Los 83 años de Fidel

Fidel Castro cumple hoy 83 años, mientras la base económica del socialismo que él promovió en Cuba durante casi medio siglo se estremece bajo el impacto de la crisis global y parece adentrarse en una fase de cirugía profunda, que ha relanzado las más diversas opiniones sobre el modelo futuro de la isla.

Por cuarta vez, la efeméride encuentra al convaleciente líder cubano alejado del día a día del poder: escribiendo artículos de prensa desde hace meses, recibiendo a personalidades extranjeras y, según su hermano, el presidente Raúl Castro, de 78 años, dictaminando sobre cuanta decisión estratégica se somete a su consideración.

De ahí que analistas den por descontado que el hombre que estampó su impronta en los últimos 50 años de la historia nacional no esté ajeno a los debates sobre la sociedad isleña de partido único y economía eminentemente estatal, cuando incluso en el resto de América países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, “seguidores de la revolución cubana”, se plantean construir un “socialismo del siglo XXI”, con otros postulados.

“En las condiciones de nuestro socialismo imperfecto, a causa de insuficiencias propias, muchas veces dos más dos da como resultado tres”, dijo hace poco el actual mandatario, Raúl Castro, hablando sobre los problemas de la isla, donde hoy escasea hasta el papel higiénico, producto que no cubre la canasta básica que subvenciona mensualmente el Estado para proteger durante unas dos semanas el consumo de los cubanos.

En el mismo discurso, el general cubano advirtió de la necesidad de “recortar gastos” en la esfera social, aunque se trate “de actividades beneficiosas y hasta loables”, dijo, y llamó a “definir con la más amplia participación popular la sociedad socialista que aspiramos y podemos construir en las condiciones actuales y futuras de Cuba”.

A partir de esos pronunciamientos, hay analistas que estiman que “la cuenta regresiva de la economía estatista ha comenzado”, al tiempo que otros hablan de la eventualidad de que Cuba vaya hacia “un socialismo de mercado, en busca de adecuar a su realidad experiencias como las de China o Vietnam”, aunque, hasta ahora, no se registran evidencias en ninguno de los dos sentidos.

Para el sociólogo cubano Aurelio Alonso, la “intensidad de la confrontación” con el gobierno de Estados Unidos a partir de 1959, probablemente “llevó al proyecto cubano a una radicalidad diferente de la que contenía su enunciado inicial”, con la propiedad estatal “como signo de resistencia”. Ahora de lo que se trata no es de “rescatar con retoques el socialismo que tuvimos” —hasta la extinción de la Unión Soviética, en 1990, el petróleo llegaba a chorros, Cuba vivía una modesta bonanza y disponía de abundantes recursos externos—, “sino de contabilizar con rigor las deficiencias probadas del modelo, en primer lugar las económicas, estructurales, centradas en la confusión de socialización con estatización”, dijo Alonso, suscribiendo un pensamiento generalizado entre intelectuales cubanos.

“A tareas estratégicas como la producción de alimentos (…) debemos seguir sumando el mayor número posible de personas, mediante todas las formas de propiedad existentes”, dijo el 1 de agosto Raúl Castro, en la reiteración de una línea que ha mantenido desde 2007.

Los opositores al gobierno, en tanto, no dan crédito a tales pronunciamientos. “Solo está creando falsas ilusiones”, dicen éstos, mientras buscan sacar partido de las complejidades de la vida cotidiana, por el mantenimiento del bloqueo de EU, la falta de créditos externos, una baja de las importaciones y la caída abismal en los precios de productos insignia de las exportaciones nacionales, como el níquel.

A causa de su salud, Fidel delegó “provisionalmente” en su hermano menor todas sus responsabilidades políticas el 31 de julio de 2006, y pocos meses después Raúl promovió en la dirección del país un debate sobre la sociedad cubana que extendió a todo la isla, con saldo oficial de “más de un millón 300 mil propuestas” de unos cinco millones de isleños. Ante tamaño resultado, advirtió el 29 de diciembre de ese año “no todas las propuestas podrán aplicarse íntegramente”, antes “habrá que forjar consenso para determinar lo más racional”.

En 2008 fue electo presidente para un mandato que finaliza en 2013, tras renunciar Fidel a su candidatura, pero a la par de su elección, las reformas estructurales y los cambios de conceptos prometidos transcurrieron a ritmo bajo.

Después de levantar la prohibición a que los cubanos se hospedaran libremente en hoteles de la isla y accedieran a productos vedados como la telefonía celular, muchos isleños esperaban que se liberalizara el trabajo por cuenta propia, que se abolieran los permisos de salida que debe otorgar el gobierno a cualquier viaje privado al exterior y que, entre otras novedades, la vida diaria se sacudiera del burocratismo que la caracteriza.

Pero, los movimientos de Raúl se centraron en áreas menos espectaculares y que deben garantizar la alimentación del país, cuando aún Cuba importa la mayor parte de lo que consume. Repartió en usufructo tierras estatales ociosas entre campesinos privados y cooperativistas, y aprobó nuevos sistemas de ingresos personales, incluso en divisas.

A la vez, estructuró a su medida el gabinete, con la creación de un nuevo equipo económico, de la Contraloría General, y la llegada a los primeros planos de la política de militares sesentones, que casi niños se sumaron a las guerrillas dirigidas por su hermano y él, y ahora han reemplazado a figuras que se les atribuían durante el mandato de Fidel la responsabilidad de “continuadores de la revolución”, como Carlos Lage (57 años) y Felipe Pérez Roque (44 años), borrados del mapa político local por “indignos” en marzo pasado.

En ese contexto, sin sobresaltos internos, algunas reglas han ido variando sin traspasar las coordenadas en que se ha movido hasta ahora la sociedad cubana, y también sin que nada indique hoy que el octogenario Fidel Castro volverá a asumir el rol protagónico de la nación.
Zenyazen Flores, Milenio, 13 de agosto.

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