Harper había aterrizado en el aeropuerto local a las 14.25 y Obama exactamente tres horas después. Este último, al descender del Air Force One –escoltado por cinco helicópteros–, apareció acompañando por su nuevo embajador para México, Carlos Pascual, quien viaja como “embajador designado”, pues no ha cimplido con el protocolo de su Congreso. Mejor carta de presentación no podría tener el diplomático cubano-estadunidense para la futura etapa de su carrera.
La primera fase de la cumbre fueron los encuentros bilaterales. Primero, el presidente Felipe Calderón recibió al canadiense Harper, poco después de las cinco de la tarde. Después, en otro salón, se encontró con Obama. En ambas ocasiones hubo sonrisas protocolarias para las sesiones fotográficas, en las que cada camarógrafo o fotoreportero tiene, si acaso, cinco segundos para tomar imágenes, sin posibilidades de registrar matices, estados de ánimo o detalles significativos de la escena.
Para los periodistas acreditados empezaba también un acto de la diplomacia trilateral supuestamente histórico, que sólo podrán presenciar virtualmente, en salas de prensa estrictamente vigiladas, por medio de pantallas o en ocasionales conferencias de prensa dosificadas, donde sólo se permiten “tres preguntas”. Únicamente los consorcios televisivos tienen el privilegio de acceder a fuentes directas, como la entrevista que concedió esta noche la canciller Patricia Espinosa, después de negarse a solicitudes previas de otros medios, entre ellos La Jornada.
En esta cumbre hubo un control adicional. En lugar de sala de prensa general, los periodistas de México, Canadá y Estados Unidos fueron confinados, como si fueran corralitos, en espacios separados. Funcionarios mexicanos se aseguraron de bloquear cualquier intento de comunicación entre colegas.
En la reunión Calderón-Harper el diálogo fue, como se anticipaba, un intercambio complicado por la reciente decisión del gobierno de Ottawa de imponer visas a los viajeros mexicanos, hecho que llevó a la relación mexicano-canadiense al peor nivel de enfriamiento en su historia. La sesión no duró más de 45 minutos. Participaron, por la parte canadiense, los ministros de Seguridad Pública, Peter Van Loan, y de Estado para Asuntos Exteriores (Américas), Peter Kent, entre otros.
El embajador mexicano en Canadá, Francisco Barrio, refirió a la prensa su versión del encuentro. Señaló que Calderón “reiteró su desacuerdo” por la medida de las visas y planteó que su gobierno “procurará que se elimine” el requisito de visa en el futuro, aunque admitió que no hay plazos para lograrlo. Reconoció que las autoridades mexicanas intentaron convencer a su contraparte canadiense en una serie de reuniones bilaterales, que se tuvieron tanto en Ottawa como en México, para que se recurriera “a otras medidas” para regular el abuso existente a su sistema de refugio. El gobierno de Harper mantuvo su posición: “Ahí ya no se pudo hacer nada”, dijo el diplomático.
En cuanto a la reunión Calderón-Obama, quienes se estrecharon las manos por tercera ocasión en lo que va del año, el embajador de México en Wa-shington, Arturo Sarukhán, informó que se pasó revista a la compleja agenda bilateral: acciones de ambos países ante la crisis global, la siempre pendiente modernización fronteriza, los interminables trabajos del Grupo de Alto Nivel sobre Seguridad –que volverán a reunirse el segundo semestre de este año– y el asunto de la seguridad sanitaria.
Este tema tendrá peso propio en la cumbre por la inminencia de un rebrote estacional de la pandemia del virus A/H1N1, en otoño e invierno. Trascendió que este lunes, adicional a la declaración conjunta, habrá un anexo específico en el que se delineará la estrategia trilateral para enfrentar las diferentes dimensiones de la enfermedad y sus riesgos de contagio, no sólo en lo que concierne a la cooperación de los sistemas de salud pública, sino las garantías para mantener el comercio, el transporte y el flujo de personas entre los tres países.
Miembros de la contraparte mexicana, que han trabajado los mecanismos trilaterales de seguridad sanitaria desde hace cinco años, reconocieron que en el acuerdo no está prevista la cooperación de Canadá y Estados Unidos con México para asistirlo ante la evidente desventaja que tiene nuestro país en cuanto a infraestructura y eficacia hospitalaria y al abasto de medicamentos y vacunas.
Lo más significativo de este primer contacto fue que Calderón y Obama reiteraron su interés en mantener el tema de la crisis de Honduras y las gestiones por lograr la restitución de Manuel Zelaya en la presidencia, como “uno de los temas prominentes” de la reunión, según confirmó Sarukhán. Ello, contra los deseos expresados por sectores conservadores que estimaron como “un insulto” del presidente hondureño a su anfitrión una incidental alusión a Andrés Manuel López Obrador en uno de sus discursos, durante su reciente visita a México.
Previo a la cena oficial en la que los tres mandatarios se reunieron solos, hubo un coctel para las comitivas en el Patio de las Artes Populares del Hospicio Cabañas. Como parte de la decoración, a guisa de maniquíes humanos, seis jóvenes tapatías inmóviles y con sonrisas congeladas lucían modelos de amplias faldas con pinturas de mariachis, águilas patrias y nopales. Otro elemento del rebuscado escenario eran los agaves adornados con rosas blancas, y meseros que servían tequila en copas de vino espumoso.
Entre los invitados se codeaban el nuevo presidente del PAN, César Nava; la lideresa magisterial, Elba Esther Gordillo, y el premio Nobel Mario Molina. Lejos, muy lejos de la prensa de a pie, los conductores de noticias Joaquín López Dóriga y Ciro Gómez Leyva.
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