Los planes de empleo son marginales

Los programas de fomento al empleo implementados por el gobierno federal son ineficientes y virtualmente inexistentes, pues apenas una cuarta parte de los desempleados son colocados mediante esta vía. De hecho, 97.8% de los desempleados buscan empleo por vías distintas a los servicios públicos de colocación, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que recaba el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del segundo trimestre de este año.

En medio de una de las más fuertes crisis económicas de los últimos 70 años, el número de personas que buscan empleo a través de estos programas ha crecido sustancialmente, mientras que la colocación resulta mínima.

Al cierre del año pasado, sólo fueron colocadas 26% de las 3.245 millones de personas atendidas por alguno de los programas del Servicio Nacional de Empleo (SNE) de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS). Y a julio de este año, esa proporción fue de apenas 22%.

Así, al séptimo mes del año, 2.365 millones de personas fueron atendidas en el SNE, y sólo se colocaron a 524 mil 746 personas.

La mayoría, 2.032 millones de personas, fueron atendidas por el Servicio de Vinculación Laboral, pero sólo se colocaron a 323 mil 778 personas; especialmente, se contrataron personas mediante la Bolsa de trabajo del Servicio Nacional de Empleo, que atendió a 642 mil 542 personas, colocando a 169 mil 737 personas.

En tanto, 116 mil personas fueron colocadas a través del Portal de Empleo y 23 mil 493 mediante las diversas Ferias de Empleo.

Mínimo impacto

Para Robert Duval, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), los esquemas de empleo de la Secretaría del Trabajo “tienen que repensarse dramáticamente, pues son programas muy pequeños y con un impacto mínimo”.

“El impacto global de estos programas sobre el desempleo es virtualmente inexistente”, manifestó el investigador del CIDE, quien consideró que el alcance de los programas de fomento al empleo de la STyPS resulta escaso, al estar desvinculados con los sectores generadores de empleo (empresas), y ante la falta de coordinación entre las mismas dependencias del gobierno federal, y del mismo con los estados y municipios, así como entre la política laboral y el combate a la pobreza.

“Y definitivamente, una de las formas de acabar con la pobreza es el empleo”, indicó Robert Duval.

De acuerdo con el especialista, una de las razones por las que son pocos los desempleados que buscan trabajo mediante los programas federales es la falta de conocimiento o difusión de los mismos, pero “también porque la oferta laboral no es atractiva”.

Expuso que uno de los defectos relevantes de los programas en cuestión es que no están enfocados en los segmentos más necesitados.

“Son programas que además de tener una escala de operación muy baja, no necesariamente benefician a los trabajadores más pobres, pues se enfocan en empleos para trabajadores que tienen una educación intermedia (primaria y secundaria terminada), que no son los más pobres del país, y tampoco están orientados a los desempleados que pertenecen al sector informal”, explicó.

Falta coordinación

Otra de las razones del minúsculo avance de los programas federales de fomento al empleo es la importante disociación que existe entre las dependencias, los sectores y las políticas públicas y sociales.

“El problema que tienen los programas de la STyPS es la falta de coordinación entre dependencias y un esquema conjunto entre las distintas áreas, rurales y urbanas, por ejemplo, además que el tema del empleo se ha desasociado del problema de la pobreza”, indicó Duval.

Por su parte, Eduardo Loría, profesor e investigador de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), expresó que los programas federales de fomento al empleo son totalmente marginales en relación al fuerte problema del desempleo, pues estos programas atienden a muy poca gente.

Además, dijo, las oficinas son muy burocratizadas, existe poca información para la gente.

“Esto no quiere decir que deban desaparecer, pues sin ellos la situación sería aún peor. Y lo positivo es que tratan de vincular a la gente con las empresas”, comentó el también coordinador del Centro de Modelística y Pronósticos Económicos (Cempe) de la UNAM.

Agregó que una limitante a la expansión de estos programas es el hecho de que el sector público tiene cada vez menor capacidad o recursos para generar crecimiento económico.

No todo es malo

Robert Duval, del CIDE, consideró que existen programas que son rescatables, como es el caso de Bécate, el cual está orientado a capacitar a personas desempleadas que provienen del sector formal, aunque mencionó que se deben replantear algunos de sus incentivos.

“De todos los programas de empleo de la STyPS, es de los que mejor funcionan, pero no es totalmente positivo, ya que el proyecto ha mutado de forma tal que las empresas terminan recibiendo un subsidio por capacitar in situ a sus posibles nuevos trabajadores”, dijo.

Otro de los problemas es que no se atiende a la población más necesitada, es decir, a la proveniente del sector informal, que es más de 50% de los ocupados, y a las personas más pobres.

“Según evaluaciones, los programas de apoyo al autoempleo, no tienen un claro impacto positivo, además que múltiples dependencias como Sedesol, la Secretaría de economía, y la SPTS, tienen programas similares”, dijo Duval.

Quizá sería mejor tener un programa centralizado que tuviera ventajas de economías de escala que evitara duplicaciones, que podría tener un impacto para los trabajadores y empresarios. De hecho, también la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) ha comenzado a crear ya sus propios programas de empleo, apuntó el especialista en mercado laboral del CIDE.
Ixel Yutzil González, EL Universal, 27 de octubre.

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