Diario muere un mexicano al tratar de cruzar la frontera para ir al otro lado

Mientras el gobierno mexicano presume haber salvado este año a 70 mexicanos de las filas de sentenciados a muerte, que actualmente son 55 connacionales, en la frontera norte sigue muriendo un mexicano en promedio diario por deshidratación, mordido por animales ponzoñosos o ahogado en el Río Bravo.

En lo que va del año han fallecido oficialmente 246 connacionales en busca del “sueño americano”, mientras que en el 2008 murieron en el intento de cruce 344 mexicanos.

Según cifras del Instituto Nacional de Migración (INM), el total de emigrantes muertos en la última década es de al menos cuatro mil, de los cuales mil eran menores de edad.

De acuerdo con el Colegio de la Frontera Norte (Colef), en la línea que divide a Estados Unidos y México anualmente se registran 450 fallecimientos, cifra que supera a las reportadas en zonas fronterizas de países en permanente guerra como Líbano y Palestina.

En su mayoría, los mexicanos mueren en el desierto de Altar (al este de la frontera de Arizona), donde se registran temperaturas de hasta 57 grados centígrados durante el día.

También, en el desierto del Valle Imperial –cerca de California– se han encontrado decenas de cuerpos de migrantes. “Mientras a unos los hallan en estado avanzado de descomposición, a otros los localizan abrazados a otros cuerpos, a niños abrazados a sus madres…”, dijo a Crónica Enrique Morones, dirigente de la organización humanitaria Ángeles de la Frontera, con sede en California.

Los migrantes, antes de morir, escarban con sus uñas la arena para buscar escapar del mortal calor, pero no lo logran. La piel de los cadáveres de los emigrantes hallados en el desierto de Arizona parece de cartón.

Bajo esas temperaturas es como si lentamente se cocinaran su cerebro y su cuerpo, narra Jorge Alberto Vázquez Oropeza, coordinador del grupo Beta en Sonora, llamados también Ángeles del Desierto.

La mayoría de estas muertes se debe a la deshidratación e insolación al cruzar el desierto de Arizona, pues los inmigrantes son abandonados por los polleros y no están preparados para transitar por las zonas áridas.

“No saben que no deben quitarse la ropa para amortiguar el calor, deben llevar limones para contrarrestar la deshidratación o cargar consigo ajos por las picaduras de insectos”, explicó Jorge Alberto Vázquez.

Conforme se van encontrando osamentas en el desierto de Altar se van colocando cruces para recordar a los fallecidos. También, a lo largo de la barda fronteriza en Tijuana cientos de cruces blancas recuerdan a los más de cinco mil migrantes que han muerto en su intento por alcanzar el “sueño americano” en los últimos 14 años.

Muchas veces los cuerpos en el desierto se encuentran desnudos totalmente, y es que en medio de la desesperación y la alucinación los inmigrantes se despojan totalmente de su ropa para atenuar las altas temperaturas, pero así logran lo contrario: acelerar la insolación.

Cada día elementos del grupo Beta, coordinados por la Secretaría de Gobernación, se dirigen hacia los áridos terrenos del desierto de Altar para dar suero, agua, alimento y disuadir a los inmigrantes de cruzar el desierto.

Sin embargo, los migrantes no están dispuestos a regresar, están empujados por la pobreza, la falta de empleo, y están decididos a llegar a Estados Unidos aunque eso les cueste la vida.

“Los inmigrantes juran que cruzarán la frontera. Dicen que harán hasta lo imposible, que cruzarán cielo, mar y tierra para llegar ahí. Muchos tienen familiares allá”, detalló Vázquez Oropeza, quien confirmó que en el camino han hallado desde niños de tres años hasta ancianos que buscan desesperados cruzar la frontera en busca de trabajo o de sus familiares que se quedaron allá, en Estados Unidos.
Mariana Viayra Ramírez, Crónica, 30 de agosto.

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