Pega a mujer rural caída en remesas

La caída en el envío de remesas a las comunidades rurales podría provocar la migración de mujeres a otras zonas del País y hasta su participación en prostitución o actividades ilícitas para allegarse recursos y mantener a su familia, aseguró Sara María Lara, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

En el marco del Día de la Mujer Rural, la especialista indicó que aún cuando esto no sería un fenómeno generalizado y a corto plazo, las mujeres de las zonas más pobres del País, principalmente las del sur, se verían afectadas.

"Las mujeres se están ocupando y se van a ocupar de cualquier tipo de trabajo, pero siempre tienen acceso a los trabajos más precarios donde no hay protección laboral, no hay seguridad, y entonces se van como jornaleras, sirvientas, vendedoras o pueden emplearse hasta en la prostitución en algunas zonas", destacó en entrevista.

La mendicidad es otra actividad que las mujeres podrían desarrollar, sobre todo en los poblados que se encuentran cercanos a núcleos urbanos importantes.

"Las mujeres tienen la característica de que no se quedan quietas, que si ven que no hay recursos tratan de buscar alguna actividad que les reditúe para poder salir adelante", recalcó la investigadora.

Indicó que la discriminación y exclusión siguen siendo las características del trabajo de las mujeres rurales de México, ya que 72 por ciento de ellas trabaja sin percibir un ingreso y sólo el 1 por ciento es empleada regular en el sector.

Las mujeres clasificadas como trabajadoras agrícolas son poco más de 980 mil, indicó, de las cuales 709 mil laboran sin recibir pago alguno.

"El no pago nos habla de que las mujeres trabajan en las parcelas de otras personas o en las de su familia sin tener ningún ingreso por ello, y eso nos dice de la inequidad que existe en las zonas rurales, donde las tradiciones o costumbres indican que el que tiene el reconocimiento en todo es el hombre", mencionó Sara María Lara.

Este patrón también se observa en el rubro de productores, donde un 27 por ciento de los ejidatarios del País y un 23 por ciento de los propietarios son mujeres, hecho que no significa que sean ellas las que producen, sino únicamente las que tienen el poder legal sobre la tierra.

"Muchas de ellas, la mayoría, adquieren las tierras por herencia de sus maridos que fallecieron y que dejaron en su custodia las propiedades, pero eso no significa que sean ellas las que tienen la tierra y le saquen provecho", explicó Lara.

La participación de las mujeres en las zonas rurales, indicó, alcanza sólo por ciento y muy pocas veces tienen acceso a la toma de decisiones en los órganos de representación campesina o ejidal.
Imelda García, Reforma, 15 de octubre.

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