En vísperas de los comicios del 5 de julio y en el contexto de la posición expresada por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que cuestionó la legitimidad del Instituto Federal Electoral (IFE), el consejero Alfredo Figueroa adjudicó esas expresiones a la inconformidad que parte del sector privado tiene frente a la reforma electoral. “A muchos de esos empresarios no les ha caído bien el que este modelo de comunicación política intenta tutelar la equidad” de la contienda.
Al participar en el Taller de actualización para periodistas que ofrece el IFE, Figueroa recordó las violaciones a la legalidad en que incurrió el organismo empresarial en 2006, cuando “en la última semana de la elección, en el horario triple A de noticias, los anuncios del CCE eran superiores a los de algunas fuerzas políticas de México”.
Durante el taller también se abordó el tema del voto nulo. Al respecto, el consejero Marco Antonio Baños subrayó que entre quienes promueven este esquema de votación y el IFE existe una coincidencia básica: el llamado a la participación electoral. Las diferencias radican en que ellos plantean anular el voto y el instituto pugna por que se ejerza el sufragio por cualquiera de las fuerzas políticas contendientes.
“Creo que a nadie le hace bien, absolutamente a nadie, ni al IFE ni a los partidos políticos, ni al sistema político y democrático, que haya abstencionismo”. Recordó que en las elecciones intermedias de 2003 hubo una participación de 41.8 por ciento, por lo que la pregunta ahora es “si hemos logrado consolidar las instituciones y los procedimientos electorales”.
Por la mañana, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, al abordar el tema subrayó que el organismo “no puede convertirse en censor de ninguna opinión ciudadana, por lo que comunicadores, intelectuales y organizaciones de la sociedad civil que han estado promoviendo el voto nulo o el voto blanco tienen derecho a hacerlo. El IFE nunca los va a censurar”
Advirtió sobre los efectos que tiene este esquema de votación: “el voto nulo no cuenta para la decisión de quién gana o quién pierde; el voto nulo no cuenta para la asignación de diputados de representación proporcional; el voto nulo no cuenta para la distribución del financiamiento público de los partidos; el voto nulo no cuenta para la asignación de tiempos en radio y televisión; estos votos nulos no inciden sobre las determinaciones políticas”.
Explicó que el IFE no realizó una campaña con estos elementos, “porque no lo consideramos necesario. No es ilegal el voto nulo. Tampoco es una campaña para llamar a la abstención; al contrario, es una campaña para llamar a la participación, una participación especial”. Manifestó que el voto blanco computará como voto nulo y refirió las estadísticas de lo que ha representado ese sufragio (que puede derivar de errores de los ciudadanos al votar) desde 1997, cuando hubo 844 mil votos nulos; en 2000, 862 mil; en 2003, 896 mil, y en 2006. un millón 33 mil.
Al respecto, Figueroa subrayó que el voto blanco no es el medio más eficaz para construir un medio de exigencia política a los partidos, y “quienes realmente van a aprovechar ese ejercicio de exigencia política son quienes han sido desde el inicio los adversarios de la reforma electoral; aquellos espacios y sectores de la población, y empresas que desde el inicio han estado en desacuerdo, particularmente con el nuevo modelo de comunicación política”.
Al participar en el Taller de actualización para periodistas que ofrece el IFE, Figueroa recordó las violaciones a la legalidad en que incurrió el organismo empresarial en 2006, cuando “en la última semana de la elección, en el horario triple A de noticias, los anuncios del CCE eran superiores a los de algunas fuerzas políticas de México”.
Durante el taller también se abordó el tema del voto nulo. Al respecto, el consejero Marco Antonio Baños subrayó que entre quienes promueven este esquema de votación y el IFE existe una coincidencia básica: el llamado a la participación electoral. Las diferencias radican en que ellos plantean anular el voto y el instituto pugna por que se ejerza el sufragio por cualquiera de las fuerzas políticas contendientes.
“Creo que a nadie le hace bien, absolutamente a nadie, ni al IFE ni a los partidos políticos, ni al sistema político y democrático, que haya abstencionismo”. Recordó que en las elecciones intermedias de 2003 hubo una participación de 41.8 por ciento, por lo que la pregunta ahora es “si hemos logrado consolidar las instituciones y los procedimientos electorales”.
Por la mañana, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, al abordar el tema subrayó que el organismo “no puede convertirse en censor de ninguna opinión ciudadana, por lo que comunicadores, intelectuales y organizaciones de la sociedad civil que han estado promoviendo el voto nulo o el voto blanco tienen derecho a hacerlo. El IFE nunca los va a censurar”
Advirtió sobre los efectos que tiene este esquema de votación: “el voto nulo no cuenta para la decisión de quién gana o quién pierde; el voto nulo no cuenta para la asignación de diputados de representación proporcional; el voto nulo no cuenta para la distribución del financiamiento público de los partidos; el voto nulo no cuenta para la asignación de tiempos en radio y televisión; estos votos nulos no inciden sobre las determinaciones políticas”.
Explicó que el IFE no realizó una campaña con estos elementos, “porque no lo consideramos necesario. No es ilegal el voto nulo. Tampoco es una campaña para llamar a la abstención; al contrario, es una campaña para llamar a la participación, una participación especial”. Manifestó que el voto blanco computará como voto nulo y refirió las estadísticas de lo que ha representado ese sufragio (que puede derivar de errores de los ciudadanos al votar) desde 1997, cuando hubo 844 mil votos nulos; en 2000, 862 mil; en 2003, 896 mil, y en 2006. un millón 33 mil.
Al respecto, Figueroa subrayó que el voto blanco no es el medio más eficaz para construir un medio de exigencia política a los partidos, y “quienes realmente van a aprovechar ese ejercicio de exigencia política son quienes han sido desde el inicio los adversarios de la reforma electoral; aquellos espacios y sectores de la población, y empresas que desde el inicio han estado en desacuerdo, particularmente con el nuevo modelo de comunicación política”.
Alonso Urrutia y Fabiola Martínez, La Jornada, 1º de julio.
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