Rodrigo Medina de la Cruz. Joven. Sencillote. No tarda en responder, cuando se le pregunta si debajo de la camisa blanca con su nombre grabado, tiene la de los Rayados del Monterrey o la de los Tigres Universitarios de Nuevo León, los dos equipos más populares en esta entidad. La gente es de uno o de otro.
“¡Yo soy tigre y nunca lo he negado! Te aseguro que los del equipo rival, me refiero a los rayados, respetan más al que dice la verdad que al que es chaquetero. Mis asesores me aconsejaron que no dijera a quien le voy, me sugirieron que me pusiera una camiseta con la mitad de uno y la mitad de otro. No quise, no les hice caso. Mi adversario, el otro candidato, sí se puso una playera con los dos colores, allá él”.
Anda de buen humor. No le molesta que dos mujeres que lo saludan le digan que si ya los priístas van a ser igualitos, porque se parece a Enrique Peña Nieto. “¡Es mi hermano!”, les dice. Sí hay semejanzas, pero este joven de 37 años de edad no se ve, no se escucha tan formal, tan acartonado.
Las encuestas te dan una ventaja que no es mala...
Y empezamos 20 puntos abajo. Hubo quienes de mis amigos me aconsejaron que lo pensara dos veces antes de entrarle. Pero esta es mi ocasión. Yo no soy un candidato de temporal, de ocasión. Me he preparado, para competir y para gobernar.
¿Entonces no eres el delfín del gobernador José Natividad González Parás?
¿Delfín?... no, soy vaquero, en el americano le voy a los de Dallas. Al actual gobernador le tengo agradecimiento por la oportunidad de colaborar con él, por sus enseñanzas. Hay que saber ser leales. Pero mi compromiso será con el pueblo de Nuevo León.
Sin interés en ataques azules
¿No le cubrirás las espaldas?
¡No voy a ser tapadera de nadie, no llego a cubrir a nadie! Gobernaré yo, con un equipo, y dialogando con todos. Pero lo repito, yo seré el que dé la cara, el que asuma las responsabilidades.
Pide una tortilla inflada y un jugoso corte de carne. Lo baña con salsa de chile piquín. Dejará de comer varias veces para responder a los saludos. Un par de horas antes, en su oficina, se le preguntó por qué no ha respondido a los ataques verbales, a la propaganda del panista Fernando Elizondo.
“¿Para qué?”, responde.
No sé, no sé, tú dime.
No tiene caso. Si yo fuera asesor de Elizondo le hubiera aconsejado que se olvidara de Rodrigo Medina, que hiciera campaña de propuestas. Contestarle sería rebajarme a ese nivel de denigración, de descalificaciones que, te lo puedo asegurar, no agradan a la gente.
¿Y cuáles han sido tus propuestas?
Trataré de resumir. Nuevo León necesita tranquilidad, paz. Hay que combatir a los delincuentes con un nuevo tipo de policía. Desde luego que con los criminales no se negocia. Y reactivaremos la economía, estamos inmersos en una crisis, hay desempleo. Reactivación en la industria, en el campo.
Yo respeto y defiendo la cultura laica, pero esto no evita que trate de impulsar el que tengamos valores, fortaleza espiritual, dignidad humana.
¿Qué relación tendrías con el presidente Felipe Calderón en la lucha contra el crimen organizado?
Tendrá en un servidor a un gobernador que lo respaldará, que cooperará, será un respaldo institucional. Quien diga que puede solo está equivocado. Esta lucha no puede ser bandera electoral ni de golpes aislados.
Rodrigo Medina. Expresa que hablar de cambio en las campañas ya es un lugar común. “Todos debemos entender que ya no estamos en época de cambios, sino en cambio de épocas. Y por ello, para ello me he preparado, para ser el gobernador de la nueva época de Nuevo León”.
Después, presume la fotografía de su esposa y sus triates, dos niñas y un niño que nacieron hace un año. “Trajeron no una, sino tres tortas bajo el brazo”, dice. Y se ríe. Y habla con ese estilo, ese tono, esa forma de hablar tan de la gente sencilla del norte.
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