Ley de videojuegos, letra muerta

Los niños y jóvenes de la ciudad permanecen expuestos a imágenes cargadas de violencia extrema y erotismo por medio de los videojuegos que se encuentran en negocios, pues los propietarios y los padres de familia no siempre pueden controlar o impedirles el acceso.

Las autoridades de la capital, a su vez, tampoco son capaces de hacer valer la Ley para el Funcionamiento de Establecimientos Mercantiles, que tiene un apartado específico que regula los juegos de video, electrónicos, mecánicos y electromecánicos y que establece sus clasificaciones.

A Jorge le ha tocado atender a niños que llegan al local donde trabaja y le piden juegos clasificados como altamente agresivos debido a su contenido, permitidos sólo para personas de 18 años de edad en adelante.

“Un día llegó un chamaco como de siete años y me dijo, me prestas el de los robacoches (Grand Theft Auto), se siente muy feo porque yo también estoy chavo”, comenta el jovencito, quien trabaja en un establecimiento de renta de consolas de juego y televisores.

Ese videojuego en particular tiene un alto contenido de violencia y entre las pruebas que enfrenta el jugador se encuentran algunas relacionadas con actos delictivos, te obliga a “ser como el líder del vandalismo en general”, dice Édgar Álvarez, empleado de un local destinado exclusivamente a la venta de videos.



Padres de familia desconocen ley



José Ángel Garfias, investigador de la UNAM, señala que en la ciudad es muy común que los chavos jueguen lo que no es apto para su edad, debido al desconocimiento que tienen los padres de familia de la clasificación, que fue establecida en Estados Unidos.

Según Álvarez, de cada 10 papás que llegan con sus hijos a comprar un videojuego, dos aceptan adquirir el que eligen sus hijos aunque contengan imágenes violentas y el Gran Robo de Auto o Grand Tefth Auto es de los más solicitados, junto con Resident Evil 5.

“Es poca la gente que pide un juego y ve la clasificación y los papás no saben realmente, hasta que le preguntan a uno, pero son muy pocos”, dice Garfias.

Pero ¿en qué podría afectar a los menores de edad participar de estos juegos?

María Elena Sánchez, investigadora del Departamento de Sociología de la UAM Iztapalapa, considera que “el uso de videojuegos puede ser determinante en la conducta que tengan los niños. También puede ser detonante de violencia porque es natural, es lo que viven virtualmente”. Sin embargo Garfias opina lo contrario y argumenta que “hay referentes más reales, no por ver algo lo recrean”.

El propietario de otro establecimiento con monitores para jugar Play Station considera a ésta una diversión sana porque los jovencitos destinan entre 30 y 60 minutos al día, sin interferir con sus estudios.

Luchas, futbol y videojuegos musicales también tienen su demanda y su clasificación.

El locatario asegura que niega los juegos agresivos a menores de edad y reconoce que sí llegan a solicitarlos pero sólo “si vienen con un adulto se les presta”.



“Sí hay repercusiones”



María Elena Sánchez considera que aún este tipo de juegos de video tienen sus repercusiones en los menores porque la competencia de ser el mejor se traslada a la vida cotidiana y al ser mayores (cuando se desarrolla una adicción a este tipo de videos) se mantienen en competencia para conseguir aceptación social.

Al no satisfacer esa excitación de sentirse superior al resto, recurren a las drogas, tienden a la violencia, sufren enfermedades sicológicas o incluso llegan al suicidio.

Tanto Garfias como Sánchez señalan que la demanda de videojuegos se ha trasladado a los hogares, donde los adolescentes y jóvenes tienen su propia consola o compiten con otros usuarios de diferentes países a través de internet. Por eso Garfias considera que la clasificación hecha sobre el contenido de las llamadas “maquinitas” llega tarde al Distrito Federal, porque la época de su auge ya pasó.

“Pone una clasificación que obliga a los locatarios a poner una letra a la máquina, pero lo hace en un momento en que ya no es el fuerte de la industria y no salen cosas nuevas ni se juega con el mismo ahínco que en la época de los 90”.

Pero el especialista olvida la nueva modalidad que se desarrolla en algunos establecimientos con televisores y el alquiler del uso de los juegos en consola, de los que es asiduo visitante Jonathan.

Este jovencito, quien cursa el tercero de secundaria, no tiene su propio XBOX en casa y todos los días gasta cerca de 30 pesos en hora y media de juego en un local de este tipo. Él elige el cartucho que desea usar. Inicia con carreras y sube el tono a luchas.

En otros establecimientos como locales, farmacias y tiendas aún se conservan las maquinitas tradicionales, ahora con multijuegos, pero ni la autoridad conoce la cantidad que hay en territorio capitalino.



Responsables no vigilan



En uno de esos lugares se divierte Carlos. Él ha elegido la máquina de “The King of Fighters” y cada semana destina entre cuatro y seis horas a este tipo de entretenimiento. Puede hacerlo porque ese juego tiene clasificación C, para mayores de 15 años, y él ya cumplió los 17.

Pero aunque no tuviera la edad mínima requerida podría haber llegado, como lo hizo, y usar el juego de su agrado, mientras el propietario platica con sus amigos distraidamente a dos locales de distancia sin percatarse de lo que ocurre en su negocio. En la ciudad de México se encuentran registrados 567 títulos de videojuegos, que van desde la clasificación más sencilla, que es la A, hasta la D, con altos contenidos de violencia.

Lauro Martínez, subdirector de Establecimientos mercantiles de la Subsecretaría de Programas Delegacionales del gobierno capitalino, comenta que en los últimos años se ha reducido la demanda de registro de este tipo de juegos en la capital porque se han generado pocos títulos nuevos para las llamadas “maquinitas”.

El funcionario reconoce que no existe un censo sobre la cantidad de máquinas que hay en locales, como farmacias y tiendas y que corresponde a las delegaciones supervisar la operación de estos juegos y aplicar sanciones: “Nosotros no tenemos facultades”.

Las delegaciones son las encargadas de autorizar la apertura de este tipo de establecimientos y cuando los propietarios llegan a la ventanilla única los enlazan con la Subsecretaría de Programas Delegacionales, la que se encarga de registrar los nuevos títulos y otorgarle su clasificación.

La dependencia sólo realiza revisiones ópticas de los establecimientos para verificar que exhiban los diferentes tipos de clasificación oficial que hay de los videojuegos, pero no efectúa ningún tipo de seguimiento.
Mónica Archundia, El Universal, 11 de julio.

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