Lo decidido ayer en la ciudad hondureña de San Pedro Sula fue el corolario de un intenso trabajo diplomático iniciado en enero último con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Fue el paso siguiente al que dio el propio presidente de Estados Unidos en la Cumbre de las Américas de abril último.
El factor comunista
Allí, en ese cónclave, ya se avizoraba el levantamiento de las sanciones a la isla, de la misma forma en que en agosto de 1961, en la ciudad uruguaya de Punta del Este, la dinámica de la revolución y la negativa de Cuba a apoyar la Alianza para El Progreso (el recordado cónclave al que asistió el Che Guevara), ya se dejaba ver lo que pasaría cinco meses después. El 31 de enero de 1962, en ese mismo escenario del balneario uruguayo, la octava Asamblea del organismo adoptaba la drástica decisión contra Cuba.
Con el voto de 14 países en favor y seis abstenciones (las de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México), se había aprobado la resolución en la que se manifestaba la “incompatibilidad” que excluye “al actual gobierno de Cuba de su participación en el sistema interamericano”.
“Que la adhesión de cualquier miembro de la Organización de los Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio”, rezaba el texto.
Ayer, las declaraciones del líder cubano, Fidel Castro, no dejaron presagiar cambios de postura. Horas antes de la votación, Fidel había acusado a la OEA de “ser cómplice de todos los crímenes” contra la isla.
Anoche el gobierno cubano circunscribió a “la rebeldía” de los países miembros la histórica decisión, en un mensaje oficial transmitido por la televisión de la isla, en el que se reiteró que no se volvería al organismo interamericano.
La decisión de la OEA llegó cuando la revolución cubana transita su medio siglo, cuando una nueva era en las relaciones internacionales parece haber comenzado con la llegada de Obama a la Casa Blanca y cuando Washington y el resto de los países de la región ratificaron, en San Pedro Sula, el camino que emprendieron en Puerto España.
Ahora, queda la mitad de la faena por hacer. Despejar todos los escollos que puedan existir, incluso las declaraciones altisonantes —como las de Fidel—, para que este histórico deshielo termine como todos los gobiernos regionales desean: con Cuba no sólo insertada en la OEA, sino ahondando el diálogo con Washington, hasta poder llegar a la meta final. O sea, al fin del bloqueo.
Una meta que ayer, en la mayoría de las cancillerías de la región, se veía como un poco menos lejana que hace algunos meses. El próximo paso es esperar las nuevas decisiones de La Habana. Será después de ese momento cuando podrá saberse si ese día, tan o más histórico que el de ayer, se concretará finalmente.
José Vales corresponsal, El Universal, 4 de junio.
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