Ya hace semanas, una turba persiguió al purpurado al salir de una misa dominical, golpearon su camioneta y lo insultaron al salir de la Catedral. Esa agresión ameritó un amago de denuncia y la advertencia de que sería cerrado el recinto católico e histórico si no había garantías para los católicos. El PRD prometió que no perseguiría más a Norberto Rivera y todos se quedaron en paz, al tiempo que el Gobierno del Distrito Federal prometió ofrecer seguridad para el cardenal.
¿Qué pasó el domingo? ¿Por qué la policía capitalina no mantuvo la guardia prometida? ¿Por qué no hubo detenidos? ¿Por qué los señores López Obrador y Marcelo Ebrard guardaron silencio? ¿Por qué debieron salir los señores de Nueva Izquierda para proponerle al cardenal Rivera un acercamiento y una tregua? La lista de interrogantes es larga. Pero resulta que en política el silencio también habla. El que calla otorga, dice el refranero. O si se quiere —en abono a otro clásico de la picaresca mexicana—, resulta que el señor “legítimo” ni los vio ni los oyó
Ricardo Alemán, “Itinerario Político”, El Universal, 20 de noviembre.
Pero la demostración de que existe un doble discurso, una doble moral, la dio Marcelo Ebrard, quien, una vez más, demostró que no gobierna para los capitalinos, sino para los suyos. Con el fin de cuidar la entrada a la Catedral había sólo cuatro policías el domingo, algo inadmisible, sobre todo si tomamos en cuenta que ya se habían dado agresiones similares en otras concentraciones del lopezobradorismo. Según Ebrard, sin embargo, la medida de cerrar la Catedral es “excesiva”. ¿Cómo puede el jefe de Gobierno, que sí estaba en la manifestación, que sí supo lo que ocurría, tardarse casi 24 horas en condenar los hechos; cómo puede minimizarlo, cómo puede considerar excesiva una medida cuando es por lo menos la tercera ocasión en que asegura que garantizará la seguridad de la Catedral y nunca lo ha cumplido? ¿Qué espera Ebrard para tomar medidas como jefe de Gobierno y no como militante de reciente ingreso al PRD, que haya algo más que agresiones en éste u otro incidente provocado siempre por los mismos grupos de vándalos? ¿Espera otro Tláhuac? Si Ebrard quiere tomar medidas, ahí están las fotos en primer plano de los responsables: ¿está decidido a iniciarles aunque sea un proceso por daños en propiedad ajena?
Jorge Fernández Menéndez, “Razones”, Excélsior, 20 de noviembre.
El domingo pasado, cuando sucedió el zafarrancho, había alrededor de 15 policías del DF que nada hicieron para impedir la entrada de los radicales, según Antonio Martínez, presidente del Colegio de Abogados Católicos. El mitin de López Obrador estaba anunciado de larga data. Se sabía que los fundamentalistas asistirían y que aprovecharían el acto para hacer de las suyas.
¿Por qué tan poca vigilancia en un acto de masas de López Obrador al que, por cierto, asistió Marcelo Ebrard? ¿Por qué no adelantarse a los acontecimientos que se veían venir? ¿Estará esperando a que se derrame sangre?
Francisco Garfias, “Arsenal”, Excélsior, 20 de noviembre.
Marcelo Ebrard no quiere hacerse responsable de no haber provisto a la Catedral Metropolitana de la seguridad policiaca que hubiera requerido en un domingo de Convención Nacional Democrática. Dice Ebrard: “La jerarquía católica siempre ha expresado algunas opiniones que me parecen excesivas e inadecuadas, pero no me voy a meter en eso”. Mas tampoco “se metió” ni se hizo responsable (como hubiera sido su obligación en calidad de jefe de Gobierno capitalino) para impedir el previsible episodio de violencia.
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 20 de noviembre.
Marcelo Ebrard difícilmente puede afirmar que no sabe cómo ocurrieron las cosas. De hecho, el jefe de Gobierno del Distrito Federal fue el único gobernante perredista presente en el Zócalo en la Convención Nacional Democrática de López Obrador. Los demás, al parecer, han preferido guardar una cauta distancia ante Andrés Manuel y el ala radical del PRD.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 20 de noviembre.
Por cierto, que Marcelo Ebrard en varios noticieros señalaba que “el gobierno de la ciudad no ve bien, ni podría hacerlo; que cualquier persona o grupo de personas interrumpan la libertad de culto, es un derecho esencial de todos”. Y además anuncia que habrá un operativo de seguridad que incluirá cámaras y un “dispositivo especial”. Lo que olvida al jefe de Gobierno es que afuera del templo se encontraba un grupo de la policía que se negó a intervenir para evitar el zafarrancho.
Ubaldo Díaz, “Escenario Político”, Crónica, 21 de noviembre.
Al parecer, no se tomaron en serio los focos amarillos encendidos a raíz de lo acontecido hace poco más de un mes, cuando un grupo de ciudadanos le cerró el paso y golpeó el vehículo del cardenal Norberto Rivera: ¿qué se hizo desde entonces para atajar el conflicto? ¿Qué pasó con las nuevas medidas de seguridad?
El gobierno legítimo, el PRD y el jefe de Gobierno deben prender las señales de alarma, porque cualquier tipo de hostigamiento o confrontación —sobre todo en los espacios para el culto religioso— es reprobado por la ciudadanía. En otras palabras, este asalto a Catedral ofende y agravia a un sector importante de la sociedad
Alfonso Zárate, “Los usos del poder”, El Universal, 21 de noviembre.
Mientras tanto, ya se tiene identificado a uno de los obedientes que hizo caso a las campanadas.
Se llama Juan Carlos Escandón, integrante de la resistencia civil pacífica, ha participado en diversas actividades, como una huelga de hambre en la puerta de Palacio Nacional.
Ayer, EL UNIVERSAL publicó que el gobierno capitalino tiene una lista de los integrantes del contingente que puso de cabeza a las autoridades clericales; pero se entregarán al Ministerio Público, hasta que la Arquidiócesis de México presente la denuncia correspondiente.
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 21 de noviembre.
Pero como haya sido, por andar persiguiendo campanas, campaneros y campanarios, los seguidores del gobierno legítimo le metieron una zancadilla en su aniversario y de paso pusieron en un brete al señor jefe de Gobierno, don Marcelo Ebrard, quien en los recientes días no halla la suya pues cuando no se le atraviesa en el camino una bacante de imprudencia extrema, se exhibe en una amplia ignorancia acerca de quién posee y quién administra un edificio propiedad nacional.
Ubaldo Díaz, “El cristalazo”, Crónica, 21 de noviembre.
Mientras son ángeles o demonios —por no decir peras o manzanas—, ayer se reunieron autoridades del gobierno capitalino y de la Arquidiócesis de México, a fin de analizar la situación. Éstas últimas insistieron en que las puertas de Catedral se abrirán hasta que el GDF garantice la seguridad del recinto.
Para Hugo Valdemar, Vocero de la Arquidiócesis de México, esto podría suceder el próximo fin de semana. ¿Hay alguna marcha programada para ese día?
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 21 de noviembre.
Que Marcelo Ebrard salió a arropar de inmediato a Rosario Ibarra de Piedra, señalada como la instigadora de la irrupción violenta a la Catedral Metropolitana el domingo.
El jefe de Gobierno del DF le hará un homenaje el próximo martes y le pondrá por nombre a una de las nuevas rutas de camiones, precisamente “Rosario Ibarra de Piedra”.
¡No estás sola, no estás sola!
“Trascendió”, Milenio, 21 de noviembre.
Ebrard dice que el GDF garantiza la seguridad del templo, y Joel Ortega se comprometió por escrito.
Pero a la Iglesia no le basta, quiere el compromiso escrito de Ebrard.
Es que el domingo, 100 policías que cuidaban la Catedral, se hicieron tontos a la hora del asalto.
Pepe Grillo, Crónica, 22 de noviembre.
En cuestión de días, la imagen y el capital político del jefe de Gobierno del DF ha quedado por los suelos. A ningún capitalino le queda duda ya de qué verdaderamente le importa al falso izquierdista: seguir de rodillas con AMLO, satisfacer todos los caprichos del mesías tabasqueño y dejar en segundo término su obligación legal de hacer un buen gobierno y, algo muy grave: ser cómplice de un atropello que exagerada o no la respuesta de la jerarquía católica pudo haber terminado en un baño de sangre.
La irresponsabilidad de Ebrard, el domingo pasado, es una omisión que en cualquier otra capital del mundo le costaría el empleo. El jefe de Gobierno estuvo frente a la muchedumbre que invadió la Catedral y nada hizo.
Recibió la alerta en el instante en el que los furibundos lopezobradoristas destrozaban bancas y ofendían a feligreses, y nada hizo.
Vio cómo se violaban garantías individuales y libertad de culto mediante la violencia, y nada hizo.
Es el miedo que Ebrard le tiene a López Obrador. El temor de que, si hubiera actuado de manera responsable y desde el templete hubiera evitado el ataque o bien ordenado el desalojo de invasores de la Catedral, hubiera sido tachado de “traidor” por la masa y el caudillo. Por eso prefirió callar, disimular, demostrar que le importa más seguir arropado por el populismo de AMLO que servirle realmente a los capitalinos.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 22 de noviembre.
Joel Ortega dice que 37 polis capacitados cuidarán la Catedral. ¿Son incapaces los 100 del domingo? Que no, pero que los asaltantes “pasaron rapidito”. Que pondrá 30 cámaras de video y 80 detectores de fuego. Se lo hubiera ahorrado, con sólo parar a los noroñas.
Pepe Grillo, Crónica, 22 de noviembre.
Por cierto que 30 cámaras de video al interior y exterior del recinto, 80 detectores que emitirán alarmas en caso de que extraños transgredan la zona permitida y los horarios de Catedral, y la vigilancia de manera permanente vigilando las 24 horas del día, 37 elementos de la Policía Bancaria e Industrial, resguardarán la Catedral Metropolitana.
Esto (nos) costará la fabulosa cantidad de cinco millones de pesos...
Um, reflexionan, en breve veremos a la Catedral Metropolitana convertida en bunkerdral... signo de los tiempos actuales...
Eva Makívar, “La creme de la creme”, El Financiero, 22 de noviembre.
Fue hasta ayer cuando, a través del jefe de la policía, Joel Ortega, se anunció que se instalarán 30 cámaras de seguridad dentro y fuera de la Catedral. Es una respuesta tardía.
¿Qué hizo Ebrard la tarde y la noche del domingo y durante el lunes y el martes? Pelearse con Carlos Abascal, como si esa fuera la solución al problema. Anteponer mil pretextos para justificar lo evidente: que falló, una vez más, en su responsabilidad oficial.
Primero fue en 2004, en Tláhuac, como jefe de la policía, cuando prefirió tomar café con sus amigos, mientras linchaban a policías.
Hoy fue el Zócalo, como jefe de Gobierno, donde permitió la toma de la Catedral frente a sus narices. Y así quiere ser presidente de México.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 22 de noviembre.
Qué bueno que uno de los presuntos instigadores de la irrupción en la Catedral, Juan Carlos Escandón, haya ido a pedir perdón al Arzobispado metropolitano.
Mejor aún que los más prominentes implicados de manera indirecta: Andrés Manuel López Obrador; Rosario Ibarra, la izquierda más respetable de la dirigencia del PRD, o sea la de Los Chuchos (a través del secretario general, Guadalupe Acosta); el eficiente gobierno de izquierda de Marcelo Ebrard y su secretario de Seguridad, Joel Ortega y, en esta esquina, hasta el acelerado crónico Gerardo Fernández Noroña (dijo que separarán de la resistencia civil a quien incurra en esos actos), cada quien con sus modos, pero innegablemente se han puesto a sofocar las chispas del fuego que nadie quiere.
Lo mismo es de reconocerse al otro lado del ring en la piadosa pero maliciosa Arquidiócesis, su intachable vocero, Hugo Valdemar, y el abogado Armando Martínez.
La Iglesia nunca pierde, la izquierda de lo posible se fortalecerá.
Carlos Marín, “El asalto a la razón”, Milenio, 22 de noviembre.
Si usted, querido lector, lectora, era de los que acudían a la Catedral Metropolitana para sentirse tranquilo, orando sin que nadie lo viera, o depositando generosa limosna de manera anónima, lamento informarle que ya no será así.
Ante las peticiones de autoridades clericales de que se garantizara la seguridad en esas instalaciones, luego de la irrupción de amloístas el domingo pasado, se informó que su deseo será cumplido. Por así decirlo.
La Secretaría de Seguridad Pública capitalina propuso que se instalen unas 30 camaritas de video dentro y en el atrio de este recinto. Además de detectores de metal y sensores de movimiento para que no se traspasen las zonas de seguridad.
Todo esto a un costo de 5 millones de pesos. Con ello, la dependencia anda contenta… perdón, atendiendo las peticiones de los jerarcas católicos. Hasta ayer, Marcelo Ebrard estaba en espera de que les dieran el Vo.Bo.
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 23 de noviembre.
Por cierto, uno de los primeros identificados, Juan Carlos Escandón —quien se declaró católico: “los domingos voy a misa, pongo mi árbol de Navidad con nacimiento”—, se presentó ante las autoridades del Arzobispado. Ya tuvo el perdón de Norberto Rivera, quien desde Roma consideró que la ofensa no fue sólo para la Iglesia, sino para los feligreses que en ese momento estaba ahí
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 23 de noviembre.
Lo que no deja de ser absolutamente paradójico es que las cámaras se instalen con el fin de vigilar que los militantes (del mismo partido de Joel Ortega y del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard) y simpatizantes del ex jefe de ambos, Andrés Manuel López Obrador, no vuelvan a irrumpir de la forma tan violenta e ilegal como lo hicieron el domingo pasado
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 23 de noviembre.
0 Responses to "DOMINGO 18 ENTRE EL ZÓCALO Y LA CATEDRAL. 7. EL GOBIERNO CAPITALINO."
Publicar un comentario