La crisis mundial, reconoció el banco central, puso en evidencia “debilidades” de la economía mexicana. Una que identificó puntualmente fue “la elevada dependencia de México del ciclo económico de Estados Unidos”, uno de los pilares donde en los últimos 20 años los sucesivos gobiernos han basado la concepción de la política económica. El organismo planteó la necesidad de explorar mecanismos para “depender menos” de la economía estadunidense.
El desempeño de la economía en el segundo trimestre fue peor que en el primero, cuando el PIB se contrajo a una tasa anual de 8.2 por ciento. Para el periodo abril a junio pasados, el Banco de México estimó que la caída del PIB alcanzó una magnitud de entre 10.5 y 11 por ciento, la más pronunciada en siete décadas.
“La fuerte contracción económica que se ha observado no se ve manifestada únicamente en los datos correspondientes a los niveles de actividad de los distintos sectores productivos, sino en otros indicadores asociados al gasto interno”, destacó el organismo en su Informe sobre la inflación abril-junio de 2009, presentado ayer.
De esos indicadores, se centró en detallar una contracción de 33.3 por ciento anual en las importaciones de mercancías durante el segundo trimestre de 2009, que supera a la observada durante la crisis de 1995, y lo que caracterizó como “fuerte caída” de 14.9 por ciento anual de los ingresos tributarios entre enero y mayo pasados. En el caso del impuesto al valor agregado (IVA), un gravamen al consumo, la caída fue de 20 por ciento.
Aun cuando la contracción de la actividad productiva en el segundo trimestre del año superó a la observada entre enero y marzo, Manuel Ramos Francia, director general de investigación económica del banco central, consideró ayer que “es previsible” que la trayectoria negativa de la actividad económica “se tienda a revertir en el tercer trimestre del año”.
Basó su estimación en “el desvanecimiento de los efectos de los choques temporales” que influyeron negativamente sobre la actividad en el segundo trimestre, como la paralización de algunos sectores por la emergencia derivada del brote de gripe a finales de abril y principio de mayo, o los paros temporales en la industria automotriz, así como a una posible reactivación de la demanda por exportaciones mexicanas, “reflejo de la gradual recuperación que se espera registre la economía de Estados Unidos”.
Así, el Banco de México pronosticó que la economía mexicana decrecerá en 2009 entre 6.5 y 7.5 por ciento, rango que supone un ajuste de casi tres puntos respecto del anticipado en abril pasado, que situaba la contracción en una horquilla de 3.8 a 4.8 por ciento.
A la vez, el organismo revisó al alza el pronóstico de crecimiento para 2010, que ubicó ahora en un rango de 2.5 a 3.5 por ciento, superior en un punto porcentual al 1.5 a 2.5 por ciento considerado en el informe de abril pasado.
Con las nuevas previsiones sobre el comportamiento de la economía, Ramos Francia dijo que el banco central estima que este año ocurra una pérdida de entre 635 mil y 735 mil plazas en el sector formal de la economía. Este número, en caso de quedar así, implicará que se habrán destruido el doble de puestos que los 335 mil creados en 2007 y 2008, los dos primeros años de la actual administración federal, de acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Si la economía evoluciona de acuerdo con lo estimado por el BdeM, Ramos Francia calculó que en 2010 se crearán entre 200 mil y 300 mil plazas en el sector formal, alrededor de una tercera parte de las que se perderán en 2009.
Riesgos de la dependencia
En el informe presentado ayer, el banco central aseguró que la crisis financiera global ha puesto en evidencia “debilidades y fortalezas” de la economía mexicana. La contracción de la actividad ha sido mayor a la registrada por muchos otros países y ello, afirmó, refleja:
La elevada dependencia de México del ciclo económico de Estados Unidos; un deterioro en los niveles de confianza de los inversionistas, derivado “de un importante estrechamiento” de los márgenes de maniobra de las finanzas públicas a causa de la caída en el precio y volumen de producción de petróleo (la principal fuente de ingresos del sector público); la baja flexibilidad que exhibe México para reubicar eficientemente sus factores productivos, y la falta de mayores incentivos para adoptar tecnologías de punta y de prácticas de trabajo más eficientes.
Ramos Francia consideró que el consumo en Estados Unidos, que es motor del crecimiento económico en aquel país, es posible que no recupere los volumenes anteriores a la crisis. Entre otros factores, porque las familias estadunidenses se verán forzadas a ajustar sus patrones de consumo a un ritmo más sostenible, y porque a largo plazo la población de ese país tenderá a envejecer y a gastar menos. Y la economía mexicana –por decisiones de política adoptadas por gobiernos anteriores– se ha especializado en proveer bienes de consumo a ese país: desde automóviles a aparatos electrónicos y de línea blanca, que son manufacturados aquí y exportados a ese mercado.
El Banco de México cree que, en este sentido, el país enfrenta una doble problemática: una parte de su especialización en la producción manufacturera tiende a migrar a otras regiones del mundo como China y, dados sus patrones de especialización, México se ha concentrado en la producción de diversos bienes consumidos por las familias estadunidenses, cuya demanda posiblemente crezca a un menor ritmo a futuro, como los autos y electrodomésticos.
“Hay que poner la reflexión sobre la mesa: Qué tipo de medidas y políticas se deben poner en práctica para que la economía mexicana sea más competitiva y dependamos menos de nuestra exportación al mercado de Estados Unidos, y que podamos exportar a otras economías que van a mostrar en los años subsecuentes a la crisis tasas de crecimiento mayores a las de Estados Unidos”, planteó Ramos Francia.
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