El trío otorgó un firme espaldarazo a la negociación que lleva el presidente costarricense Óscar Arias, aunque olvidó mencionar que esa gestión no avanza porque el gobierno de facto hondureño no está dispuesto siquiera a recibir a la misión de seis cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Tegucigalpa.
Las condenas de los líderes de Norteamérica no se enfilaron contra quienes rompieron la institucionalidad democrática. El nombre de quien usurpa el poder en ese país centroamericano, Roberto Micheletti, ni siquiera fue mencionado en la reunión cumbre.
Contra quienes llovieron los reproches fue contra “aquellos críticos” que reclaman de Washington una intervención decidida para revertir el golpe, entre ellos el propio Zelaya. Sacrilegio. Obama, quien dice que ya no quiere que Estados Unidos siga siendo el policía del mundo, pero acaba de aprobar la instalación de siete bases militares en Colombia, los llamó “hipócritas”.
Calderón lo secundó: “no se trata del presidente Zelaya per se”. Y Harper remató con beligerancia: “si yo fuera presidente de Estados Unidos estaría harto de la hipocresía; de esos tipos que exigen que intervenga en Honduras, pero que condenan la cooperación con Colombia, que se lleva a cabo por razones legítimas contra el narcotráfico”.
Con tres amigos así, fue fácil olvidar que, según los buenos propósitos iniciales, Honduras debía figurar como un “tema primordial” en la agenda trilateral. La tragedia de esa nación centroamericana dejó de ser objeto de la solidaridad de los líderes norteamericanos para convertirse en una poco elegante retirada de las previas posiciones antigolpistas
Con este gesto, Norteamérica se distanció hoy unos cuantos pasos más del Sur, ya que mientras en Guadalajara la lucha diplomática por restablecer la legitimidad democrática en Honduras perdía estos tres soportes fundamentales, en Quito, durante la tercera reunión de mandatarios de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) se produjo un pronunciamiento inequívoco en favor de revertir la asonada, condenando a los golpistas y apoyando el retorno de Zelaya.
Bajo El hombre en llamas
Fue Barack Obama, el único líder con tablas escénicas suficientes para romper el hielo de un ambiente acartonado, quien jugó con las palabras en los idiomas que se hablan en las tres naciones norteamericanas. “Estamos juntos, ensamble, together”. Stephen Harper también aportó un aforismo para describir la geopolítica de la región: “Somos naciones independientes pero interdependientes”.
Sin embargo, la retórica no logró esconder el hecho de que la cumbre no produjo ningún acuerdo sustantivo entre los tres gobernantes, quienes dialogaron y trabajaron este lunes a puertas cerradas.
El escenario que se montó para la ocasión fue una mesa triangular justo debajo de El hombre en llamas, de José Clemente Orozco, que parece girar eternamente en la cúpula del Hospicio Cabañas. En primer término, Harper, Calderón y Obama, quien no se sabe si por auténtico asombro o como simple actuación frente a las cámaras, no paraba de torcer el cuello para mirar con detenimiento los paneles del genial muralista jaliciense. En torno a este primer triángulo se sentaron sus respectivos equipos de trabajo, ministros, asesores y embajadores con millares de documentos que contienen las claves de las relaciones de América del Norte.
En un receso, los “tres amigos” salieron al mal llamado Patio de los Naranjos –puesto que que es un huerto de toronjas– para otra sesión de fotografías que se aprovechó, además, para mostrar a parte del equipo trinacional de capacitadores que entrenan a una generación de 2 mil nuevos investigadores con los que contará la Policía Federal. La base de entrenamiento está en San Luis Potosí.
Finalmente, la cumbre culminó con la lectura de mensajes. En el suyo, Calderón olvidó hablar de Honduras. Sus dos homólogos sí lo hicieron, repitiendo lo ya dicho: que el golpe contra Zelaya fue ilegal y que “se seguirá trabajando” por el retorno a la legalidad.
De chile, de dulce y de manteca
Después fue la tradicional conferencia de prensa de los mandatarios, donde, con sólo tres periodistas con derecho a preguntar, se habló de chile, de dulce y de manteca, sin profundizar en nada.
El primer ministro conservador canadiense, de talante seco, sacó a relucir sus dos resquemores contra los vecinos. Con Obama, su reclamo contra el decreto llamado Buy American, que emitió el presidente de Estados Unidos dentro de su paquete anticrisis para la reactivación económica. Inversores canadienses fueron vetados de licitaciones, lo que provocó quiebras y pérdidas de empleo en las provincias fronterizas. “Sí –respondió Obama–, cada vez que veo a Harper me recuerda lo mismo”. Y negó que su iniciativa fuera “proteccionista”.
Con México, Calderón repitió que “deplora y lamenta muchísimo” la imposición de visas a los mexicanos que viajen a Canadá. Harper simplemente pidió comprensión. Asunto concluido.
En tu turno, Obama aprovechó para exponer sobre los dos desafíos que lo tienen maniatado frente a un Congreso que no domina y un electorado que empieza a sentirse defraudado por las promesas incumplidas de su campaña, sus iniciativas de reforma del sistema de salud pública y de reforma migratoria. Los dos sistemas, insistió, ya son insostenibles y onerosos. Ninguna de sus dos iniciativas son, recordó, planes de corto plazo. Sin embargo una, la de salud, es prioritaria. La segunda apenas se abrirá a debate a fin de año. “Insistiré en estas reformas –dijo–, aunque caiga mi popularidad de 70 por ciento, a 40. Lo haré porque es lo justo y es lo correcto”.
De todos los temas a los que aquí se pasó revista, ninguno tiene la gravedad y la dimensión que el del costo y la poca eficacia del combate contra el narcotráfico en México. Doce mil muertos en lo que va del sexenio. Cifra catastrófica. Y aunque Calderón obtuvo nuevamente muchos elogios “a la valentía” con la que está enfrentando el problema, no hubo un aval en firme. Por ejemplo, aunque Obama repitió que seguirá apoyando a Calderón y que “confía” en su congruencia con los derechos humanos, no prometió nada respecto del bloqueo de parte de los fondos de cooperación policiaca que contempla la Iniciativa Mérida para 2009 y que ya deberían haber sido transferidos.
México debería haber recibido –y aún espera– mil 400 millones de dólares que siguen bajo revisión en el Congreso. Canadá, por su parte, hizo un gesto mínimo en esta dirección al anunciar un paquete de ayuda por 400 mil dólares para el entrenamiento de 30 nuevos policías mexicanos.
Así que, al final de cuentas, ni tan “juntos, ni ensamble, ni together”. En Norteamérica cada uno de los “tres amigous” mantuvo su agenda y sus propios intereses en su lugar. Antes de la hora de la comida, Obama ya había partido hacia Washington y Harper hacia Panamá, en busca de nuevos socios comerciales. Ni siquiera se echaron un último caballito de tequila.
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