El Peje muestra sus cartas

Sobre avenida Juárez, entre Plaza de la Solidaridad y la calle Dolores, sobre todo frente al edificio de la cancillería y el Hemiciclo a Juárez, la masa se comprime. Es la avanzada de las brigadas pejistas “en defensa del petróleo”. Claudia Sheinbaum sustituye a dos desdibujados maestros de ceremonia.

Y es ella, Sheinbaum, la que en realidad anima a la multitud, que espera el arribo de Andrés Manuel López Obrador, pero primero llegan los senadores del Frente Amplio Progresista, entre ellos Carlos Navarrete —identificado como chuchista—, ante quien corean: “¡Con güevos, Navarrete, con güevos!”.

Cantan al unísono: “La patria no se vende, se ama y se defiende”. El tarareo lo repiten a cada rato. En playeras de jóvenes se lee: “Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México”. Ahí anda El Pepín, comentan, mientras observan a uno de los hermanos del tabasqueño, con una sonrisa de oreja a oreja.

“Pelele, entiende, el petróleo no se vende”, repite un grupo de señores que blande gallardetes. Bajo una carpa tres activistas invitan a que acepten una credencial, “totalmente gratuita, en apoyo” a López Obrador. Pocos se aproximan. “¿Vamos a seguir defendiendo el patrimonio nacional?”, pregunta Sheinbaum. Le dicen que sí, y luego informa que en el DF hay de 75 a 80 brigadas “conscientes”.

Llegan Rosario Ibarra, Arturo Núñez, Dante Delgado, Pablo Gómez, Rosalinda López, Carlos Navarrete y otros senadores. Sheinbaum pide un aplauso para ellos y exhorta a la multitud: “Cada uno de nosotros se tiene que comprometer a traer a más gente, a defender nuestro patrimonio nacional”.

Y es cuando aparece López Obrador. Y escucha a la masa corea: “Pre–si–den– te, pre–si–den–te”. El peje sonríe, se abre paso, saluda y sube al templete donde, seguido de Bernardo Bátiz y Alejandro Encinas, lo esperan sus demás camaradas del FAP. La gente le recuerda que no está solo. Él hace un gesto de agrado.

Ante el micrófono se apersona el senador Pablo Gómez, tribuno de siempre, desenvuelto en su verbo, y puede escuchar el “duro, duro, duro, duro” que expresa el gentío. Habla de “este gran movimiento en defensa del petróleo”. Menciona a “Calderón” y no termina la frase, pues se escuchan silbidos y gritos de “espurio, espurio”, a tal grado que sólo habla del “susodicho” —y su pizca de ironía—, pero también es interrumpido.

Hace un repaso de críticas, sustentadas en análisis de los senadores del FAP, que en bloque se oponen al proyecto de reforma energética, e invita a estar pendientes y “tomar decisiones juntos, porque las cosas se presentan muy finas”; pero “nosotros decimos: no pasarán, porque estaremos vigilantes, y me refiero al pueblo mexicano”.

La masa: “¡Ni un paso atrás, ni un paso atrás!” Y en eso están las cosas cuando AMLO toma el micrófono. Disfruta el reiterado “pre–si–den–te, pre–si–den–te” y el “no estás solo, no estás solo”. Él se emociona y suelta: “¡Especuladores, traficantes de influencias!. Hablo de los potentados de siempre que, en un abrir y cerrar de ojos, han devorado millones de dólares”.

Dice que, sin temor a equivocarse, “en este enjuague están metidos” los que apoyaron a Calderón. “Hipócritas, cínicos”, agrega y enciende, y algunos brigadistas añaden: “¡Rateros, mentirosos!”. Dice que, gracias a las presiones del FAP, “cuando menos ya no podrán privatizar la refinación del petróleo”.

Y advierte:

“Los vamos a parar”. “Estemos atentos porque en cualquier momento iniciaremos los movimientos de resistencia pacífica”. Y los brigadistas le dicen que sí, aplauden, se emocionan, brincan y ondean sus banderolas. “Dependerá de lo que digan el PRI y el PAN en el Congreso y del contenido de los dictámenes. Pero no habrá titubeos”.

Y saluda, las manos en alto, la izquierda arriba, y baja del templete, bañado de vítores, y platica con algunos cercanos, entre ellos doña Rosario Ibarra, a quien le dice algo en voz baja, muy pegado al oído, y los demás le hacen valla y otros lo siguen y lo enfocan
Humberto Ríos Navarrete, Milenio, 16 de octubre.

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