Y es que el mariscal de las adelitas y adelitos parece otro personaje este cálido mediodía de martes frente al Hemiciclo a Juárez. Por momentos, su forma de hablar y expresarse —moderadamente, conciliadoramente— remonta al López Obrador… de 2004 o al centrista aspirante presidencial… del inicio de la campaña de 2006. Con voz tenue, casi susurrante en ciertos pasajes de su discurso, ahora es él, el iniciador de la revuelta contra la llamada privatización del petróleo, el que trata de convencer a los suyos, a los más duros entre sus tropas… de que ganaron. De que al fin ganaron algo luego de que —les recuerda a unos cuantos miles de sus fieles que lo escuchan con adoración— “nos robaron la Presidencia”.
El hombre tabasqueño del pelo encanecido explica lo logrado, punto por punto, a la brava audiencia (“¡Ya-estamos-listos, señor-Presidente!”, le corean los ultras que ansían tomar por asalto algo, lo que sea, pero ya mismo). Les detalla que las siete iniciativas energéticas que han sido aprobadas en comisiones del Senado con el voto del PRD y del Frente Amplio Progresista, las cuales él leyó por la noche (informa)… “es cierto”, no privatizan nada. Silencio.
Vaya silencio. Como que las tropas adelistas no creen que sea verdad lo que les dice su líder, él, a quien usualmente no le refutan nada. No, no creen que… ganaron. Por eso el hombre del templete lo tiene que volver a explicar otra vez (“No sé si quedó claro”, se da cuenta de las dudas). “Ya conseguimos esto…”. “Ya conseguimos esto…”, dice y enumera lo que su partido y el FAP han evitado: que el PAN “privatice esto” (refinación, ductos, transporte y almacenamiento de petrolíferos), que el PRI privatice “esto otro” (filiales de Pemex)…
Pero la gente yace atónita con cara de: “¡Ah, chinga!, ¿a poco?”, como me dice una adela cincuentona de la colonia San Rafael.
A poco… Y ante la incredulidad que persiste, el insurgente petrolero habla de diálogo, de acuerdos, y le ruega a la gente, a su gente rebelde, que lea el dictamen en la página de internet del Senado, o en la Gaceta Parlamentaria de éste. Y que durante poco más de 24 horas estudien dichos dictámenes. O sea, entre líneas, para que se convenzan. Que él ya lo estudió, y que, sí, quedan algunos “detalles”, algunas “ambigüedades” que se deben aclarar plenamente para que no haya duda, pero… que no se privatiza nada.
Más resquemores entre las tropas. La adelada anda rejega. Y arisca. “¿Y si luego nos engañan y votan otra cosa?”, me comenta un adelito de la Balbuena. Como si lo hubiese oído, el mariscal petrolero avienta por delante su palabra: dice que si hiciera falta, él sería el primero en lanzarse contra el Senado. Ahí sí le aplauden con rabia. Y agrega, para placer de los pelotones de rebeldes: que mejor “se ponga por escrito en los dictámenes que no se va a privatizar nada”. Para que no haya dudas. Redundancia para consumo de la masa ruda que aplaude.
Pero regresa el silencio que no cede. Entonces propone: ustedes véanlo, analícenlo (los dictámenes), yo voy a consultar con especialistas hoy, y mañana a las cinco decidimos aquí lo que hacemos, que va a ser lo más conveniente para el movimiento, para el pueblo y para la nación…
Este miércoles a las cinco de la tarde, en el Hemiciclo a Juárez, el Peje petrolero y sus adelitas y adelitos rejegos decidirán cómo asimilar… que ganaron. Y quizá entonces sea un día memorable: se daría, al fin, la desmovilización del movimiento petrolero. Las adelitas y adelitos pasarían a la reserva de la insurgencia:
“Estamos por concluir esta etapa (haber detenido la privatización del petróleo), pero todavía nos faltaría transformar el país”, iba preparando el terreno López Obrador para cantar victoria este miércoles, sin desmotivar a sus duros seguidores con una depresión post-parto. Algarabía renovada. Y los manda de nuevo a estudiar los documentos. Y sí, finalmente se iba la adelada dura a estudiar y a prepararse para que, quizá mañana… puedan aceptar que ganaron:
“Cualquiera que sea la decisión mañana, yo lo voy a encabezar, soy dirigente y asumo mi responsabilidad, pero ayúdenme para que sea menos difícil para mí, para que no recaiga en mí la decisión nada más, sino para que sea colectiva, porque yo nunca voy a actuar sin consultarlos”.
Bravos. Y sí, las adelas y adelos se fueron a estudiar el dilema de por qué ya ganaron para, quizá, proclamarlo mañana, y pasar a la reserva de la insurrección…
—No, pus si sí ganamos, nomás que nos diga que ya ganamos y ganamos… —filosofea con el reportero una adelita rodeada de sus amigas cantarinas que se retira del mitin una vez que se ha marchado su mariscal petrolero…
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