IMAGEN PÚBLICA: ¿POR QUÉ NO TE CALLAS? 4. EL REY JUAN CARLOS.

Como el caso de Hugo Chávez, el del Rey Juan Carlos resultó propicio para externar posiciones no sólo a propósito del acontecimiento; como en el caso previo, parece ser lo de menos, como ejemplifican los 24 comentarios, 20.39% de los 118 sistematizados.

Cierto es que el presidente venezolano interrumpió a su homólogo español, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando éste defendía la honorabilidad de Aznar argumentando que “no es aceptable” que en un foro democrático hubiera descalificaciones a personas que gobernaron como fruto de la voluntad popular.
Pero de ahí a que el rey español, en un foro democrático, mande callar a alguien, hay, cuando menos, un pequeño abismo conceptual. Es entendible que el monarca hispano tenga últimamente sus nervios en estado de alta tensión. Allá en su país les dio recientemente por quemar retratos de él, e incluso se hizo mundialmente famosa una caricatura del semanario El Jueves donde aparecían su hijo y príncipe heredero Felipe con su esposa Letizia en un acto sexual. El cartón, muy discutible, fue hecho célebre por la respuesta de celosos jueces que cerraron filas en defensa de la inmaculada corona, queriendo dar a entender que la realeza es una divinidad encarnada con la que nadie puede meterse.
De manera que el estado de nervios del rey se plasmó ayer en Santiago de Chile, en un país que como España vivió en carne propia los estragos de una dictadura. Y con un gesto antidemocrático, Juan Carlos I puso una pica en Flandes y envió el mensaje de que no se aceptará, al menos por parte de la corona española, que sus antiguos súbditos cuestionen a ex gobernantes y empresarios de aquel ultramarino reino.
Editorial, La Jornada, 11 de noviembre.

No le correspondía a Juan Carlos I callar a nadie. A menos que quiera demostrar que en esas cumbres se hace lo que él ordena. Tal vez está cansado, y nervioso, porque en su país crece imparable un estado de opinión que cuestiona todo, incluyendo la vigencia de la monarquía.
Tal vez el problema estriba en que siendo que en España no dice, o no se atreve, a decir lo que realmente siente, cuando viene a sus antiguos territorios aprovecha para dictar una cátedra tan obsoleta como la misma monarquía.
Editorial, La Jornada, 11 de noviembre.

El rey de España logró el milagro: ¡La prensa de Estados Unidos habló de la Cumbre Iberoamericana! Obviamente no por su contenido, el que no le interesa en lo más mínimo, sino por el exabrupto de don Juan Carlos, que mandó a callar a Hugo Chávez ante la estupefacción de los presentes y el “cachondeo” de esa inmensa opinión pública latinoamericana al presenciar que los reyes también se enojan y que el charlatán continental se queda callado (aunque fuera un ratico).
La reacción del monarca sorprendió porque nunca se le había visto perder los estribos, como lo hizo el sábado en la clausura de la Cumbre Iberoamericana de Santiago. El primer sorprendido es el propio Chávez que ayer, en una rabieta propia de él, trató de contraatacar con una denuncia increíble: que el rey sabía y apoyaba el golpe de Estado en su contra. Como casi todo lo que dice el venezolano, acusa sin pruebas y a destiempo. ¿Por qué lo dice cinco años después?
Como el ladrón que se cree que todo el mundo es de su condición, Chávez pensó que el rey y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero iban a solidarizarse con él en sus acusaciones al ex presidente José María Aznar, al que no paró de llamar “fascista”. Pero no, y así lo dijo el jefe del gobierno español cuando le recordó que “se puede estar en las antípodas de alguien en una ideología, pero fue elegido democráticamente y merece respeto”.
Fran Ruiz, Crónica, 12 de noviembre.

Ahora resulta fácil imputar al cavernario Aznar las responsabilidades por estos actos hostiles, inadmisibles y contrarios a la legalidad internacional; sin embargo, el ahora destemplado Juan Carlos de Borbón, en su calidad de jefe de Estado y responsable máximo de la política exterior de su país, no puede eludir su responsabilidad en las tropelías cometidas por el gobernante defenestrado luego de los atentados del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Madrid.
Las autoridades españolas le deben una explicación a los gobiernos y pueblos de Venezuela y Nicaragua, deuda que posiblemente se quedará pendiente por tiempo indefinido, habida cuenta de la arrogancia y el desdén hacia América Latina que imperan en las altas esferas políticas de Madrid.
Editorial, La Jornada, 12 de noviembre.

El reyecito zapatero-aznar ha metido realmente el regio choclo al pretender instalarse a gritos en escenarios de democracia cuando él es considerado por una parte de sus paisanos como carísima reminiscencia parásita de una historia imperial bastante desfondada y cuando ha pretendido imponer reglas de protocolo palaciego por castas (¡callaos, bellaco!) en una reunión moderna de iguales. Juan Carlos descompuesto y desorbitado porque se topó en Santiago de Chile con una realidad política que se rebela a los intereses económicos de los inversionistas peninsulares que pretenden la reconquista de América y a la paralela política injerencista que promueven tanto los “socialistas” de Felipe (González, no Calderón) y José Luis Rodríguez Zapatero como los del Partido Popular con Mariano Rajoy como líder formal en casa y José María Aznar como cruzado trasatlántico bajo financiamiento de Washington
Julio Hernández López, “Astillero”, La Jornada, 12 de noviembre.

La mejor cara de una democracia no es precisamente una monarquía, ni la mejor defensa de la primera puede surgir de la segunda. ¿Qué hace España con el rey Juan Carlos al frente del Estado? Quién sabe. Sólo los equilibrios o las inercias políticas de los españoles podrían ofrecer una respuesta medianamente creíble.
Se entiende, pues, que el monarca defienda a uno de sus súbditos preferidos, por provenir de la misma escuela –el franquismo–, pero lo que sí es increíble es que el presidente Zapatero, que se llama socialista, salga a poner la cara por un personaje tan nefasto y aberrante como lo es José María Aznar, un fascista aquí, en España, Venezuela o donde le agarre el día.
Carlos Fernández Vega, “México SA”, La Jornada, 12 de noviembre.

El rey de España dijo lo que quisiera decir casi todo el que tiene que escuchar más de cinco minutos al presidente de Venezuela.
El rey terminó de cuadrar su toma de posición respecto de las cosas de Iberoamérica al levantarse, con claro gesto de hartazgo, mientras el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, hacía coro con Chávez.
Héctor Aguilar Camín, “Día con día”; Milenio, 12 de noviembre.

Al rey Juan Carlos, en nombre de todos los borbones, no le basta con mantener un tensa relación con Letizia Ortiz, a la que considera indigna de su estirpe, sino que ahora, quizá inspirado en la real politik mexicana y un poco harto de guardar los protocolos, le gritó en la Cumbre Iberoamericana “¡cállate chachalaca!” a una de las chachalacas mas verborreicas de este y otros continentes: Hugo Chávez.
Digo, además de que de por sí es fácil que el venezolano saque de sus casillas a cualquiera —sobre todo cuando se pone a cantar rancheras en el peor estilo del Mariachi coco, Pablo Montero—, supongo que está en su derecho de comportarse como si fuera Fox, un mexicano al que debe admirar por su resistencia a guardar las formas.
Jairo Calixto Albarrán, “Política cero”; Milenio, 12 de noviembre.

El chiste –no exactamente el más vulgar, hubo peores– que corría por las taperías de Madrid y Barcelona decía que la noche de bodas de la plebeya Letizia y el príncipe Felipe la única que estrenó fue ella. Aunque ya han transcurrido más de cuatro años, parece que el rey Juan Carlos no ha podido superar que la esposa de su heredero sea una mujer divorciada, “con un pasado”, algunos de cuyos episodios, por cierto, se tejieron en Guadalajara. De acuerdo con las revistas del corazón, las tensiones en el interior de la familia real van en aumento. Su majestad el rey cada día se muestra más incómodo. Además, la plebeya ni siquiera le ha dado un nieto varón. ¿Contribuyó ese estado de ánimo a que estallara en la forma como lo hizo en la Cumbre Iberoamericana de la República de Chile? ¿O simplemente lo fastidió el deslenguado Hugo Chávez, cuando llamó fascista al indudablemente fascista José María Aznar? Haya sido una cosa o la otra, o alguna más, lo cierto es que las cumbres borrascosas de los jefes de Estado de América Latina deben cambiar de formato: hay que excluir a los españoles. No es posible una alianza entre lobos y corderos. España ha retomado su papel de potencia colonizadora y a nuestros países les conviene guardar una actitud defensiva, porque hasta ahora nos han llevado al baile
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 13 de noviembre.

A la salida declaró a los periodistas lo que no había dicho en la mesa: que el rey de España había formado parte del golpe de Estado en su contra, llevando la realidad al mundo bizarro donde el golpista Chávez acusa de golpista al demócrata Juan Carlos, que evitó el golpe contra la democracia y el pueblo españoles.
El error del rey fue cabrearse y caer en la provocación; el de Chávez, bueno, el de Chávez es Chávez.
Joaquín López Dóriga, “En privado”, Milenio, 13 de noviembre.

De vez en cuando —Argentina, por ejemplo— la arrogancia imperial española, en boca de José María Aznar se puso a retar al mismísimo Fidel Castro por su escasa vocación de democracias. Ahora ha sido el caso de Hugo Chávez en el escenario chileno y su contraparte ha sido justamente el rey Juan Carlos, sobre cuya actitud la prensa española y las fuerzas políticas de su país vuelcan excesivos elogios.
Félix Cortés Camarillo, “Cancionero”, Milenio, 13 de noviembre.

Qué ironías. El socialista bolivariano ungido por las urnas se comportó, en un cónclave donde las agendas giraron en torno a la educación, la salud y la eliminación de la pobreza, como el gorila que es, poniendo los consensos que pudieran paliar los problemas de Iberoamérica detrás, muy detrás de su egoeterna sed de reflectores. Y el monarca español, remanente de un sistema vigente gracias al melancólico intento de los europeos por embalsamar su historia, fue el único entre pares con la impaciencia suficiente para expresarle a Chávez lo que piensa el concierto de las naciones civilizadas: que quizá tenga el músculo y, oh, paradoja, gracias a la economía globalizada, el dinero, pero nunca la estatura como para presentarse con gracia en un foro de altos vuelos: uno sin discursos armados a punta de eslóganes baratos de cara a públicos ignorantes, cautivos y complacientes.
Roberta Garza, Milenio, 13 de noviembre.

Chávez mismo se encargó de recordarnos que él era presidente y, el otro, rey. Y de justificar su patanería al interrumpir como globalifóbico en celo el discurso ajeno —en este caso, el de Zapatero, que ni la debía ni la temía—, amparándose en una libertad de expresión que nadie atacaba: se olvidó que al rey, y al resto del mundo moderno, no lo fastidian la pobreza de sus opiniones, sino la de sus formas: en pocas palabras, el que aproveche un foro de discusión multinacional para saciar sus patologías histriónicas, amplificadas por un sistema que privilegia la cantidad sobre la calidad de los votos. Es de pensarse la disyuntiva: ¿un rey parlamentario estadista como Juan Carlos, que ha acompañado a España de la miseria económica y política a su riqueza actual, o un dictador legitimado por una presidencia de origen democrático y que encamina a su país al abismo como Chávez?
Roberta Garza, Milenio, 13 de noviembre.

Donde quiera que esté, mientras regaña a la infanta Elena por divorciarse del beodo y vivales de Jaime de Marichalar (¡pardiez, los borbones no nos divorciamos, ni que fuéramos los Grimaldi monegascos que han hecho del reino de Rainiero un table dance, coño!, debió escucharse por todo El Escorial), el rey debe estar muy agradecido, muy agradecido, como diría el Tenor Continental. Debe imaginar que en México se piensa mucho en él, y que tenemos profundas nostalgias monárquicas; tan así que podría pensar que en cualquier momento una comitiva se apersonará hasta la intimidad de su despacho para solicitarle de la manera más atenta nos que mande a don José María Aznar en calidad de Virrey de la Nueva España Nahuatlaca.
Jairo Calixto Albarrán, “Política cero”; Milenio, 13 de noviembre.

Por exagerada que encuentre usted mi reacción, quiero decirle que ese "Por qué no te callas" lo sentí como que quería callar a todos aquellos que están en una posición de desventaja frente a países mucho más ricos y más poderosos que los nuestros. Al querer agredir públicamente a Chávez, de alguna manera también me agredió a mí. Sobre todo, majestad, pienso que el presidente Zapatero de una forma sumamente elegante, diplomática y como un verdadero jefe de Estado, le hacía ver al presidente Chávez que "se puede discrepar radicalmente de las ideas, denunciar los comportamientos, sin caer en la descalificación". Por ello me permito decirle que su reacción resultaba totalmente innecesaria porque de alguna manera su orden de que se callara sonaba a una descalificación del mandatario elegido democráticamente (estemos de acuerdo con él o no) de la República Bolivariana de Venezuela.
Guadalupe Loaeza, Reforma, 13 de noviembre.

No podría estar más de acuerdo con Hugo Chávez, cuando en una rueda de prensa al salir de la cumbre señaló muy enfáticamente: "Señor Rey, yo le digo lo siguiente tenemos 500 años aquí y nunca nos callaremos, mucho menos a la voz de un monarca". No se olvide don Juan Carlos que durante varios siglos nos quisieron callar; no se olvide que costó muchas vidas nuestra independencia como países libres y soberanos, pero sobre todo, no se olvide que estamos en siglo XXI en el cual las monarquías están cada vez más devaluadas y el pueblo tiene la palabra para elegir libremente a sus gobernantes.
Guadalupe Loaeza, Reforma, 13 de noviembre.

Mal y de malas está el rey Juan Carlos. Ya hay canciones a ritmo de reggeattón y paso doble sobre su altercado verbal con el presidente Hugo Chávez. El famoso “Por qué no te callas”.
Ahí no termina todo. Ayer se informó que la infanta Elena se separará temporalmente de su esposo Jaime de Marichalar, duque de Lugo.
Ash. De haberlo sabido antes. Posiblemente ahora entenderíamos al rey. Está pasando un mal momento y durante la cumbre estaba muy susceptible. ¿No cree?
Katia D’Artigues, “Campos Elíseos”, El Universal, 14 de noviembre.

¡Rediez! ¡Que ha empezao a verse la oreja del violín! La Casa Real de España anunció hace unas horas que la infanta Elena de Borbón y Jaime de Marichalar se separan después de 12 años de matrimonio. La pareja tiene dos hijos, Felipe Juan Froilán, de nueve años, y Victoria Federica, de seis. Este conflicto familiar viene a añadirse al que les comentaba ayer: la nuera (que no era la que esperaban), Letizia, esposa del príncipe heredero, Felipe, no acaba de ser aceptada por la familia ni por la realeza. ¿Entonces la carga emocional hizo que la sangre azul se le agolpara en la cabeza al rey Juan Carlos de tal suerte que rugió al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el ya famoso “¿por qué no te callas?” Pues sí, tal vez: el padre, el suegro y el abuelo –todo es al mismo tiempo el rey– está viviendo un mal momento familiar. Aunque también hay razones de orden económico y político. Las inversiones de España en América Latina llegan a 129 mil millones de euros y el presidente Chávez encabeza una ola de nacionalizaciones de empresas extranjeras en su país e inspira las de otros. En Venezuela, en particular, Repsol, la petrolera española, ya sufrió los efectos de la renacionalización parcial del sector energético. A diferencia de hace unos años, en los que era propietaria única de sus actividades de exploración y producción, ahora las tiene que compartir a la mitad con el gobierno chavista. En fin: tómese un dulce vinillo de Málaga y tranquilícese, su majestad, porque la indiada ya no entiende a gritos
Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 14 de noviembre.

Hace 30 años cuando Franco murió y Juan Carlos asumió el poder, lo hizo de forma tranquila, es más, quien fuera designado como heredero de la dictadura se convirtió en el motor del cambio hacia un sistema democrático. Cuando hubo un intento de golpe de Estado en 1981, la negativa del rey de apoyarlo fue crucial para abortar la toma del poder por parte de los militares. Cuando los horrorosos acontecimientos del 11 de marzo de 2004, al atardecer, el rey decidió dirigirse a los españoles pidiéndoles firmeza y serenidad ante la barbarie terrorista, pero discretamente exigió a Aznar (quien comploteaba para hacer creer a todos que ETA era responsable de los atentados) que reconociera públicamente que la pista islámica no estaba excluida. Cuando su hijo, el heredero al trono, Felipe de Borbón, le dijo que quería casarse con Letizia Ortiz, ¡uy! Juan Carlos casi se nos desmaya. El principito había elegido para futura reina a una mujer divorciada y de muy dudosa reputación (en España se dice que los mexicanos aún seguimos sacando con pala mecánica el “polvo” que dejó por acá), pero ante la amenaza de Felipe de tirarse al berrinche y escándalo, pues decidió no hacer olas y medio la aceptó. Y lo último, la separación de su hija, la infanta Elena, del insoporteibol de Jaime de Marichalar; y que además le andan cuestionando el origen de su gran fortuna que lo coloca en la posición número 134 de los hombres más ricos del mundo.
Carolina Enríquez, “Azul Tiffany”, Milenio 14 de noviembre.

Él ante todo eso ha guardado la compostura y calma. Ha sabido manejarlo a la perfección cual dicta su posición y educación de monarca. Pero, pobre, se topó de frente con el orangután de Hugo Chávez y perdió la cabeza. Le gritó en plena Cumbre Iberoamericana, “¿Por qué no te callas?”. Ahora intentan descalificar la actuación del rey, que sí, estuvo mal para un personaje de su categoría. Pero a decir verdad, se ha convertido en my hero, pues le dijo al dictadorsucho venezolano lo que muchos quisiéramos también gritarle a la cara, “¿Por qué no te callas de una buena vez?”. La envidia me corroe.
Carolina Enríquez, “Azul Tiffany”, Milenio 14 de noviembre.

La tercera reflexión se refiere a los motivos que sacaron a Chávez de sus casillas. Tampoco se cuece al primer hervor; ya ha visto otras. Si se desesperó, es quizás porque su situación interna empieza a volverse desesperada. Con el petróleo a 100 dólares, debería encontrarse en jauja. En cambio, enfrenta un número creciente de estudiantes movilizados y elocuentes; mayor división del Ejército con liderazgos simbólicos e intachables; una oposición vehemente de la Iglesia Católica; y encuestas que, por primera vez, tratándose de empresas que suelen favorecer a Chávez, advierten que puede perder el referéndum del 2 de diciembre. Todos sabemos que cuando hay estudiantes en la calle, militares divididos y grandes acontecimientos en puerta, la provocación y/o la agresión se acercan. Un Tlatelolco o 10 de junio en vísperas del 2 de diciembre, no debiera sorprender a nadie si por desgracia sucede; pero la posible derrota de Chávez en las urnas, tampoco.
Jorge Castañeda, Reforma, 14 de noviembre.

El hecho de que un Presidente socialista de España haya salido a la defensa de uno conservador, con quien tiene diferencias profundísimas en el ámbito político, es muestra de una faceta de la cultura política de la cual carecemos.
Aunque el gran "show" luego de la Cumbre Iberoamericana tiene que ver con el estallido del Rey frente a las interrupciones de Chávez y toda su secuela, casi nadie se ha detenido a considerar el significado de que Zapatero haya defendido a Aznar.
Pero, precisamente ese hecho es reflejo de algo que puede explicar el éxito económico de España frente a la mediocridad de la economía mexicana.
Enrique Quintana, “Coordenadas”, Reforma, 15 de noviembre.

3. La majadería de Juan Carlos, que no pudo soportar el discurso del presidente argentino Kirshner del viernes 9 ni las palabras del nicaragüense Daniel Ortega, que lo hicieron ese sábado levantarse airado de su sitio, se ha revertido con enorme rapidez contra la pretensión de España de consolidar sus intereses hegemónicos en Latinoamérica, pues ha abierto una discusión sobre el carácter “iberoamericano” de esos encuentros –ideados para propiciar y legitimar la penetración del capital trasnacional–, poniendo en la mesa de discusiones el papel depredador que tienen las trasnacionales de origen hispano en nuestros países y la corrupción de muchos gobernantes latinoamericanos al autorizar su penetración en sectores estratégicos, marcando en suma el momento de un desencuentro histórico entre España y América Latina, además de que ha abierto, de paso, una nueva discusión sobre el futuro de la monarquía en España
Luis Javier Garrido, La Jornada, 16 de noviembre.

8. La majadería de Juan Carlos, incapaz de desempeñar el papel diplomático que desde Washington se le ha asignado, y que está siendo justificada por la prensa derechista en España como cada vez que éste incurre en uno de sus traspiés (aduciendo en esta ocasión que se hallaba en copas, deprimido por la separación de una de las infantas), hace inocultable para amplios sectores de españoles que la monarquía parlamentaria es una forma de gobierno anacrónica que le fue impuesta a España por voluntad de Francisco Franco, y que su país debe tener un gobierno republicano. Hace un año, cuando Juan Carlos hizo una seña obscena a un grupo de manifestantes del País Vasco y a principios de éste, en que presentó una demanda contra una revista por informar que sus ayudantes habían tenido que emborrachar a un oso, llamado Mitrofan, para que lo pudiera matar durante una cacería en agosto de 2006 en la región de Vologda (Rusia), se planteó la necesidad de terminar con la monarquía, pero nunca con la vehemencia de ahora
Luis Javier Garrido, La Jornada, 16 de noviembre.

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