Lizcano relató a radiodifusoras locales que el domingo en la mañana, cuando llegaron al río Tamaná, en el departamento del Chocó, cerca de la frontera con Panamá, los militares que patrullaban la zona se mostraron desinteresados en ayudarle.
“Yo gritaba ¡ejército, ejército!, y les decía que era un secuestrado, que vinieran, pero ellos creyeron que era un borracho, porque iba abrazado, casi cargado por el guerrillero que me llevaba”, dijo Lizcano, quien precisó que poco después, la tropa lo reconoció y le ayudó a salir de la zona.
También el embajador estadunidense, William Brownfield, se sumó a la lista de colaboradores en la fuga de Lizcano y aseguró que apoyó con transporte e información de inteligencia.
El comandante del ejército, Mario Montoya, reiteró la postura del Ministerio de Defensa en el sentido de que el escape del político fue resultado de “una operación de presión y bloqueo”. Más tarde, Uribe se refirió al hecho como un “provocado rescate”.
Las FARC guardaron silencio sobre el asunto, pero en una entrevista difundida en Internet por el frente “Antonio Nariño”, uno de los líderes de la organización, Iván Márquez, afirmó que la “operación de rescate” de la política Ingrid Betancourt, en julio, fue un acto de “traición” de dos combatientes, que a su vez fueron traicionados por el gobierno y el ejército, al ser capturados.
Reuters, DPA y AFP, La Jornada, 28 de octubre.
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