En los 80 nadie tenía duda de que los casetes desbancarían al formato clásico; los 90 dejaron claro que el CD-ROM aniquilaría al libro tradicional con el boom de las computadoras de escritorio. Y en el siglo XXI, internet, el mp3 y las agendas digitales constituyen una trinidad de soportes digitales que aunque cada vez más pequeños y con mayor capacidad de almacenamiento, no logran imponerse ante el libro impreso.
En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, los “nuevos libros” representan un mínimo porcentaje frente a la descomunal presencia de sus antepasados. Lo que la gente busca, ve, ojea e incluso compra, son obras en papel. Cierto: muchos vienen por las botargas, las edecanes y los partidos de Liguilla. Pero el caso es que la celulosa y los bytes conviven de manera pacífica.
Frente a formatos novedosos como los llamados MB3 están los audiolibros. En medio de cientos de stands hay dos grandes ausencias: los libros para Palm y los ibooks, aunque éstos últimos, en realidad, se descargan de la red.
Leer de oído
En el stand de Mondadori un display reza: “Best-sellers en MB3”. Ciudades desiertas, de José Agustín; El alquimista, de Paulo Cohelo; Triángulo del dolor, de Lamoglia; Mamás de teta grande, de Fernanda Familiar, y otros seis títulos están convertidos en cartuchos plásticos. En sus fundas, un eslogan: “Simple/Precargado/Digital/Seguro”. La editorial detenta el diseño exclusivo de estas novedades fabricadas en China con tecnología de EU. Cada título tiene un tiraje de 10 mil ejemplares que ya habitan Sanborns y librerías. A la feria llegaron 100 de cada uno. Según Francisco Hidalgo, agente de ventas, se están agotando.
“Esto es justo lo que necesita mi papá”, le comenta una chica a su hermana. Después de ver el precio, lo regresan: si las versiones digitales cuestan 279 pesos, las impresas salen en 60 (Ciudades desiertas), 135 (El alquimista) y 143 (Mamás de teta grande).
“No hemos podido bajar el costo debido a la tecnología que incluyen: no se pueden piratear”, comenta Hidalgo, y dice que su intención no es desplazar al impreso sino buscar otro mercado: “Son perfectos para un viaje, un enfermo o una persona ciega. Imagine lo que pueden contener, cursos de idiomas, conferencias, hasta misas del Papa”. Más allá, alguien pregunta: “Esos MB3, ¿dónde se guardan? ¿En los libreros?”
Es común que libros como los de autoayuda acudan a otro tipo de soportes. En el espacio de Librerías Gonvill, un hombre revela sus problemas maritales a una señora, mientras sujeta dos diodos de metal conectados a un aparato con una aguja. “Lo que mide la aguja —explica un vendedor— es el estrés. Según el nivel de estrés, la señora le recomienda un libro al paciente”. Ambos están rodeados por una decena de títulos de L. Ronald Hubbard, padre de la cinenciología. A varios pacientes, les receta el mismo: Dianética. La ciencia moderna de la salud mental. Superación personal por 197 pesos. También, por 330 pesos, la versión en DVD (con tres discos).
El FCE y la UNAM exhiben auténticas joyas, como la colección del Fondo “Entre voces” con un fino catálogo: por 66 pesos, Rubén Darío, Fernando del Paso o Alí Chumacero recitan fragmentos de sus obras (Fuentes, Neruda y Sabines hacen lo mismo al doble de precio). La colección “Voz viva de México” de la UNAM tiene a Alejo Carpentier, Eduardo Antonio Parra, Fabio Morábito o Sergio Pitol. Otra curiosidad en la UNAM: el DVD 1822, el año en que fuimos Imperio, obra de teatro de Flavio González Mello. Uno puede de esta manera seguir la puesta en escena de un texto dramático, que no alcanzó en cartelera. “Se están vendiendo como pan caliente”, confirma el encargado.
¿Qué opinaría Verne de esto? ¿Le ganarán algún día Gates, ipod o Google la batalla al ejército de Gutenberg?
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