La actual senadora priista, quien se desempeñó como embajadora en Alemania y Argentina, recuerda los inicios de la relación trilateral con Estados Unidos y Canadá. Muestra una fotografía en la que aparece con los ex cancilleres Madeleine Albright, de Estados Unidos, y Lloyd Axworthy, de Canadá, en Santa Fe, Nuevo México, en la que los tres se comprometieron a no obstaculizar la relación estratégica, que “hoy no la veo más”.
Lamenta que desde el Ejecutivo se le haya dado nacionalidad y pasaporte mexicano al virus de la influenza y que cometiera el “error” de responder a las cartas del comandante Fidel Castro.
¿Cómo evalúa la política exterior del gobierno de Felipe Calderón?
Reconozco el enorme esfuerzo que hicieron el presidente Felipe Calderón y su canciller, Patricia Espinosa, para resolver los entuertos (que dejó Vicente Fox); para arreglarse con Cuba, Argentina, Venezuela; para resarcir un poco el daño que se causó en relaciones que hasta pueden contarse en dinero.
Venezuela, por ejemplo, tomó algunas acciones poco amistosas: se salió del G3 y quedó sin efecto un tratado de protección a las inversiones extranjeras. Eso permitió (a Caracas) ir contra empresarios mexicanos.
¿La política exterior tiene buena proyección?
Me parece muy dispersa. Una vieja aspiración de México que nunca hemos logrado consolidar es la diversificación, pero hay una gran diferencia entre diversificación y dispersión.
No podemos abarcarlo todo: debemos tener conciencia de que somos un país emergente con recursos limitados. Una estrategia para estos momentos sería una de trato amplio y buenas relaciones con todos, pero con una concentración selectiva en aquellos países que significan mucho para México, medido en términos de inversión, de dónde están los inmigrantes, de dónde está el poder económico y político. Ese proyecto todavía no lo he visto. He visto uno de apertura de “más México en el mundo y más mundo en México”, pero eso no me dice nada, me habla de dispersión. Me encantaría que se dijera “más México” en dónde y “más dónde” en México, porque si no estamos confundiendo mucho el tema del comercio y la inversión con el de la política exterior.
Este eslogan generalizado sólo ha provocado dispersión y atención reducida. Si queremos más de todo vamos a tener menos de cada cosa. No podemos solamente trabajar el tema económico, México no está gobernado únicamente por su balanza de pagos; tenemos que trabajar los temas políticos, los temas de la cancillería.
A que atribuye esta dispersión. ¿No están las personas indicadas en la cancillería?
No creo que sea eso. El presidente Felipe Calderón es una persona que toma sus propias determinaciones, creo que delega poco y, en ese sentido, las decisiones son las decisiones del presidente Calderón. Es difícil tener su oído para modificar sus percepciones. Creo que es una gran pérdida, porque sí tiene expertos, no en todos los ministerios, pero sí en Relaciones Exteriores, sí en Hacienda.
El tema no es sólo tener un gabinete de dream team; la cuestión es escucharlos y ajustar algunas decisiones a los mejores consejos. Esta idea de “más México en el mundo y más mundo en México” tuvo que ver con una política de ventas, de mercadotecnia, más que con un diseño de estrategias políticas-diplomáticas, comerciales y financieras. Si hubiera sido así, la crisis no nos hubiera golpeado tanto, hubiéramos tenido una diversificación efectiva, real, como la de Brasil.
Más allá de Cuba y Venezuela, ¿es buena la política exterior de México con los países de América Latina? ¿Existe el liderazgo?
Es cierto que México tiene relaciones amistosas prácticamente con todos los países, pero la intensidad de las relaciones no puede ser idéntica, porque entonces el efecto y el esfuerzo se dispersan. México no ha sabido en esta administración escoger a sus aliados.
Decir que América Latina también es prioritaria es una exageración: quién en América Latina, qué país en América Latina necesitamos ganarlo para generar una dinámica distinta… Yo diría que Brasil.
No veo una estrategia de política exterior clara. Sé que el Presidente va en agosto a Brasil. Hay todavía mucho resentimiento frente a Brasil, porque lo está haciendo mejor que México. Me parece que esa sería una prioridad especifica: generar confianza con Brasil para podernos insertar mejor en América Latina.
El líder en América Latina no es México, es Brasil, que tiene, de alguna manera, un dominio reservado en el sur, y ahí donde no tiene peso, que es Centroamérica y El Caribe de habla española, Venezuela ha ido sacándole los espacios a México.
¿Hay focos rojos?
En política exterior no, pero hay focos rojos en todas partes: el de la criminalidad, la pobreza, la pésima distribución del ingreso, el desempleo, el comercio informal, la caída en las remesas, el retiro de crédito a las Pymes. Hay una estrategia punitiva, esa si la hay: ahí están el Ejército, los policías, pero no veo el socorro económico, no veo la estrategia que ayude a las familias mexicanas.
Al no haber una buena estrategia interna ni una buena estrategia externa estamos en un ambiente que en general es depresivo, y lo que vino a rematarnos fue el famoso virus (de la influenza).
¿Cómo reaccionó Calderón frente a la epidemia?
Sobrerreaccionó, porque hizo un mal cálculo. Tenía que haber hecho un análisis claro del impacto que tendría el cierre de escuelas, cines, teatros, auditorios, estadios, negocios, restaurantes…
¿A quién le pegó? A nosotros, que tenemos aparatos que nos reproducen colecciones de películas, no. Yo no vendo chicharrones en el estadio. Le pegó a la gente que vive de eso; al mesero, a la chica que corta el pelo, a quienes viven de sus propinas; a la gente que no tiene protección, que no está registrada en el IMSS, que no tiene seguro de desempleo…
(Cuando se anunció la influenza) estaba en Turquía, en una reunión de ex cancilleres. Desde ahí vi con horror cómo México hizo el virus mexicano, le dio pasaporte, le dio nacionalidad, lo acaparó.
La atención México la puso. El gobierno de México decidió poner la atención en las medidas y, por lo pronto, el virus adquirió nacionalidad mexicana. En Estados Unidos, donde hay el doble de casos, no vi jamás a una persona con tapabocas, no cerraron las escuelas.
¿Fue necesario que México respondiera a Fidel Castro?
El exceso con el que Cuba reaccionó me lastimó, porque se había hecho un gran esfuerzo tanto desde el gobierno federal como del Congreso para restablecer la relación en su máxima expresión.
Para México el interlocutor es el gobierno de Cuba y no las personalidades o los líderes de antaño. Entonces se empantanó mucho, porque la negociación tendría que haber sido directa con el gobierno y hacer oídos sordos en el caso de cualquiera de otras voces que se levantaran.
Contestarle a Fidel me pareció siempre un error. Fidel no es un interlocutor: sí es una figura pesada, claro, fue un dirigente muy importante, pero no representaba al gobierno de Cuba; nosotros le dimos esa representación.
El Presidente tendría que ir a Cuba y dejar resuelto esto. Cómo vas a permitir que una isla con la que nosotros hemos sido siempre solidarios nos vuelva a poner las peras a 25, como cuando pasó lo del “comes y te vas”, luego los videos (de Carlos Ahumada); no podemos caer en provocaciones: somos México, un gran país, no podemos perder en un pleito callejero y rijoso.
Cuba ya no es y ya no debe ser un tema. Quiero mucho a Cuba, siempre he sido amiga de Cuba, pero seamos proporcionales. Esta idea de dispersión nos lleva a tratar a todos los países de una misma manera.
¿México debe acceder al traslado de Florence Cassez a Francia?
No. Sería muy criticable que cediéramos a las presiones del presidente Nicolas Sarkozy. Sentaríamos un precedente terrible. El único punto medio que puedo encontrar es que cumpla la mitad mas uno de los años de su sentencia en México (31 años), y después se vea su caso, a ver si da, para que haga el resto de su sentencia en Francia; pero no podemos ni debemos ceder en este caso, y yo me voy a envolver en la bandera para impedirlo.
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