Relatan 'infierno' en México

"Se subió al tren una señora que traía a su bebé como de 2 años, abrazado. A la mitad de la noche sólo observamos que el sueño le ganó por el hambre y el pequeño se le resbaló de las manos. Al darse cuenta solamente gritó". Testimonio de un migrante en Saltillo.

"En Veracruz, dos niños que viajaban en el tren fueron asaltados, violados, torturados. Uno murió y al otro lo abandonaron porque lo dieron por muerto. La Casa del Migrante lo albergó, lo hospitalizó y a los tres días, en trámite su custodia, Migración lo repatrió", Relato de otro indocumentado.

Los testimonios recabados por Dimensión de la Pastoral de la Movilidad Humana y dados a conocer en el foro sobre la niñez migrante no acompañada reflejan el infierno que los niños, niñas y adolescentes indocumentados viven durante su cruce por el territorio nacional.

Una proceso que llega a ser más difícil incluso que las causas que los expulsaron de sus países de origen, como la pobreza o violencia, coincidieron sacerdotes y miembros de la iglesia de Guatemala, El Salvador y México encargados de atención a infancia migrante.

Axel García Carballar, representante de la Dimensión de la Pastoral de la Movilidad Humana de la CEM, compartió las historias de los niños que cruzan por los albergues de la Iglesia a lo largo del territorio nacional. Llegan solos o acompañados, pero siempre cargando a cuestas historias de violencia, de pobreza, de desempleo o escapando del reclutamiento forzado de pandillas o grupos del crimen organizado.

El padre Ademar Barili, cuenta que cada año alrededor de 8 mil menores de edad cruzan por el albergue que él encabeza en Tecún Umán, Guatemala, y reprocha que la única respuesta a la atención de este grupo sea la creación de estudios o publicación de leyes, sin que haya un avance en su cumplimiento y coordinación de autoridades.

"Parecen 'conejillos de india'. Todos los días tienen encuestas de 15 días. Tenemos los estudios, las leyes, lo que no hay es alguien que se comprometa de veras, que se cumplan las que existen y se asuman compromisos", remarca Barili.

El padre Pepe Moratalla, de la Fundación Salvadoreña de Educación y Trabajo, comparte el terror de la infancia y adolescencia que crece con el estigma de la Mara. Escoge un macabro testimonio que estremece al auditorio: un adolescente es obligado por la "clica" a matar a un niño para ingresar a la pandilla. No suficiente, le piden sacarle el corazón y ofrecerlo a Satanás en un cementerio.

"¿Cómo frenamos un tiempo de migración que es porque no tienen nada? Entonces no pierden nada en su cruce. ¿Que los violan, que los golpean? Lo mismo los viola el trata en turno. En sus lugares no tienen nada que perder. La gente que se nos ha ido es la mejor", reprocha.

Alerta que mientras el drama de la migración sea más grande que las respuestas, el Estado, la Iglesia y la sociedad estará pecando de asistencialismo.

"Mientras, la mayoría de nuestros muchachos vuelve en ataúdes", sentencia.

Daniela Rea, Reforma, 25 de mayo.