Antes esto era el horror. En La Pradera, al noreste, o Santo Domingo, al noroeste, en Pablo VI o Juan XXIII, en 12 de Octubre o Aranjuez, las colonias populares donde subirlas hasta la punta equivalía a dar diez vueltas en las escaleras de un edificio de cincuenta pisos. Nadie entraba y nadie salía sino era con el salvoconducto de las milicias urbanas o de los paramilitares que al final terminaron por apoderarse del territorio.
Antes esto era un cazo caliente. El Bloque Cacique Nutibara y el Bloque Metro dominaban con su terror. Los muchachos cargaban armas desde los 7 u 8 años, a los 12 o 14 ya eran experimentados combatientes, y a los 22 graduados y líderes añejos de la violencia. Cargaban rifles en lugar de útiles y merodeaban los cerros en pleno dominio. Era el caldo de cultivo del narco, las zonas que prohijó Pablo Escobar, la que llenó de seguidores y adictos a lo suyo, los territorios intransitables.
Ahora cuando uno viaja en el cubo de vidrios anchos cruza en el silencio desde el aire y a veces escucha el vallenato que sale de las casuchas de cartón o los edificios de ladrillo. El Metrocable es el emblema que en la zona noroeste, la línea K, tiene una vía de dos kilómetros, con 90 cabinas que corren a 5 metros por segundo, con estaciones modernas y limpias, y las últimas terminales colindan con bibliotecas de lo que se quiere convertir en una ciudad digital.
Ahora, esto tiene otro rostro. Los niños cargan instrumentos musicales y no se les ve con metralletas. Del Bloque Cacique Nutibara a la Orquesta de Red de Bandas, del crecimiento desordenado de viviendas al urbanismo social y los edificios de departamentos construidos con ladrillo para que así queden las fachadas y nunca se pinten, porque la pintura tiene plomo y tóxicos, y las comunas tienen que crecer ahora en el respeto ambiental.
Hasta acá trajeron al Presidente Felipe Calderón y a su esposa Margarita Zavala. Guiados por el Alcalde de Medellín, Alonso Salazar, visitaron la Comuna 13, que antes era el infierno a pesar de estar tan cerca del cielo.
El recorrido arrancó en la Estación San Javier de la Línea J del Metrocable, que es usada por unas 150 mil personas diariamente que viven en las regiones altas. Desde arriba, desde el cubo meneante, Calderón miró hacia abajo y hacia el cielo que parecía más cerca que las chozas y las casas.
El Metrocable es uno de los proyectos fundamentales de la recuperación de espacios en Medellín, cuyo costo fue de 50 millones de dólares. El primero en impulsarlo fue Sergio Fajardo, un matemático metido a la política por la desesperación. Fajardo gobernó cuatro años y le sucedió Alonso Salazar, un periodista conocedor de todos los rincones de Medellín. Autor de varios libros, dos son emblemáticos: "La parábola de Pablo", la mejor biografía de Pablo Escobar, y "No nacimos pa'semilla", un relato sobre la violencia juvenil en Medellín.
Metidos en esta locura
Alonso Salazar guió al Presidente Calderón y su esposa Margarita Zavala por el teleférico, y luego los llevó a unas de las bibliotecas que se han construido en medio de las comunas y que permanecen abiertas prácticamente todos los días del año.
"La educación es estratégica, es base fundamental del proyecto de intervención urbana y social en esta zona que tuvo un rigor extraordinario de la violencia y hasta el 2002 tenía presencias de guerrillas y paramilitares", explicó Salazar.
Para el Alcalde la recuperación de los espacios debe considerar a la gente como centro de su acción y una política de seguridad y antiviolencia respetuosa de las garantías individuales.
"Cuando los Estados aceptan la tentación de incumplir los derechos humanos para dar seguridad, se abre un boquete inmenso que multiplica más violencia y desintegra la sociedad", dijo el Alcalde.
Lo suyo, insistió, es fomentar la participación. "Es necesaria una altísima participación de las comunidades. El protagonismo especialmente de la juventud. Una democracia con la participación más calificada de la ciudadanía. Y todo es posible sobre la base de la no corrupción, un manejo transparente de los recursos. Si los recursos públicos se manejan bien, se dan resultados de transformación importantes", apuntó.
Parece increíble que Medellín comience a transformarse. Y desde el cielo, se mira a la tacita de plata, que no hierve en fuego. Y unos políticos distintos, "que nos metimos en esta locura nada más por Medellín", según Salazar. Políticos que no lo parecen y quizás por eso lograron lo que lograron.
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