La preocupación por el desembarco de las tropas estadounidenses que operarán en siete bases colombianas obligó a Uribe a librar continuos debates con sus homólogos de Venezuela y de Ecuador, Hugo Chávez y Rafael Correa, y rebatir las inquietudes del resto de los mandatarios. Sin caer en los exabruptos verbales o discusiones subidas de tono de otras oportunidades, Chávez apareció como el fiscal ideológico del grupo de mandatarios con posturas más radicales ante el acuerdo y llegó a calificar el cuestionado entendimiento como “una semilla de guerra” que pone EU en la región. El mandatario venezolano reclamó la activación del Consejo de Defensa de Unasur para evaluar el convenio, algo que fue firmado de común acuerdo en un documento consensuado de seis puntos.
El propio Chávez leyó un documento, al que calificó como “el libro blanco” del Comando Sur, para denunciar que las Fuerzas Armadas estadounidenses utilizarán la base de Palanquero para realizar vuelos antinarcóticos en Sudamérica y “en África”.
Voceros del Departamento de Estado en Washington, restaron importancia a la denuncia de Chávez. “No es un plan estratégico ni de políticas” , indicó un portavoz del Departamento de Estado. “Es una evaluación de alternativas de transporte global para emergencias y ayuda humanitaria”, agregó.
Mientras cada uno de los presidentes fue desgranando sus posturas, todas críticas con el acuerdo salvo la del peruano Alan García, quien lo apoyó con matices, Uribe explicó los pormenores del tratado y negó que su gobierno “esté en juegos de hipótesis de guerra con vecinos” y condenó las amenazas bélicas de su par venezolano.
Uribe le endilgó a Chávez que en Caracas se encuentras dos miembros de las FARC, Ivan Márquez (Luciano Marín y “Timochenko (Timoleón Jiménez), en respuesta a los reproches de Chávez por haber dado asilo al ex golpista venezolano Pedro Carmona. En ese marco, Uribe también reprochó al resto de los mandatarios que “aún no han calificado a esos bandidos de las FARC como narcoterroristas”, lo que tuvo sus resultados a la hora de redactar el documento, donde la insurgencia es considerada como “un grupo violento”.
Mientras la moderación alcanzaba incluso a la anfitriona Cristina Kirchner, fue el brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva, quien pareció perder los papeles cuando recriminó el tono y extensión de los discursos y apoyó la moción de Correa de “pedir una cumbre con (Barack) Obama para que explique “cuál es su papel en Latinoamérica”.
Pero el planteamiento fue rechazado por Uribe. “No estamos de acuerdo en llamar a cuentas al presidente Obama porque ya hay mecanismos de relación, consultas y debate”, sostuvo el mandatario colombiano, quien se llevó a Bogotá lo que había venido a buscar: no cedió en el acuerdo y recibió un compromiso en el documento de seguir la luchar “contra el terrorismo y la delincuencia transnacional organizada”.
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