“El instituto desatiende a menores”

Pese a tener agentes especializados en atención a niños migrantes, el Instituto Nacional de Migración realmente no les da un trato digno y evita que las detenidas denuncien si fueron víctimas de trata al deportarlas de inmediato, denunciaron ayer participantes del Foro Internacional sobre niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados o separados de su familia.

Integrantes de albergues que atienden a migrantes manifestaron que en realidad los agentes no respetan los derechos humanos de éstos y para los niños y adolescentes los peligros son mayores, porque muchas veces son separados de sus padres, familiares o conocidos con los que viajan.

El sacerdote Ademar Barilli, coordinador de la Casa del Migrante en Tecún Umán, Guatemala, comentó que al llegar a su albergue intenta disuadir a las mujeres que van solas con sus hijos de cruzar la frontera. Se explica, dijo que corren peligro, porque después no saben qué pasará con sus hijos, pero aún así deciden aventurarse; “no tienen miedo, lo único que quieren es tener una vida mejor”.

En tanto, Axel García Carballar, representante de la Dimensión Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano, explicó con casos las situaciones a las que se enfrentan los menores, tanto extranjeros como nacionales, que incluso los llevan a la muerte.

Relató el caso de un niño chiapaneco que encontraron en las calles de Cancún vendiendo chicles y lo llevaron a un albergue; ahí llegó la policía para detenerlo porque había sido reportado por el DIF. Sin embargo, no se les entregó sino hasta que se encontraron a sus familiares.

Después no se logró contactarlo. y un año después un tío del menor les dijo que se había suicidado.

En 2010, Oficiales de Protección a la Infancia de la delegación del Instituto Nacional de Migración en Oaxaca distorsionaron las declaraciones de varios niños para separarlos de su madre y acusarla de tráfico de menores; además intentaron criminar a los defensores de derechos humanos que apoyaban a esa familia, en concreto al sacerdote Alejandro Solalinde.

México. Eugenia Jiménez, Milenio, 25 de mayo.