En tedioso ritual, los fapistas proponen y la mayoría impone

“Esto no pasaba ni siquiera en los tiempos del PRI”, dijo el michoacano Antonio Soto, y le respondieron con más carcajadas que pullas, ya metidos los diputados en la chorcha y en la aprobación en cadena de las reformas petroleras.

Se refería el diputado Soto a los textos que anteceden, a modo de explicación, el articulado de una ley. El sábado anterior, el presidente de la Comisión de Energía, el cachanilla David Maldonado, puso empeño en que no se leyeran los documentos enviados por la colegisladora (el Senado). Y en la sesión de ayer salió el peine. En los “considerandos” aparecieron, por obra y gracia de los tiempos del cambio, varios puntos borrados en las arduas negociaciones de las semanas anteriores.

Puntos conflictivos, claro, y referidos a los contratos “incentivados” y de riesgo. “Se podrán establecer remuneraciones con base en el desempeño, o bien incentivos por la buena realización o éxito de un proyecto”, se leía, por ejemplo. O bien: “La remuneración podría calcularse con base a la cantidad de hidrocarburos producidos”.

Después de una revuelta que terminó en la oficina de Héctor Larios, coordinador de los diputados del PAN, los jefes de las bancadas acordaron que los “considerandos” serían eliminados y que la Cámara se quedaría con los textos enviados por los senadores.

David Maldonado tuvo que salir a dar la cara y retirar los “considerandos”.

¿Reforma que no transa no avanza?
“Jamás se planteó, se propuso o se dijo que había otro texto; se hizo faltando a la verdad y de manera mañosa”, dijo el perredista David Mendoza, quien presentó una de las 22 “reservas”.

Eran sobre el último tema del día de la votación en cadena, sobre la Ley de Pemex, en la cual Andrés Manuel López Obrador centró sus objeciones al proponer la adición de las ya célebres “12 palabras”.

A fuerza de repetirse, el ritual se hizo tedioso: hablaba el diputado fapista, se ponía a consideración su propuesta, se votaba y perdía.

Los fapistas insistieron, como hicieron sus compañeros en el Senado, en la adición al artículo 60 y el asunto de los “bonos ciudadanos”. La jugada de los “considerandos” les dio más armas, gracias, dicen algunos, a un pitazo salido de las mismas filas del PAN o la perspicacia de un legislador que fue jefe del Pronasol.

Como sea, hubo materia para que la perredista Valentina Batres resumiera: “Más temprano que tarde salen los colmillos y las malas intenciones”.

Los panistas no tenían, sin embargo, la menor intención de debatir. Apenas una pregunta de Héctor Larios y la intervención más breve de Juan José Rodríguez Prats en su historia legislativa: cuando quiera y como quiera, le dijo al diputado Soto, quien había pedido la renuncia de Maldonado a la presidencia de la Comisión de Energía.

No hacía falta más. La nueva aplanadora legislativa, a cargo de los legisladores priístas, panistas, verdes, panalistas y en algunos temas del sector “moderado” fapista, hizo lo suyo.

Al concluir cada votación, los “radicales” del FAP gritaban: “¿Cómo vota Benito Juárez?” “¡En contra!”; “¿Cómo vota la patria?” “¡En contra!”

Pero el voto se impuso. Contra lo dicho por el diputado Soto, esto sí pasaba en los tiempos del PRI, pues entonces ganaba el PRI.

“¿Sólo para no concederle razón a López Obrador?”
Como habían anunciado, antes del inicio de la sesión, una treintena de diputados de PRD, PT y Convergencia ocuparon la parte alta de la tribuna de dos niveles. Priístas y panistas hicieron lo mismo en la parte baja. Después de media hora de ir y venir, entre consultas a los coordinadores y nubes de cámaras, el presidente de la mesa directiva, César Duarte, tocó la campanita que anunció el arranque de la sesión.

Al mismo tiempo, los diputados obradoristas hicieron sonar cornetas y la sirena de un megáfono.

Callaron cuando Duarte anunció la intervención de Javier González Garza: “Quieren dibujar una contradicción donde no la hay: la denuncia en la calle no sólo es legítima sino necesaria”.

El coordinador de los diputados del PRD también emplazó a priístas y panistas a explicar su negativa a incorporar las “12 palabras”. “¿Es sólo para no concederle razón a Andrés Manuel López Obrador? ¿Han comprometido su voto para otorgar trozos de territorio nacional a trasnacionales o simplemente están preparando el terreno para hacer negocios al amparo del poder?”

Siguieron los discursos de “posicionamiento” de los grupos parlamentarios. Cornetas y golpes en la mesas acompañaron las intervenciones de algunos. La socialdemócrata Marina Arvizu se lanzó contra la “terquedad resistente” y las concesiones a la “inmadurez política”. El priísta José Ascensión Orihuela contra “la hipocresía de quien pretende ser escuchado sin escuchar”. Presto a inscribirse en el club de los optimistas, el panista Jorge Rubén Nordhausen agradeció que el largo debate haya operado un cambio significativo en los legisladores: “Estamos todos con mentalidad petrolera y nacionalista”.

Y luego a votar.

“Un país en ruinas”
El piloto y diputado Jesús Ramírez Stabros saludó a César Duarte, Ruth Zavaleta y otras diputadas de la mesa directiva: “¡Aquí pura guapa, chingao!”

Todos rieron cuando faltaban dos horas para la sesión, y luego entraron al salón a ponerse serios, a la espera del “presidente legítimo”. Un grupo de escolapias entró a la explanada, en visita guiada: dos pájaros de un tiro para las muchachas que pudieron conocer el Palacio Legislativo y en acción a la Policía Federal Preventiva por un solo boleto, gracias a los seis retenes antes de llegar y a los incontables dentro del recinto.

César Duarte hizo una presentación cumplidora, cortés y breve.

López Obrador tomó la palabra por poco más de media hora: hizo un repaso de los dogmas neoliberales, reseñó la corrupción política que tiene a México hecho “un país en ruinas” y dio el salto de la lucha petrolera a la defensa de la economía popular.

Los legisladores que no le son afines sólo se rieron cuando, al enlistar sus propuestas para enfrentar la crisis económica, habló de reducir a la mitad los sueldos de los altos funcionarios del gobierno, “incluyendo los de ustedes”.

Hubo también risas de los legisladores afines, de los intelectuales, artistas y políticos que acompañaron al ex candidato en su nueva visita a San Lázaro.

Pero los diputados volvieron a la seriedad cuando López Obrador anunció: “Vamos a regresar antes del 15 de noviembre, antes de que se apruebe el presupuesto federal de 2009, para defender la economía del pueblo de México”.

La nueva bandera que trajo la pulmonía que sería catarrito.

“Es un honor… ”
A las cinco de la tarde con diez minutos, los diputados obradoristas doblaron su tercera mantota.

Vino la última votación. Los panistas iniciaron la cuenta regresiva, como en nocaut boxístico. 326 votos a favor, 133 en contra. Breves aplausos, algunos gritos de “Mé-xi-co, Mé-xi-co”. Quizá porque fue una “reforma chiquita”, como dijo Vicente Fox.

Al iniciar la votación, los fapistas se bajaron de la tribuna para no subir más. Los priístas y panistas, en posesión de la parte baja, permanecieron ahí un rato todavía.

Entre ellos estaba la guanajuatense Elia Hernández, que horas antes se agarró a empujones con la convergente Layda Sansores. La panista Hernández sólo abandonó su sitio cuando se declaró la victoria. Entonces salió del recinto, encendió un cigarro y marcó un número. En el patio central del Palacio Legislativo no pudo contener su alegría y le gritó a su teléfono, al tiempo que brincoteaba con una pierna, como niña en el juego del avión: “¡Es un honor/ chingarse al Obrador!” Se encontró a una amiga suya, la abrazó y siguió brinco y brinco, gritándole a su celular.

Afuera, los agentes de la PFP estaban felices con sus pasamontañas en la noche fría. Detrás de las vallas metálicas, parecidas a la lámina gris de una empresa de resguardo de valores, seguía el grito contrario, de apoyo a quien prefiere ser llamado “Don Contreras”.

Arturo Cano, La jornada, 29 de octubre.


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