La reducción del tránsito ocurre entre las personas que buscan una estancia temporal en Estados Unidos, porque quienes ya residen allá –aun en condición de indocumentados– hacen todo lo posible por no regresar a su patria.
Pese a la contracción de empleos, quedó descartado el retorno masivo de paisanos, coincidieron académicos de ambos países y funcionarios durante el seminario realizado ayer en la Secretaría de Gobernación.
“Hay una reducción en el número de personas nuevas que llegan a Estados Unidos. Eso está claro. Y hemos demostrado que no se ha dado ese retorno masivo (de migrantes) del que tanto se habló en la prensa”, señaló Ernesto Rodríguez, director del Centro de Estudios del INM.
De acuerdo con información difundida ayer, la reducción del flujo se ubica en el nivel de entre 100 mil y 250 mil potenciales migrantes de un flujo calculado en medio millón. Sin embargo, precisó Rodríguez, el número de mexicanos que buscan traspasar la frontera “sigue siendo altísimo”.
Cecilia Romero, comisionada del INM, precisó que la reducción también se registra en el número de indocumentados procedentes de Centroamérica que suelen utilizar México como espacio de tránsito.
En 2006, el INM deportó 200 mil centroamericanos y al cierre del año pasado la cifra no superó los 100 mil, también por causas económicas y por la construcción de barreras en la frontera.
La duración de la baja en la migración a Estados Unidos es impredecible, está relacionada con el ritmo de la recuperación económica estadunidense, dijo Jeffrey Passel, del Centro Hispánico, con sede en Washington.
Reforma migratoria, lejana
Los participantes en el seminario señalaron que pese a la magnitud del fenómeno (más de medio millón de cruces al año con la intención de quedarse en Estados Unidos y una cantidad similar de paisanos que van y vienen), no hay perspectivas ni condiciones políticas favorables a corto plazo para una reforma migratoria en Estados Unidos.
“Estamos manejando muy mal la relación bilateral”, señaló Andrew Selee, del Instituto de Estudios Mexicanos del Centro Woodrow Wilson, en referencia a las escasas probabilidades que una enmienda migratoria ocurra en los próximos 12 meses. “El camino es largo”, dijo.
Durante el encuentro Migración México-Estados Unidos: tendencias y perspectivas de política, los investigadores y funcionarios advirtieron que la migración y las remesas continúan como mecanismos de sobrevivencia y “válvulas de escape” y no como palanca de desarrollo de las regiones más empobrecidas; el dinero que mandan los migrantes a sus lugares de origen no se destina a solventar la educación de los hijos, sino para atender otras necesidades básicas.
“No nos imaginemos que los pobres están capoteando la crisis con las remesas”, enfatizó Agustín Escobar, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (Ciesas) y coordinador de un amplio estudio titulado La gestión de la migración México-Estados Unidos: un enfoque binacional.
Escobar detalló que a diferencia de migrantes de otras nacionalidades que envían hasta cuatro veces más de lo que producirían en sus países (caso Haití y Bolivia), los mexicanos son de los que mandan menos dinero.
Los investigadores señalaron que es urgente impulsar mecanismos para favorecer el retorno de migrantes, pero con derechos (laborales, de seguridad social) y con ahorros para ser invertidos en proyectos productivos.
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