Uribe, siete años de poder

MEDELLÍN.— Hace siete años, dos cohetes impactaron en la Casa de Nariño (sede del gobierno) y otro más causó la muerte de ocho indigentes a pocas cuadras de allí, justo cuando Álvaro Uribe asumía la Presidencia colombiana e iniciaba un mandato que espera estirar otros cuatro años si la coyuntura política juega a favor de sus intenciones.

Hoy, al conmemorarse la legendaria batalla de Boyacá, un hito en la independencia colombiana, Uribe cumple siete años en el poder —le queda uno— y el balance de su gestión aflora por todos los rincones. Los cohetes de la guerrilla están mucho más lejos de la Casa de Nariño y por las carreteras del país la Política de Seguridad Democrática (PSD) se hace notar.

A pesar de todas sus contradicciones, la PSD sigue siendo el principal activo político con que cuenta el presidente para mantenerse en lo alto de las encuestas de opinión e intentar conseguir un tercer mandato, un logro que lo asemejaría a su enemigo íntimo, Hugo Chávez. “Hoy las carreteras son más seguras, podemos pasear de punta a punta del país y hay retenes policiales cada 40 kilómetros. Eso comenzó con Uribe; antes los retenes eran de la guerrilla o de los delincuentes comunes. O te vacunaban (pedir mordida) para seguir o te secuestraban”, explica Lesbia Royo, oriunda de Bucaramanga.

Royo no se equivoca. Los 270 km que corren desde el departamento de Quindío hasta esta ciudad están plagados de retenes policiales, pero también de todos los pendientes que la gestión Uribe ha acumulado en estos años.

Salvo en el Eje Cafetero, donde las carreteras mediante peaje son de doble vía, en el resto del país la red vial sigue siendo tan deficiente como en los primeros días de agosto de 2002, cuando Uribe prometió “la construcción de 2 mil km de rutas por año”. Según las autoridades viales, se han construido un promedio de 120 kilómetros de ruta al año.

Con la guerrilla en jaque

En estos años, Uribe, como ningún otro presidente, acorraló a la guerrilla a través de efectivos golpes de inteligencia y militares que dejaron muy debilitada la estructura de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La Operación Jaque que permitió liberar a Ingrid Betancourt y a otros 14 rehenes fue el cenit de esa lucha a todo o nada contra la insurgencia. Pero esa misma guerra ha dejado secuelas, y muchas. Las denuncias por violación de derechos humanos y el aniquilamiento de inocentes, como es el caso de los “falsos positivos” (el hacer pasar a campesinos por guerrilleros de las FARC muertos en combate), son el talón de Aquiles de la PSD.

Por las rutas colombianas también se captan todavía innumerables fotografías de la pobreza que no dejó de incrementarse, pese al crecimiento económico alcanzado en cinco de estos siete años.

En Palestina, departamento Risaralda, una patrulla de vendedores de helados, cacahuates, refrescos y otras golosinas, en su gran mayoría menores de 14 años, asalta a transportistas y automovilistas, varados por una reparación en la autovía.

“Vamos buscando los lugares en las carreteras donde van reparándola para vender estas carajadas. Nos llevamos, los días buenos, 11 ó 12 mil pesos (entre 4.5 y 6 dólares)”, dice Silvio Giraldo, de 13 años, cuyo hermano menor falleció en diciembre a causa de una enfermedad que ni él ni sus padres saben cuál es.

El menor de los Giraldo bien podría ser uno de los 5 mil niños que cada año, según los datos de la UNICEF, mueren en el país; la tercera parte de ellos, a consecuencia de la desnutrición.

Junto al de la guerrilla y el narcotráfico, la miseria es el otro gran desafío que debe enfrentar el país, sumido desde hace más de un año en el debate de si hoy se cumplen los primeros siete años de Uribe o inician sus últimos 365 días en el poder.

“En estos siete años se han degradado mucho más las instituciones. Una nueva reelección de Uribe sería un paso grande hacia la autocracia”, dice Bernardo Gutiérrez, de Medios para la Paz.

El ex presidente César Gaviria (1990-1994) ha definido como “ansias dictatoriales” el deseo de una tercera reelección. Por ahora, con el Congreso en contra y enfrascado en el debate por el acuerdo con EU para la sesión de bases militares, y la nueva pelea con el venezolano Hugo Chávez, nada se ha decidido.

A Uribe le quedan un par de meses y un holgado margen en las encuestas para decidirse. Nadie sabe si el sentido común del presidente más singular y controvertido de la historia colombiana lo ha convencido ya de que comience hoy a cortar las hojas del último almanaque suyo en la Casa de Nariño.

José Vales enviado, El Universal, 7 de agosto.


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