Los cubanos salvaron la vida gracias a un operativo del Ejército que desmanteló la casa de seguridad donde estaban cautivos.
Santos Gay, Abel Hernández Jerez, Luis Manuel Cedeño, Óscar Blanco y cinco isleños más que pidieron no revelar sus nombres no pudieron pagar los 10 mil dólares por persona que cobraban los cubanos de Florida que los trasladaron, en combinación con Los Zetas, en octubre de 2009 de Cuba a Cancún.
Durante su cautiverio, los isleños fueron insultados, golpeados y electrocutados. A uno le cortaron la oreja. "Vi la muerte cerquita; me iba del mundo", cuenta Santos Gay con los ojos húmedos.
"Me dieron con un machete, con un palo, con un cable, me pusieron corriente en la espalda", explica el cubano, a quien obligaron, al igual que al resto de secuestrados, a proporcionar teléfonos de familiares residentes en Estados Unidos, fundamentalmente en Miami, para que escucharan las torturas y así forzar el pago del rescate.
A finales de octubre de 2009 los nueve cautivos y ocho personas más se trasladaron a las costas de Isla de la Juventud, que es parte del archipiélago cubano, para abandonar su país de manera ilegal.
Cuando los 17 cubanos llegaron por la noche al punto costero donde esperarían la lancha procedente de Florida notaron la presencia de tres camiones con soldados.
No obstante, el grupo de cubanos se lanzó al mar. Los militares los alumbraron con potentes faros; les gritaron que regresaran a la costa y les hicieron saber que estaban dispuestos a impedir la fuga.
Después de un rato ocurrió el milagro. "Como por arte de magia apareció una lancha delante de nosotros", relata Hernández Jerez. Los 17 cubanos la abordaron con la esperanza de llegar a México y luego a Estados Unidos.
Estaban equivocados. En realidad acababan de ser atrapados por una red de tráfico de personas, un delito internacional del que cubanos residentes en Florida obtienen jugosas ganancias, gracias al apoyo que reciben de Los Zetas.
En altamar los lancheros cubanos preguntaron a los 17 compatriotas si realmente tenían los 10 mil dólares para pagar su rescate cuando llegaran a territorio mexicano.
Santos Gay, Abel Hernández Jerez, Luis Manuel Cedeño, Óscar Blanco y otros cinco migrantes dijeron que sí contaban con recursos. Era mentira.
Llegada a Cancún. La lancha desembarcó en Cancún sin problemas. Los indocumentados fueron llevados a una casa de seguridad. Los que pagaron quedaron libres inmediatamente, pero los que no tenían dinero fueron torturados con golpes, machetazos, electrocuciones y, en un caso, se utilizó un cuchillo para cortarle la oreja a una víctima.
Los torturadores mantenían comunicación con familiares de las víctimas en Estados Unidos para que éstos escucharan los gritos de dolor y pagaran el rescate.
Los secuestrados escribieron una nota dirigida al Ejército Mexicano para pedir ayuda. La hicieron pelotita y la lanzaron a la calle.
Ignoran cómo el llamado de auxilio llegó a sus destinatarios, pero de manera casi milagrosa el Ejército Mexicano logró detectar la casa seguridad, realizó un operativo, liberó a las víctimas y capturó a cubanos y mexicanos que se dedicaban a este delito.
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