Es un Senado surrealista. Los perredistas aplauden de pie a Santiago Creel; los priistas aplauden al perredista Carlos Navarrete; los panistas aplauden a Manlio Fabio Beltrones.
Es el Día D de la reforma electoral, que se aprueba en lo general por 111 votos a favor y 11 en contra.
Son las 21:57 horas. Priistas, panistas y perredistas rompen los candados ideológicos. Son uno solo. Se abrazan, se dan palmadas. Se unen en enérgicos discursos de respuesta a la reacción de la Cámara de la Industria de Radio y Televisión (CIRT).
¡Bravo! ¡Bravo!, se escucha en varios rincones del salón.
Se concreta el descabezamiento del Instituto Federal Electoral (IFE). Tres consejeros, entre ellos el presidente, Luis Carlos Ugalde, dejarán su cargo 30 días después de que el decreto, previo recorrido por la Cámara de Diputados y los congresos estatales, entre en vigor.
Otros tres consejeros quedarán destituidos en agosto del 2008 y los tres restantes se integrarán al nuevo Consejo General del IFE que organizará las elecciones del 2009.
Es un debate intenso, extenso, que traspasa la línea de la media noche y que termina con la modificación de 9 artículos de la Constitución.
En el artículo 41 viene el texto de la discordia con la CIRT: “los partidos políticos en ningún momento podrán contratar o adquirir, por sí o por terceras personas, tiempos en cualquier modalidad de radio y televisión”.
“Ninguna otra persona física o moral, sea a título propio o por cuenta de terceros, podrá contratar la difusión de mensajes en radio y televisión dirigidos a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular”.
Se regulan las precampañas, se reduce a la mitad el financiamiento de las campañas, se elimina el secreto bancario, fiscal y fiduciario y se faculta al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para declarar la nulidad de la elección presidencial.
Son los discursos iniciales de los coordinadores parlamentarios los que sacuden de su letargo al recinto parlamentario de Xicoténcatl 9.
En lugar de los tradicionales reclamos, gritos y hasta insultos entre las bancadas del PRI, PAN y PRD, ahora sólo hay coincidencias, felicitaciones y abrazos de unos con otros. Surrealismo puro.
Nadie lo puede creer. Santiago Creel, sentado por momentos junto a Carlos Navarrete. Sonrientes los dos.
Porfirio Muñoz Ledo, colado en los pasillos del salón de plenos, va de escaño en escaño, multiplica felicitaciones. Es el mismo Porfirio que inició su día con un “muy bien hecho, qué buen chingadazo”, en referencia a la actitud firme de los legisladores ante la embestida de la CIRT.
Los industriales de radio y televisión están presentes sin haber acudido físicamente.
Están en todos los discursos, en todas las intervenciones. El presidente del Senado, Santiago Creel, los cita varias veces: “Es el dinero, con todas sus letras, la fuente de inconformidad de los concesionarios de radio y televisión”.
Habla de la necesidad de modificar la relación entre los medios electrónicos y el poder, “relación por cierto en la que nadie o casi nadie, puede arrojar la primera piedra y hay que decirlo con claridad, y yo por delante, en la que políticos y medios somos corresponsables”.
Acapara las miradas cuando dice que la reforma aprobada “evita que la delincuencia organizada, particularmente el narcotráfico, decida las elecciones”.
Luego viene la advertencia: “aún hay muchos grupos de interés que reordenar en el país; este es un primer paso, el primero, pero el camino es largo, complejo y de enormes desafíos”.
Manlio Fabio Beltrones, coordinador del PRI, sostiene: “valdría decir a quienes quieren hacer valer su fuerza y poder acumulado, que no se equivoquen, podrán doblar a más de un político, pero no doblarán al Estado”.
Dirige sus baterías hacia la CIRT: “en las últimas horas hemos escuchado muchas de estas mentiras que en lugar de informar muestran que están desinformando; nada hay que atente contra la libertad de expresión”.
Navarrete, del PRD, dice en su oportunidad, cosas similares.
Los senadores del PVEM y de Convergencia fijan posturas y al final juntan entre ambos 11 votos en contra.
Los senadores se desvelan en la discusión en lo particular. Logran pocos cambios al dictamen, quitan el candado para las candidaturas independientes y terminan la maratónica jornada desvelados, pero entre abrazos y aplausos.
La “chiquillada” siente que la perjudicaron
Desde que se dio a conocer el predictamen de la reforma electoral, el viernes de la semana pasada, se inició la rebelión de la “chiquillada”, integrada por las bancadas del PVEM, Convergencia y PT.
El argumento esgrimido en público y en privado es que la fórmula establecida para la distribución de los tiempos oficiales, a cargo del IFE, es inequitativa y perjudica a los “chicos”.
El PVEM explicó: “bajo la fórmula de 30 por ciento del tiempo a repartir en forma igualitaria entre todos los partidos y el 70 por ciento restante en forma proporcional a los votos obtenidos, al PAN le corresponderían 42 spots de 20 segundos de duración.
Al PRI le tocarían 29 spots; al PRD, 25; al PVEM, 12; al PT y Convergencia, 11 cada uno; al Panal 10; y al PASC, 7 spots.
De forma adicional, Convergencia cuestionó durante los debates de la última semana la decisión de prohibir expresamente las candidaturas independientes, y repudió lo que consideró una consolidación del “tripartidismo”.
A raíz de la reacción de la Cámara de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) en contra de la reforma, el PVEM tomó la misma bandera que la de los concesionarios de medios electrónicos: la defensa de la libertad de expresión.
El coordinador de este partido en el Senado, Francisco Agundis, dijo ayer en tribuna: “esta reforma debe limitar el acceso de los partidos a los medios electrónicos para realizar propaganda electoral, pero no para expresarse sobre otros temas, como cultura, ideología y participación de la sociedad”.
De último momento, el PT rompió el bloque de la “chiquillada” en rebeldía y, sin dejar de señalar su inconformidad por la fórmula para repartir los tiempos oficiales, votó a favor de la reforma electoral.
Convergencia y el PVEM mantuvieron su postura en contra de la reforma electoral.
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