Cada vez que el gobierno, transformándose en hada madrina, utiliza los impuestos para redistribuir, su cobro degenera en un robo con todas las de la ley, algo que hoy es la regla y no la excepción, por una razón muy sencilla: gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir, de quitarle a unos para darle a otros, y los araneros y bailes quinceañeros del gobierno capitalino son, solamente, una pequeña muestra de ello.
La reforma fiscal, ¿llegará a eliminar al gobierno hada madrina? No, de ninguna manera, razón para seguir desenmascarando a las falsas hadas madrinas, que no pasan de ser ladrones con patente de corso: lo que hacen, desde la construcción de areneros hasta la organización de bailes, lo hacen no blandiendo una varita mágica, que les permite sacar algo de la nada, sino metiendo la mano en los bolsillos de los contribuyentes, lo que les permite apropiarse de parte de los ingresos de éstos, ¡y todo ello con todas la de la ley!
Arturo Damm Arnal, “Pesos y contrapesos”, Crónica, 11 de mayo.
Quiérase o no, el escollo fundamental a la reforma fiscal es político. Nace de la oposición de la élite nacional a tributar. Las altas utilidades de los últimos tres quinquenios no se han traducido en más impuestos o mayor inversión. A nombre de la eficiencia, se han usado los recursos provenientes de las privatizaciones en aplazar la reforma tributaria del país
David Ibarra, El Universal, 16 de junio.
Es por eso que la reforma fiscal no puede renunciar a su dimensión redistributiva, o lo que es lo mismo, no puede prescindir de la subida a los impuestos directos. La fiscal no es una “reforma estructural” más, constituye un gran pacto en el que los grupos sociales mejor acomodados sacrifican parte de sus ingresos en aras de un interés superior: la viabilidad financiera del Estado y un salto hacia la igualdad social. De eso se trata, o debería tratarse, la Reforma Fiscal.
Ricardo Becerra, Crónica, 18 de junio.
Sin que lo exprese de manera específica, es claro que la intención de la autoridad hacendaria es mantener la estabilidad macroeconómica como base de la estrategia de desarrollo del gobierno de Felipe Calderón, de la misma manera que ocurrió con el de Vicente Fox y el de Ernesto Zedillo, luego de los "errores de diciembre" que sumieron al país en la peor crisis financiera de su historia reciente.
Esto implica que al menos tres de los principales rubros en materia de desarrollo: empleo, crecimiento del PIB y mejora en el poder de compra de la población, permanecerán prácticamente estancados, de manera similar a lo ocurrido en los últimos años.
Es decir, a menos que haya una auténtica reforma estructural en materia hacendaria, el país continuará en el limbo de estabilidad macroeconómica con bajo crecimiento, lo que es igual a insuficiente desarrollo. / Frente a este reto, el paquete de siete iniciativas entregadas al Congreso por el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, son claramente insuficientes y si acaso, como lo admiten las propias autoridades, un primer paso hacia una auténtica reforma fiscal.
Alejandro Ramos Esquivel, “Redes de poder”, El Financiero, 25 de junio.
El gobierno de Calderón se olvida así de las obsesiones regresivas del sexenio pasado y renuncia en definitiva a la idea de empezar la reforma cobrando impuestos a los más pobres (el IVA en alimentos y medicinas, la gran bandera de la derecha económica de México). Sin muchas concesiones ideológicas, se deshace de la ocurrencia foxista y muestra que hay muchas alternativas, combinaciones, diferentes modos de encarar la reforma fiscal y que la manera de empezarla es a través de los impuestos directos, a los ingresos y a las utilidades de personas y de empresas. Los impuestos directos pues, vuelven a ganar centralidad.
Ricardo Becerra, Crónica, 25 de junio.
Hace días señalé en esta columna que debemos tener en mente las razones por las que necesitamos una reforma fiscal. No la queremos, dije, para darle más dinero al gobierno, porque el gobierno no ha demostrado que sabe gastar lo que ya tiene. La necesitamos para hacer más competitiva nuestra economía, lo cual generaría más actividad económica y prosperidad.
Pero si bien no puedo negar que hay puntos positivos en la propuesta, encuentro demasiados negativos como para pensar que ésta es la solución a los problemas fiscales de nuestro país. Quizá la única virtud evidente que ha mostrado la reforma hasta ahora es que ha logrado lo que parecía imposible: unificar a los grandes empresarios y a López Obrador. El problema es que los está uniendo no en defensa de la iniciativa sino en su contra.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 27 de junio.
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