcado en la entidad en la disputa real por su primera gubernatura.
Apenas a unas cuadras de la Plaza de la Paz, Sabines esperaba a López Obrador a una reunión que no se dio. El candidato presidencial declinó, quizá por las divisiones que el gobernador ha provocado entre el perredismo, por su negativa a apoyar a la abanderada en la sucesión o por los presos políticos de su administración, incluido su amigo, Pablo Salazar, primer mandatario en tierras chiapanecas emanado de la izquierda.
Primero Peña Nieto y luego Josefina Vázquez Mota, acudieron a Chiapas y se reunieron con el gobernador multicolor, el primero en privado, la segunda en público. Pero López Obrador no.
Sin explicación de por medio, López Obrador justificó desde la Plaza el hecho. No se trata de diferencias políticas, sino de agenda. El candidato presidencial llegó cerca de las dos de la tarde a Tuxtla Gutiérrez y cinco horas después dejó el estado para tomarse unos días de descanso. Pretexto perfecto para que el encuentro no encontrara espacio.
Sin embargo, hizo tiempo, casi 40 minutos antes de iniciar el mitin que duró una hora, pero en ese lapso no hubo espacio para la foto. Eso si, Orantes, a quien Sabines no quiere, no se separó ni un instante del tabasqueño.
En contraste con Sabines, con quien las discrepancias sí tienen peso, para López Obrador el desdén del zapatismo no importó y desde un lugar emblemático para el movimiento, tendió su mano franca, externó su respeto y pidió la reconciliación en aras del bienestar de Chiapas y del país.
La Plaza de la Paz fue el escenario que López Obrador tuvo para enviar sus mensajes de reconciliación. Atrás quedaron las críticas del subcomandante Marcos, quien dijo en diversas ocasiones que el abanderado de las izquierdas no termina de madurar y reconocer sus errores.
No pocas veces descalificó a sus colaboradores cercanos, como el candidato en Tabasco, Arturo Núñez, y cuestionó el desempeño de los partidos de izquierda, particularmente del PRD.
Pero también reconoció a uno de los personajes más queridos por los chiapanecos. A tatik, el obispo de San Cristóbal de las Casas, respetado hasta por el zapatismo. Frente a la catedral de Santo Domingo, el candidato presidencial admitió sus sentimientos encontrados y respeto por el jerarca católico que pugnó por los derechos de los indígenas.
En ese lugar emblemático, el candidato presidencial dejó en evidencia las diferencias en su partido. Por eso pidió no dejar sola a la ex priista Orantes, ahora vestida con los colores amarillo y negro. Esos colores que muchos olvidaron y que ahora tienen al PRD, cuyas siglas han gobernado los últimos doce años, a punto de cambiar.
Quizá por el afecto entre ambos, López Obrador le reconoció a la ex priista las tres “c” que se requieren para gobernar: corazón, cabeza y carácter.
Pero a su llegada al aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez un adulto mayor se vio más abusado que la propia virtual candidata a gobernadora y fue el primero en saludar a López Obrador, quien le dijo: “aquí en Chiapas ni Verde ni PRI”, ni mencionar al PAN, que prácticamente no existe en la entidad.
Ahora está por ver si las disputas locales y la contienda federal no terminan por desaparecer también esa mancha amarilla, en uno de los estados con más vocación combativa del país.
Liliana Padilla, Milenio, 5 de abril.

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