Los días previos.
Que para seguir en el tema de la política internacional, en Los Pinos tienen todo listo para recibir al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
Calderón le quiere dar trato del más distinguido VIP.
“Trascendió”, Milenio, 23 de junio.
El nicaragüense Daniel Ortega se borró de la lista de presidentes que acudirán a partir del viernes a la IX Cumbre de Tuxtla, en Belice. Así que no habrá chance para la foto con Felipe Calderón. ¿Cuestión de agendas o desaire
“Frentes Político”, Excélsior, 26 de junio.
Sí se dará la foto entre el comandante Daniel Ortega y Felipe Calderón. Y, para evitar equívocos, el encuentro entre los presidentes de Nicaragua y México será mañana en Los Pinos, y no en Belice, como se pensó en un primer momento. En la agenda a discutir destacan temas relacionados con la integración regional, además de los relativos al Tratado de Libre Comercio que el año pasado hizo posible que las transacciones bilaterales superaran los 400 millones de dólares
“Frentes Políticos”, Excélsior, 27 de junio.
Que a diferencia de las estiradas cenas de gala, la que el presidente Calderón ofrecerá esta noche en Palacio Nacional al mandatario nicaragüense Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo Chile, será una cena de amigos.
Se buscará que los dos presidentes tengan verdaderamente oportunidad de charlar con los invitados.
“Trascendió”, Milenio, 27 de junio.
La recepción en Palacio Nacional.
Que pasan los años y el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, sigue teniendo una idea muy tropical del tiempo.
El presidente Calderón fue breve en el primer discurso de la cena de anoche en Palacio Nacional: habló siete minutos en el patio de honor.
Ortega se tomó 23.
Pero lo bueno vino en el salón.
El mandatario mexicano elogió al nicaragüense en cinco minutos.
Ortega respondió con un largo elogio a sí mismo y la revolución sandinista, en 37 minutos.
Marcador final: Calderón, 12 minutos; Ortega, 60.
Lo que es vivir lejos del mundo del sound byte.
“Trascendió”, Milenio, 28 de junio.
Que quien se lució en Palacio Nacional fue el secretario de Salud, José Ángel Córdova.
Tal vez asfixiado por el interminable discurso de Daniel Ortega, el encargado de negocios de Venezuela en México, Dimas Romero, no aguantó más y cayó desmayado.
Córdova lo atendió de inmediato, por lo visto muy bien.
Y cuando Dimas se recuperó, Ortega seguía hablando.
“Trascendió”, Milenio, 28 de junio.
Con medio gabinete convocado para la recepción, la cena en el Salón de la Tesorería se convierte en escenario de una chusca anécdota que deja al descubierto que la visita de Ortega es algo parecido a una avanzada de inspección del terreno.
Porque resulta que en medio del mensaje para el brindis del nicaragüense, que debería ser breve, pero se alarga por 40 minutos, alguien se desmaya, sin que el orador se distraiga en su diversificada retórica. Y que ese alguien es Dimas Romero, encargado de Negocios de lo que, al parecer, pronto volverá a llamarse aquí embajada de Venezuela en México.
Y en este empeño por dejar evidencias de que es cierto ese propósito gubernamental de "reconstruir" la presencia y el liderazgo mexicanos en América Latina, el estoicismo de los calderonistas aguanta hasta la versión bolivariana de: Caperucita en el bosque del capitalismo global.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 30 de junio.
La voz firme y decidida del ex abanderado presidencial punzaba al expresar que el país vive el despertar de las conciencias de millones de mexicanos que, ayer se demostró, respaldan un movimiento que dista de ser efímero, pasajero o un simple capricho.
El fantasma de esa estrategia del miedo, odio y crispación, aceptada desparpajadamente en un distintivo discurso de Felipe Calderón el pasado jueves en el marco de la visita del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, volvió a rondar ayer develando que las heridas, a 12 meses de aquel 2 de julio siguen abiertas y... sangrando. El proceso de cicatrización y conciliación nacional que debió encabezar el inquilino de Los Pinos por el escaso margen en los manoseados números, es inexistente por la nula voluntad política y la inmensa dosis de soberbia que, como el cerco policiaco-militar, distingue a este frágil gobierno.
Marcela Gómez Zalce, “A puerta cerrada”, Milenio, 2 de julio.
Era realmente algo novedoso ver cómo los más cercanos colaboradores del Presidente: Juan Camilo Mouriño, César Nava, Alejandra Sota, Max Cortázar, Javier Lozano, panistas que difícilmente habrán de conmoverse con la épica de Augusto César Sandino, intentaban seguir al prolífico expositor. Y todo porque en Los Pinos se tiene muy claro para qué sirve llevarse de a cuartos con los aliados naturales del adversario.
De ahí el por qué ahora se transforman en entusiasmados destinatarios de la versión bolivariana de Caperucita en el bosque del capitalismo global: "Nuestros gobiernos, independientemente de posiciones ideológicas, nos encontremos desafiando incluso a aquellos que han apostado a mantenernos divididos y que no quieren que nos encontremos. Aquellos que han apostado a fragmentarnos para explotarnos mejor o para comernos mejor, como el cuento de la Caperucita y el lobo".
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 30 de junio.
Hoy, las instituciones están consolidadas y se ha reducido el clima de crispación y de rencor, lo que se prueba en el feliz abrazo de este jueves de los presidentes Calderón y Ortega, con quien la campaña terrorista de hace poco más de un año vinculaba a López Obrador. Y no se diga con Hugo Chávez, a quien Ortega elogió aquí sin cortapisas, lo que, dicho por Calderón, no molestó a nadie, porque el país se alegra de todo esfuerzo que contribuya a reforzar la integración regional.
Felipe Díaz Garza, Reforma, 30 de junio.
¿A qué vino Ortega a México?
Una buena y una mala. La buena: el gobierno mexicano está resuelto a acabar con la falta de infraestructura carretera... ¡en Nicaragua! (sí, esa es la mala), pues el presidente Felipe Calderón se comprometió con el comandante Daniel Ortega a financiar tres proyectos clave para el desarrollo de ese país. ¿Cuándo nos veremos al espejo?
“Frentes Políticos”, Excélsior, 29 de junio.
Que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, no tiene remedio.
Después de sus dos interminables discursos en la cena del miércoles (60 minutos en total), ayer llegó 35 minutos tarde, y muy quitado de la pena, a la cita que tenía con el presidente Calderón.
Ortega tuvo la “cortesía” de preguntarle a Calderón si había tiempo límite para su mensaje.
Ante la cortés respuesta del mexicano, el nicaragüense se aventó otro discursazo de 25 minutos.
Para fortuna de muchas agendas, a estas horas ya debe estar en Managua.
Tirando rollo, claro.
“Trascendió”, Milenio, 29 de junio.
¿A qué vino a México el comandante Daniel Ortega? ¿Por qué el socio centroamericano número uno de Hugo Chávez aceptó las alfombras rojas del Palacio Nacional?
¿Puede uno de los principales beneficiarios del reparto petrolero venezolano aceptar los aventones aéreos del presidente Felipe Calderón, sin antes contar con el visto bueno de su mánager político?
Porque Ortega y su esposa-vocera Rosario Murillo llegaron el miércoles al Distrito Federal, directo de Managua, en el jet ejecutivo que les mandó la Presidencia. Y eso que todavía no decretaban considerarse mutuamente buenos amigos.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 30 de junio.
¿Acaso sólo quería agradecerle a La Morenita los favores electorales que le permitieron regresar al poder 17 años después de su derrota en las urnas y declararla patrona de los latinoamericanos pobres?
Por eso aterrizó y corrió a la Basílica de Guadalupe. Y de ahí al Zócalo capitalino, donde medio centenar de seguidores de Gerardo Fernández Noroña atestiguaron que sí, que el rebase por la izquierda trasmina hasta la política exterior. Acaso por eso Calderón paga la factura que implica recibir con honores de visita de Estado a este marxista guadalupano, católico, chavista y rompeprotocolos, igual con sus maratónicos discursos contra el imperio, que en sus formas de señalar —justo en el brindis que tradicionalmente habla de prosperidad y augurios de esperanza— que aquí el TLC no ha servido de nada.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 30 de junio.
Porque también vino a concretar el financiamiento, a través del Acuerdo de San José, de tres importantes proyectos carreteros que conformarían la denominada red de infraestructura carretera mesoamericana. Y a escuchar, una vez más, la formal invitación mexicana de que no abandone su lugar en el Plan Puebla-Panamá.
Ortega se hizo el distraído y guardó silencio. Y Calderón optó por una vaga y genérica respuesta de que todos los mecanismos de cooperación importan.
Pero no sólo de integraciones comerciales viven los gobiernos, también de legitimidad, reconocimiento, alianzas y guiños de ojo.
Ivonne Melgar, “Retrovisor”, Excélsior, 30 de junio.
Que quien sigue viviendo la vida loca es el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Después de recetarle discursos interminables a los mexicanos, llegó a Belice, cumplió por encima con los formalismos de la cumbre de presidentes, se quitó la ropa y con sus calzones negros se lanzó a las aguas del segundo arrecife más grande del mundo. ¡Que se mueran los burgueses aburridos!
“Trascendió”, Milenio, 1º de julio.
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