‘La maleta’, la otra nómina de la SIEDO

Eran las 8:30 de la noche de un viernes de septiembre de 2007. En la mesa de una cantina cercana al Ángel de la Independencia, varios hombres bebían y hablaban de su trabajo. De un lado de la mesa, Fernando Rivera Hernández director de inteligencia de la SIEDO. Al otro lado Jennifer un operador del cártel de los hermanos Beltrán Leyva. En medio de ambos el “licenciado José Antonio Cueto, un ex funcionario e intermediario entre narcos y policías.

Los tragos fluyeron junto con la conversación. Al final, un apretón de manos. El negocio había salido a la perfección. “Es tu día de suerte”, le dijo El 19 al director de inteligencia de la SIEDO.

El lunes siguiente en un restaurante ubicado frente a la embajada de Estados Unidos, en Reforma, el enviado del cártel le entregó al encargado de inteligencia de la SIEDO el primer pago por 150 mil dólares para sellar el pacto: Rivera había aceptado trabajar para la organización Beltrán Leyva a cambio de recibir una cantidad similar cada 30 días. Lo que el funcionario nunca supo es que el cártel estaba dispuesto a pagar 300 mil dólares.

Este pago era parte de “la nómina SIEDO” del cártel de los Beltrán Leyva.

El relato de esta reunión lo hizo un testigo protegido de nombre clave Jennifer, cuyo testimonio es parte de la Operación Limpieza, la investigación anticorrupción más importante de los últimos años y que ha puesto al descubierto que dos de los mas altos mandos de la Subporcuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) pertenecían a una red de protección que cuidaba los intereses de la organización criminal de los Beltrán Leyva dentro de la Procuraduría General de la República.

“En la cantina Los Remedios, que se encuentra en Río Tiber, cerca de Reforma, me presentaron a Fernando Rivera”. El testigo relata que a los pocos minutos de ser presentado con el funcionario, Rivera comenzó a decirle que él era director de Inteligencia de la SIEDO y que estaba trabajando en asuntos de narcotráfico, en especial de los cárteles de Sinaloa y del Golfo.

Jennifer le formuló dos preguntas a Rivera. La primera fue que si no le daba miedo trabajar en esos asuntos y la segunda que si en alguna ocasión había recibido ofertas de narcotraficantes para que les ayudara a cambio de dinero.

Podían darle 300 mil dólares; se quedó con 150 mil

Fernando Rivera ni siquiera respondió la primera, fue directo a la segunda. “Contestó que sí, que en una ocasión Arturo Beltrán Leyva, El Barbas —jefe del cártel—, le ofreció mediante de otra persona 450 mil dólares a cambio de que fuera más suave en una investigación”, relata el testigo.

Jennifer le preguntó que si además de esa ocasión “ya le habían ofrecido la maleta”. Rivera contestó: “No, eso es lo que estoy esperando”, respondió el funcionario.”Pues este es tu día de suerte” reviró Jennifer quien se desenmascaró.

“Le dije que era miembro de la organización y que trabajaba para Édgar Valdez Villareal, La Barbie – jefe de sicarios del cártel— y que él me mandó para arreglar una relación de negocios y brindar apoyo al cártel”.

La lista de tareas que Jennifer le dijo a Rivera que tenía que cumplir para recibir un salario de la organización fue larga.

Había que informales de todo lo que pasara en la SIEDO. Fechas y horarios de operativos en contra de miembros del cártel y de escoltarlos cuando salieran a algún estado. Número y copia de averiguaciones previas; nombres, fotografías y números celulares de los agentes que fueran a participar en operativos y cateos. Domicilios en investigación y nombres de personas investigadas, direcciones de casas de arraigo y vulnerabilidades de seguridad de las mismas, así como ingresar a estos centros de arraigo teléfonos celulares, comida y ropa para de los detenidos, así como aleccionarlos sobre lo que tenían que declarar.

Al escuchar la lista Fernando Rivera preguntó que cuanto pagaría el cártel por semejante ayuda. “Tu pones la cantidad”, dijo Jennifer y le dio todo el fin de semana para pensar en el monto del pago.

El lunes se volvieron a reunir en un restaurante de Reforma y según el testigo protegido, Fernando Rivera dijo que había pensado en la propuesta del cártel y pidió un sueldo de 500 mil dólares mensuales.

Ahí comenzó el regateo.

“Jennifer dijo que era una cantidad muy alta y que tendría que pedir autorización a su jefe. Tomó el teléfono para decirle a La Barbie sobre la pretensión de Rivera.

La instrucción que recibió de su patrón fue que se ajustara a los 300 mil dólares que llevaba para negociar.

“Jennifer regresó a la mesa y le dijo a Rivera que lo máximo que podrían pagar eran 150 mil dólares al mes. De inmediato — relata Jennifer— Fernando Rivera aceptó.

Minutos más tarde Jennifer deslizó por debajo de la mesa una bolsa negra con 150 mil dólares misma que tomó Fernando Rivera Hernández.

Desde ese día de septiembre y hasta marzo de 2008 esa misma cantidad llegó puntualmente para pagar a algunos de los hombres del cártel en la SIEDO. Aunque ese pago es sólo uno de los que integraban la “nómina SIEDO”.
Francisco Gómez, El Universal, 29 de octubre.

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