FRAUDE 2006, LA PELÍCULA DE LUIS MANDOKI. 2. LA PELÍCULA.

Como se indicó en la Presentación, en este apartado se consignan treinta comentarios de los 84 sistematizados, es decir, un 35.71% del total. Como corresponde al tema, todos se refieren a Fraude México 2006, aunque en diferente tenor. Para facilitar la lectura se han sistematizado en tres subtemas: la película en sí, las ausencias u omisiones y, finalmente, si se trata de un formato de película. Recordemos que en varias entrevistas concedidas a los medios electrónicos Mandoki afirmó que para él se trataba de una película y no de un documental

En entrevista sobre su documental Fraude, el director Luis Mandoki dijo que su intención no era tratar de convencer al público, sino presentar los hechos: “Eso dará libertad para reflexionar”. Dijo también que “con este documental le estoy haciendo un servicio a mi país”.
Pero en los cien minutos de Fraude, Mandoki hace lo contrario. Lejos de producir un trabajo que ayude a ensanchar el conocimiento y las visiones sobre la calamitosa elección de 2006, lejos de hacerle “ese servicio al país”, opta por la vía fácil de repetir dogma por dogma, mandamiento por mandamiento, el catecismo de Andrés Manuel López Obrador.
Ciro Gómez Leyva, “La historia en breve”, Milenio, 15 de noviembre.

Fraude, México 2006, tiene una duración de una hora con 40 minutos y está hecha con las más de tres mil horas de videos caseros que Mandoki recibió de gente a la que convocó el 5 de julio del año pasado para que registrara lo que ocurría en los conteos de votos en los 300 distritos electorales del país y que captó evidencias que, asegura el cineasta, lo impactaron, sorprendieron y dejaron en shock.
Luis Mandoki asegura que no sabía bien a bien lo ocurrido el 2 de julio de 2006 y que al darse a la tarea de investigarlo, llegó a la conclusión de que hubo un fraude. Es insistente al señalar que el documental contiene hechos y testimonios, no opiniones. Y asegura que Felipe Calderón, Carlos Salinas, Elba Esther Gordillo, los consejeros del IFE y los magistrados del Tribunal Electoral se negaron a dar su testimonio.
Mandoki también revela que el último obstáculo que enfrentó en materia de distribución y publicidad ocurrió el martes pasado, cuando cadenas radiofónicas del interior del país se negaron a transmitir la promoción porque “atacaba al poder y a Felipe Calderón”. Habrá que verla
Raúl Rodríguez Cortés, “Gran angular”, El Gráfico, 16 de noviembre.

La película cuenta con información interesante y no toda circunstancial. Aporta una línea de pensamiento que en sus contradicciones tiene lógica y solidez. Todos los que no vivieron este proceso político que vean este documental se quedarán pasmados y seguros de que en nuestro país existió un fraude de proporciones descomunales.
Eso en mi opinión, por supuesto, es una gran falacia y me parece que Mandoki comete un error al sugerir que es un intento objetivo e imparcial por documentar ese tiempo. Mandoki debería ser tranquilamente honesto, genuino y aceptar que esta es su verdad y la historia que a sus productores —entre ellos Federico Arreola— les resulta certera. Yo no me atrevería a decir que es un documental sobre pedido, pero sí estoy seguro que tiene un objetivo político y como tal, no está pensada para documentar la verdad, para explicar lo sucedido en su conjunto.
Luciano Pascoe, La zanahoria del caballo, Crónica, 18 de noviembre.

No hay hasta aquí nada que el propio realizador no haya mostrado o referido en su exitosa serie documental ¿Quién es el señor López?, del año pasado. Lo novedoso ahora es el testimonial de indignación popular que da cuenta de las anomalías del proceso electoral, y que incluye imágenes elocuentes de la campaña negativa que emprendieron la mayoría de los medios de comunicación para descalificar al candidato mejor colocado en todas las encuestas electorales.
Se documentan las intervenciones partidistas del entonces presidente de la República y del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, las abiertas incitaciones al odio que fueron moneda corriente en radio y televisión y en las que se señaló al candidato de izquierda como un “peligro para México”, creando un clima de linchamiento moral que polarizó al país de una forma nunca antes vista. Queda expuesta en el documental la complicidad abierta de Televisa y Televisión Azteca en el esfuerzo por consolidar una elección de Estado y garantizar el triunfo, cueste lo que cueste, del candidato Felipe Calderón, quien, de modo fanfarrón, alude en televisión a la certidumbre de su victoria, “haiga sido como haiga sido” (sic). Hay testimonios de intelectuales de la talla de Lorenzo Meyer y Carlos Monsiváis, quienes comentan con agudeza crítica el proceso.
Carlos Bonfil, La Jornada, 18 de noviembre.

Sin embargo, la puesta en pantalla del trabajo colectivo sistematizado por el cineasta Mandoki ha sido, desde su primer instante, un éxito completo e histórico, no sólo por los buenos resultados económicos y estadísticos que en estos primeros días muestran los reportes oficiales de empresas dedicadas a contabilizar número de asistentes y recaudación en taquillas sino, sobre todo y esencialmente, porque la mencionada cinta pudo ser presentada en salas comerciales, es decir, en exhibición masiva, a pesar del segundo fraude de la temporada de hacerse patos, es decir, del postfraude mediático, empresarial y gubernamental que pretende cerrar el paso a todo testimonio, prueba o comentario que confirme la existencia del fraude electoral original. Allí están consignadas las declaraciones –confesiones de Felipe Calderón y Vicente Fox–, el papel de los conductores opinantes de la televisión, las evidencias del cinismo y la cerrazón de los funcionarios electorales, el papel envenenado y triste de los miembros del tribunal electoral y el peso de los empresarios y el panismo en las campañas de odio y división social. Pero también está una entrevista (tal vez demasiado larga) con López Obrador y, sobre todo (lo que quizás merecía mayor tiempo y énfasis), la participación firme, creativa y esperanzada de un segmento social en busca de que hubiera cambios verdaderos en su nación; un segmento que estaba y está dispuesto a la lucha: ciudadanos que llenaron plazas vivieron en comuna cívica estigmatizada y defienden diariamente, en condiciones desfavorables, su convicción de que su voto y su expectativa de cambio fueron robados.
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 19 de noviembre.

“Lo de los videos me dolieron”, le confiesa AMLO a Mandoki, refiriéndose a las pillerías de René Bejarano o Gustavo Ponce. Lo de menos es el sentimiento que le generaron al tabasqueño, porque lo importante era que, como jefe de Gobierno del DF, diera una explicación como funcionario público sobre lo que estaba ocurriendo con sus operadores político y financiero, quienes tomaban también decisiones cruciales para la capital del país. Nunca lo hizo.
“Ganamos la Presidencia de la República”, proclama AMLO desde el Zócalo en el filme, aunque Mandoki edita, para conveniencia propia, la frase siguiente, en la cual el candidato perdedor asegura que triunfaron “al menos” con 500 mil votos de diferencia, cifra que, hasta la fecha, nadie ha explicado de dónde salió o quién se la dijo a López Obrador, sobre todo cuando Ana Cristina Covarrubias, encuestadora oficial de Andrés Manuel, ya le había informado que, de acuerdo con sus números, iba debajo de Felipe Calderón por un punto.
¿Entonces, de dónde sacó AMLO esa ventaja de medio millón de votos? Fue una de las grandes mentiras históricas del país. Y ese punto lo omite Mandoki.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 20 de noviembre.

Ahora, además de los libros citados ha entrado en cartelera la película de Luis Mandoki, Fraude 2006. En su primera parte, la cinta reproduce la historia previa a los comicios del año pasado, con aspectos y situaciones que ya conocemos. No obstante, la segunda parte es abundante en ejemplos donde es fácil para cualquiera detectar el fraude electoral: votos sin contar, boletas de más o de menos, resultados equívocos en las actas, cómputos erróneos en casillas, actas no contabilizadas, alteración cibernética del resultado en cientos de casillas, apertura ilegal de urnas y un listado enorme de irregularidades. / Después de ver esta película es lógico que el público concluya que las elecciones presidenciales de 2006 las ganó López Obrador y no Calderón. / Si la diferencia “oficial” fue de apenas 250 mil votos y el número de casillas de 130 mil, bastaba sólo contar dos votos de más en cada una de ellas en favor de Calderón para consumar el fraude. Ahora, quienes han visto dicha película han podido observar que la alteración no fue de dos sino de muchos más votos falsos que aparecieron por aquí y por allá para beneficiar a quien no ganó en las urnas
Martí Batres, “Objeciones de la memoria”, El Gráfico, 20 de noviembre.

En la película, Mandoki recurre a un truco que, si bien es válido, también se presta para confundir al espectador: editar frases completas a conveniencia, presentar ideas inconclusas, manipular los tiempos. Es un recurso utilizado frecuentemente, que parcializa el trabajo del cineasta.
Cierto: hay momentos en los cuales —sin edición alguna— se demuestran algunas irregularidades registradas el día de la elección: apertura indebida de paquetes electorales, aparición sospechosa de personas ajenas al conteo, necedad de los presidentes de casilla a la hora de recontar los votos. Sin embargo, se debe decir que son eso: irregularidades que no pueden comprobar el fraude generalizado que siguen sosteniendo AMLO y compañía.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 20 de noviembre.

Mandoki resalta también una inédita revelación según la cual el vicepresidente de una importante cadena televisiva llamó el 2 de julio al candidato de la coalición por el Bien de Todos poco antes del cierre de las casillas para decirle que en su empresa tenían información suficiente para afirmar que él había ganado la Presidencia. ¿Entonces, qué pasó? / Andrés Manuel López Obrador, Elena Poniatowska y otros ya han escrito la historia de ese 2 de julio. Del otro lado, por parte de la derecha, no han podido ni podrán hacerlo
Martí Batres, “Objeciones de la memoria”, El Gráfico, 20 de noviembre.

Fui en estos días a ver, con gran curiosidad, el documental de Luis Mandoki sobre la elección presidencial del año pasado. Aparecen varios episodios, indicios y testimonios que nutren la duda sobre la fidelidad del veredicto oficial. No son muchos, pero sí sumamente ilustrativos. Desde luego, cada quien verá lo que quiera ver. Los feligreses del mito del “fraude monumental” dirán que las anomalías ahí exhibidas son apenas la punta del iceberg de un gran operativo para arrebatar el triunfo a Andrés López Obrador. Los creyentes del otro mito, el del “triunfo inobjetable” de Calderón, concluirán que los hechos reportados son aislados y, por ende, no fueron determinantes en el resultado oficial. Y los “agnósticos” tendremos nuevos fundamentos para documentar nuestra abierta ignorancia sobre cuál fue la voluntad del electorado. Información más concluyente al respecto seguramente yace en los paquetes electorales, esos que tanto temor despiertan a diversas autoridades. Por algo será
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 21 de noviembre.

Estudios Churrobrusco en asociación con Peje Movies Inc., presenta su nueva superproducción, que le garantiza morirse de risa, gastar en vano su dinero, así como que se le atraganten las palomitas con su cinta El Fraude, de Luis Mandoki, la cual, como su nombre lo indica, es un fraude por no tomar en cuenta a la mayoría de los mexicanos que no votaron por Obrador, a quien por cierto, en ocasión de su informe del pasado domingo, el maestro Fernando Rivera en el Matutino Express le compuso una canción que le queda muy ad hoc: La feria de Pejillín, la cual se convertirá en su próximo himno y no dudamos que el Peje quiera cambiar el himno nacional por esta canción.
Yazmín Alessandrini, “Circo Político”, Crónica, 21 de noviembre.

Parte del filme se dedica a explicar cómo el gobierno de Vicente Fox allanó el terreno para dar verosimilitud al “mito del fraude”, proporcionando desde 2004 al PRD elementos para que en 2006 sus denuncias de fraude se hicieran creíbles ante sus seguidores e incluso ante ciudadanos de diversa filiación (como lo refleja una encuesta de Parametría encargada por el IFE en septiembre de ese año). El famoso desafuero fracasó en su evidente intento por inhabilitar políticamente al entonces jefe de Gobierno y puntero en las encuestas. Pero tuvo al menos dos efectos: a) provocó en Fox un fuerte deseo de desquitarse de López Obrador por la humillación recibida, anhelo que pudo cumplir durante el proceso electoral, según reconoció. b) Envió a la izquierda el mensaje de que en Los Pinos había la firme determinación para detener a su candidato presidencial, por los medios que hicieran falta
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 21 de noviembre.

El documental refleja también la aportación de otras instituciones para hacer creíble el fraude: el IFE y el Tribunal Electoral. El primero, al adoptar como línea de acción la estrategia más favorable al PAN, es decir, abrir los menos paquetes electorales posibles (de lo cual hay algunas claras evidencias en el documental). Lo que se tradujo en que se recontara apenas 4% de los paquetes que, según la ley (y el Tribunal), el IFE debió abrir de oficio. Eso corresponde con el testimonio de múltiples consejeros distritales con quienes he conversado (y con mi propia observación en varios distritos capitalinos). Más grave es el hallazgo, durante la revisión hecha por el Tribunal, de boletas cruzadas por el PAN pero sin doblez alguno. Sólo personal del IFE pudo tener acceso durante ese lapso a los paquetes electorales —resguardados por el Ejército— e introducir esas boletas, pero olvidaron doblarlas como lo hacen los electores antes de depositarlas en la urna. Lo relevante aquí es menos lo cuantitativo —si el número de votos ilícitos así introducidos fue suficiente para afectar el resultado— que lo cualitativo —la disposición que mostró el IFE para torcer la ley de esa manera a favor del PAN—. No se necesitan kilos de neuronas para inferir esa infracción a partir de las evidencias disponibles, pero sí al menos un gramo de honestidad para reconocerlo. El Tribunal tampoco contribuyó a despejar la incertidumbre, al no utilizar las facultades legales de que disponía para abrir y recontar los paquetes cuyas actas registraban inconsistencias, tal como su propia sentencia señaló que debió hacerse (por lo cual 80% de tales actas quedó sin revisar, lo que preservó gran cantidad de errores aritméticos que pudieron y debieron haber sido depurados).
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 21 de noviembre.

Por espacio de casi dos horas y con una entrevista-conferencia de Andrés López como línea de continuidad narrativa, Luis Mandoki ha puesto en las pantallas cinematográficas una cinta documental de naturaleza propagandística cuya ausencia autocrítica la reduce a un panfleto doctrinario.
Aun cuando no se puede esperar ninguna otra cosa cuando se anuncia abiertamente el propósito del filme: demostrar un fraude electoral si fuese exigible un tono menos didáctico, maniqueo y auto elogioso.
La tesis inicial de la cinta se expresa en un epígrafe de Fernando del Paso: el fraude comenzó mucho antes del dos de julio. Y a ese afán se dedica una buena parte de la película, a demostrar la construcción del complot y su punto cimero con la difusión de los video-escándalos. En ese sentido lo único censurable es su divulgación con perversos propósitos, pero nunca la corrupción bajo cuya sombra florecieron y hasta pudieron ser filmados.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 23 de noviembre.

Presentar el trabajo como una película del pueblo mexicano filmada por Luis Mandoki, es aprovechar un sentimiento colectivo (si bien parcial) a favor de la mercadotecnia del martirologio. La cámara aérea sobre el Zócalo y la conveniente música de Beethoven generan una actitud de serenidad indignada en muchos de los espectadores cuya predisposición a documentarse con el documental es absolutamente obvia.
La narración lineal, como corresponde a un documental didáctico-doctrinario sigue al pie de la letra la sentencia de Del Paso: el fraude tuvo como antecedentes los videos de Bejarano y Ahumada; el complot ordenado por Salinas, el desafuero arrepentido, la manipulación del IFE, la campaña negra y finalmente la consumación electrónica en el conteo. Y en todo ello hay dosis de verdad suficientes como para haber pedido el recuento. De acuerdo.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 23 de noviembre.

La edición, las reiteradas manipulaciones contenidas en el documental deberían avergonzar al director, quien constatará esta realidad al ingresar a las salas y contemplarlas vacías. Mandoki me defraudó. Lo único bueno de su documental es la música, esa sí, virtuosa…
Francisco Martín Moreno, Excélsior, 23 de noviembre.

¿Ausencias o carencias?
El resultado es una película predecible desde la primera toma. No hay crítica a López Obrador ni a los muchos errores cometidos en su campaña, donde pudo haber abrevado la derrota. No hay cuestionamiento a sus excesos. No hay contrapuntos, visiones divergentes. No hay apetito documental. Mandoki cocinó con la gastada receta maniquea del pueblo bueno y su pastor enfrentándose a la conspiración de las siniestras fuerzas corruptoras.
Ciro Gómez Leyva, “La historia en breve”, Milenio, 15 de noviembre.

El “Fraude” está muy bien manufacturado, bien compilado y con una edición ágil. Pero terminará, me temo, como esos miles de documentales de OVNIS, sólo reafirmará la convicción de los ya creyentes, pero con un poco de escepticismo todo se desmorona rápidamente.
Ojalá que pronto se construya, con fines sociológicos, un documental que dé un panorama más amplio sobre esa jornada, polémica y compleja.
Que diga todo lo que los poderes fácticos hicieron, todo lo que hizo el IFE y todo lo que no, que diga cuánto dinero corrió por las arcas de los tres candidatos de mayor votación y por Nueva Alianza, que recuerde cómo Calderón ante una campaña que no funcionaba hizo cambios dramáticos y públicos, que documente cómo en tres semanas López Obrador dilapidó 10 puntos porcentuales de ventaja —es decir cinco millones de votos—, que recuerde lo heroica que fue la campaña de Alternativa, que analice los dos debates con ausencias y presencias, eso y todo lo demás. Y después podremos decir que hay un documental sobre el 2006.
Luciano Pascoe, La zanahoria del caballo, Crónica, 18 de noviembre.

Paradójicamente, hablan de censura y conspiraciones cuando, por ejemplo, Mandoki no incluyó las entrevistas que hizo hacer si los entrevistados resultaban críticos de López Obrador y, sobre todo, cuando fue éste quien decidió (eso se llama libertad de creación) quién aparecía y quién no en el filme, incluidos los créditos, así como los patrocinadores del perredismo. Eso sí es intolerancia, censura, incapacidad para realizar un análisis sensato, se comparta o no, de una situación. Pero lo más grave no es ello sino la creciente tendencia a la violencia de estos grupos en la misma medida en que “el líder” se queda triste, solitario y final. El “líder” está desnudo: ¿alguien se atreverá a decírselo?
Jorge Fernández Menéndez “Razones”, Excélsior, 20 de noviembre.

Pero la misma libertad que tiene Mandoki para filmar, la tenemos los periodistas para señalar algunos puntos que, en el caso concreto de estos Archivos, consideramos manipulaciones u omisiones sobre la historia de la pasada elección presidencial que se presentan en la película de Mandoki. Fantasías llevadas a la pantalla grande que alimentan —en ocasiones rayando en el fanatismo—, a la parafrenia que rodea a la mayoría de los seguidores del mesías tabasqueño.
En Fraude: México 2006, se presenta de inicio la trayectoria de AMLO, pero a Mandoki se le olvida poner un dato fundamental: que perteneció, durante muchos años, al PRI. Eso no lo dice por temor, seguramente, a recordar que López Obrador es derivado del sistema autoritario del viejo priismo.
Martín Moreno, “Archivos del poder”, Excélsior, 20 de noviembre.

Hace cuatro años los diputados de los tres partidos grandes acabaron metidos en una comedia de errores que produjo un Consejo General marcado por el pecado original de su falta de legitimidad. No fue suficiente la actuación correcta en la preparación del proceso electoral para limpiar el agravio de origen y la elección estuvo marcada por las dudas. Hoy el panfleto cinematográfico de Mandoki repite los argumentos de los agraviados, de manera completamente parcial, sobre los comicios. Suficiente para calar en el imaginario colectivo, a pesar de la existencia de estudios serios que desechan la existencia de fraude.
Porque la legitimidad es, precisamente, una cuestión de percepción social. Es en el terreno del imaginario colectivo donde se construye buena parte de la institucionalidad. De ahí que sea especialmente importante que ahora los legisladores no se equivoquen.
Jorge Javier Romero, Crónica, 21 de noviembre.

Como era de esperarse, el documental carece del componente de “autocrítica”, al no mencionar los errores de López Obrador que ayudaron a su caída en las encuestas, haciéndolo vulnerable. Eso hubiera dado mayor solidez y fuerza al filme de Mandoki. También es innegable su fuerte sesgo propagandístico en torno a la figura del Peje. Pero eso no borra la existencia de anomalías, inequidad y parcialidad de las autoridades durante el proceso, mucho de lo cual es relatado y retratado en el documento fílmico. Con todo, supongo que quienes asistirán a verlo serán principalmente quienes creen de manera irreductible en el fraude monumental, así como los que dudan de la absoluta pulcritud de la elección. Más difícil es que vayan a verlo quienes no creen en el triunfo limpio de Calderón, pero celebran que así hayan ocurrido las cosas. Son aquellos que justifican que se haya detenido a quien consideraban un peligro para México (o para sus propios intereses), “haiga sido como haiga sido”. Aquellos que en corto reconocen que de seguro hubo irregularidades suficientes para afectar el resultado oficial, pero de lo cual se alegran. Son los seguidores y legitimadores de la estrategia de “desvirtuar la democracia para salvar la democracia”.
José Antonio Crespo, “Horizonte Político”, Excélsior, 21 de noviembre.

El tratamiento cinematográfico de Mandoki tiene un defecto central: nuevamente el mundo se divide en buenos y malos. La película no es en blanco y negro; es en malo y bueno. El bueno es Andrés, un iluminado a quien el dedo providencial ha marcado como el salvador de la humanidad o por lo menos de México.
Sin embargo se le deben reconocer a Mandoki y a todo el equipo de documentación y recopilación de materiales el volumen de su investigación. Tiene calidad, es un trabajo profesional y aprovecha todos los elementos rescatables del aprendizaje emotivo hollywoodense del autor.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 23 de noviembre.

Sin embargo hay omisiones y alcahueterías insostenibles. El bloqueo de la ciudad de México es presentado como un heroísmo cívico y justiciero; como la única respuesta a un agravio nacional y no como el más grave error político de los últimos años. La “Comuna de París” era juego de niños.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 23 de noviembre.

¿Documental o propaganda?
Si el objetivo era documentar el fraude, creo que Mandoki ha fracasado. No hay en Fraude algo que no hubieran dicho en radio y televisión Gerardo Fernández Noroña, Claudia Sheinbaum, Horacio Duarte; nada que no hayan machacado hasta el hartazgo en diarios y revistas las plumas al servicio de López Obrador.
Más que cine, Mandoki ha hecho propaganda. Sorprende que entrando a la etapa otoñal de su exitosa carrera, haya dejado pasar la oportunidad de hacer un documental de oro sobre el 2006, y que en vez de eso haya preferido oficializarse como el Leni Riefenstahl del Peje.
Ya los críticos dirán si con más o menos talento plástico que ella, la documentalista del Führer.
Ciro Gómez Leyva, “La historia en breve”, Milenio, 15 de noviembre.

Que cada cual tenga su historia es legítimo, que cada cual la cuente como quiere es más que legítimo: es su derecho a la libertad de expresión. Pero no es, en ningún momento, un recuento neutral sobre esa época. Pero no debe ostentarse como la verdad —o su autor no debería hacerlo— sobre un momento tan polémico y complejo de nuestra vida pública.
Esto es lo que no logra Mandoki. Falla porque tiene que sacar la película rápido, porque tiene que cumplir con un objetivo político, no social.
Falla porque nunca se habla de los tropezones y errores del equipo de López Obrador, nunca se documentan críticas o —por lo menos— pensamiento crítico sobre cómo desarrolló la campaña el Partido de Revolución Democrática. No se reflexiona sobre la crisis institucional de ese partido o el extravío ideológico de la izquierda en México.
Luciano Pascoe, La zanahoria del caballo, Crónica, 18 de noviembre.

El documental adolece de un tono didáctico tal vez excesivo, y que una dosis mayor de humorismo e ingenio popular –desbordante en los días del plantón de Reforma– habría equilibrado de modo más atractivo; hay también omisiones importantes, como el episodio del llamado efecto “chachalaca” o la ausencia de Obrador en el debate televisivo entre candidatos. Sin embargo, el cometido principal de la cinta es muy preciso: documentar, con material proporcionado por los propios ciudadanos, las evidencias del fraude electoral que insistentemente se intenta negar o minimizar, sugiriendo de paso la intensidad del encono generado en contra de un personaje político al que había que declarar perdedor, aun en el caso (remoto o no) de que hubiera legítimamente ganado.
Este intento de envilecer a la opinión pública fue parcialmente exitoso, pero no lo suficiente como para impedir la proliferación de testimonios verbales y visuales que registran de manera perdurable la inmoralidad del proceso electoral.
Carlos Bonfil, La Jornada, 18 de noviembre.

Y en la paranoia del constante complot en su contra (que es la única forma que tienen esos “líderes” de explicar su rotundo fracaso político), todo son señales de conspiraciones, desde que doblen las campanas de una catedral llamando a misa hasta que no entrevisten a Luis Mandoki por su muy mal documental publicitario (¿alguna vez Mandoki se quejó de “censura” cuando no era entrevistado por sus películas comerciales? ¿Por qué alguien tiene que entrevistar a fuerza a un director de cine para publicitar una película de propaganda política?).
Jorge Fernández Menéndez “Razones”, Excélsior, 20 de noviembre.

…a Mandoki su militancia o su devoción ante el hombre irrepetible a quien acaricia con la cámara durante muchos minutos en un “close-up” digno de Andy García, lo ciega.
Ha hecho un “comercial político” de larga duración no con el ánimo de documentar un hecho histórico sino de sumar devotos a una causa y justificar la estrategia de esa causa. Ya no es la denuncia del fraude; es la justificación del movimiento. No es historia, es propaganda.
La fecha misma del estreno, en vísperas del aniversario del “Gobierno Legítimo”, cuya aventura en el Zócalo ya es conocida como “el complot de las campanas” es prueba de este afán.
Rafael Cardona, “El cristalazo”, Crónica, 23 de noviembre.

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