IMAGEN PÚBLICA: ¿POR QUÉ NO TE CALLAS? 5. RODRÍGUEZ ZAPATERO.

José Luis Rodríguez Zapatero, tercer actor del reparto, fue objeto de doce comentarios, 10.17% de los 118 sistematizados.

La frase utilizada por Rodríguez Zapatero no puede y no debe pasar desapercibida, pues entraña un profundo sentido democrático, de tolerancia y de nacionalismo bien entendido. En medio de los excesos verbales de Hugo Chávez, Zapatero le increpó: “…se puede estar en las antípodas de una posición ideológica y no seré yo quien esté cerca de las ideas de Aznar, pero fue elegido por los españoles y le exijo ese respeto”.
En efecto, la frase con la que el presidente del Gobierno de España salió al paso contra las críticas del presidente venezolano, entraña profundos valores democráticos que más de uno en México debería conocer y sobre todo practicar. Para nadie es un secreto lo que el propio Zapatero expresa en su alocución y que implica la distancia de pensamiento que lo separa de su predecesor. Por eso, la defensa que hace de Aznar toma mayor dimensión, pues a pesar de sus diferencias comparten en común el origen democrático de sus mandatos.
Es ahí donde se encuentra la primera lección: el origen de democrático de los gobiernos exige por ello mismo, respeto. En última instancia esta consideración para con los gobernantes electos democráticamente se traduce en un respeto al pueblo que los eligió, y a ello, precisamente, alude Rodríguez Zapatero.
Rogelio Carbajal, Crónica, 12 de noviembre.

"Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica y no seré yo quien esté cerca de las ideas de Aznar, pero fue elegido por los españoles y exijo ese respeto...". Mientras Rodríguez Zapatero decía estas palabras, Chávez lo interrumpía abiertamente. Fue en ese momento cuando el rey le espetó a Chávez: "¿Por qué no te callas?"
Cuando pudo, Rodríguez Zapatero continuó su participación: "Hay una esencia y un principio en el diálogo y es que para respetar y para ser respetado debemos de procurar no caer en la descalificación. Se puede discrepar radicalmente de las ideas, denunciar las ideas, los comportamientos, sin caer en la descalificación". Un nutrido aplauso de los asistentes recibió estas palabras de Rodríguez Zapatero.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 12 de noviembre.

La expresión es también una enseñanza de tolerancia política. Sólo se puede ser tolerante cuando se sabe exactamente lo que se es. Zapatero —es obvio— lo tiene muy claro: su pensamiento y su política, son de izquierda y con ella se puede discrepar o estar de acuerdo, como se puede disentir o congeniar con una política de centro, de derecha o de corte liberal. Pero esta clara diferencia ideológica no obsta para reconocer que José María Aznar merece el respeto y la consideración pública como presidente español que lo fue, pues como antecesor de Zapatero, Aznar representó —como ahora lo hace él— a su país.
Una tercera lección se desentraña de aquí. En política exterior —también a pesar de las distancias que puedan existir— un país es uno e indivisible y su imagen como nación democrática (España lo es) se defiende contra todo y contra todos. Aznar fue Jefe del Gobierno y su figura (como la de Felipe González o la de Adolfo Suárez) sigue representando, en tanto ex presidente, a España. La lección es la de un político que entiende bien la de la defensa en el exterior de su país.
Rogelio Carbajal, Crónica, 12 de noviembre.

Las naves de la reconquista española han mostrado de tal forma su condición bucanera que en la reciente cumbre iberoamericana no sólo se produjo la mención de “fascista” a Aznar, que de sus casillas sacó al rey y obligó a Zapatero a reconocerse en trincheras contiguas a las de Aznar, sino también denuncias fuertes como las del presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien en sesión privada habría descrito a los empresarios españoles como “carroñeros” y habría dicho que “roban a los ciudadanos” (según Gerardo Díaz, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales) y señalamientos críticos del argentino Néstor Kirchner y del propio Hugo Chávez, quien tachó de golpistas a los patronos hispanos
Julio Hernández López, “Astillero”; La Jornada, 12 de noviembre.

Es de sobra conocida la animadversión que existe entre Aznar y Rodríguez Zapatero. El que el actual jefe de gobierno español haya tomado la decisión de defender públicamente a Aznar ante las descalificaciones de Chávez es un gesto importante. Aznar así lo entendió y llamó por teléfono tanto al Rey como al Presidente para agradecerles su actitud en la cumbre. En la conversación de unos 10 minutos que tuvo con Aznar, Rodríguez Zapatero dijo: "He actuado de acuerdo a mis principios y al respeto que se merece cualquier persona que sea elegida democráticamente por los ciudadanos para la presidencia de nuestro país".
Infortunadamente, este gesto de unidad democrática fue echado a perder por Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular -al que pertenece Aznar- y cabeza de la actual oposición española, quien declaró que el incidente "es fruto de las amistades peligrosas que ha cultivado el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero", a quien pidió que busque sus aliados entre gobiernos "occidentales, liberales y democráticos".
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 12 de noviembre.

Que reaccionaron así, justifican, porque la delegación española, con el rey y Zapatero a la cabeza, “se molestó cuando el gobernante venezolano llamó fascista a José María Aznar y lo acusó de haber promovido el golpe de Estado contra su gobierno en abril de 2002”. Bien, entonces, ¿cómo tendría que reaccionar la delegación venezolana (o la de cualquier otro país en circunstancias similares) ante la intentona golpista del jefe de gobierno español, José María Aznar? ¿Qué esperaban: gratitud y aplausos?
Tres años atrás, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos (miembro del PSOE), reconoció la activa participación de Aznar y su gobierno en la intentona golpista contra Hugo Chávez. Sin embargo, tras la tormenta política que sus declaraciones causaron, alguien de más arriba le ordenó dar una explicación, y diez días después ante el Parlamento así la dio el diplomático: “no acusé (al gobierno de Aznar) de instigar en la preparación del golpe de Estado. Cuando dije apoyar quise y quiero decir que (ese Ejecutivo) no condenó el golpe de Estado y le ofreció legitimidad internacional (a los golpistas)… cuando se produjo la crisis que desalojó del poder a Chávez, el embajador español recibió instrucciones del gobierno y el efecto de la ejecución de esas instrucciones fue apoyar el golpe de Estado”.
Carlos Fernández Vega, “México SA”, La Jornada, 12 de noviembre.

Lo mas divertido fue la cara del presidente español, Rodríguez Zapatero que en una buena imitación de Pedro Infante en La oveja negra, y que al ritmo de “Tranquilo apá, no se comprometa” trataba de contener a su majestad que estaba injertado en Cruz Treviño Martínez de la Garza ante las provocaciones del Espinito.
La mexicanización de los grandes encuentros internacionales se demostró tanto en la cumbre chilena, que nomás faltó que, trepada en un jeep roja, la señora presidenta Bachelet saliera a reconvenir a Chávez con un contundente “coopelas o cuello”.
Jairo Calixto Albarrán, “Política Cero”, Milenio, 12 de noviembre.

Rodríguez Zapatero ha demostrado una vez más ser un digno presidente del gobierno español. Su cuestionamiento público a las descalificaciones sistemáticas que Chávez ha hecho a Aznar es reflejo de un talante abierto. Esto lo entendió Aznar al llamarlo telefónicamente para agradecerle sus palabras, a pesar de la notoria distancia política entre uno y otro. Quien no entendió la importancia del momento fue Rajoy, quien ha aprovechado incluso la defensa de su correligionario por el Presidente para atacar a éste.
El Rey mostró, me parece, que es humano, pero cometió un error diplomático al callar a Chávez, aun cuando éste estuviera interrumpiendo a Rodríguez Zapatero. Y Chávez... bueno Chávez demostró una vez más quién es.
No son el Rey ni Rodríguez Zapatero los primeros ni los últimos mandatarios de otros países con los que Chávez ha tenido y tendrá problemas. El presidente venezolano goza de la confrontación. Para él, el incidente de la cumbre de Santiago no es más que otro triunfo que le ha permitido seguir siendo el centro de atención de los medios internacionales de comunicación. Y estos desplantes los seguirá teniendo durante décadas, puesto que ya se acerca la aprobación de la nueva Constitución que le permitirá convertirse en Presidente de por vida.
Sergio Sarmiento, “Jaque Mate”, Reforma, 12 de noviembre.

Otras de mis dudas tienen que ver con que si el presidente de Gobierno, el señor Rodríguez Zapatero, asistió a la cumbre como todos los demás jefes de Gobierno invitados, quisiera saber en qué calidad asistió el rey de España. Tengo entendido que el Rey, aunque sea reconocido como Jefe de Estado, no debe mezclarse en asuntos de Estado y mucho menos respecto a la política exterior de su país. Tal vez esté equivocada o mal informada, pero para mí usted es un símbolo de la unidad de España.
Guadalupe Loaeza, Reforma, 13 de noviembre.

Evidentemente, las opiniones y las reacciones internacionales tampoco se hicieron esperar: desde el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero que, evidentemente (y aunque se trate de su acérrimo enemigo en la política doméstica española), defendería a José María Aznar de las críticas del venezolano, hasta Carlos Fuentes, el escritor que llamó “ignorante y burdo” a Hugo Chávez al desconocer que el rey Juan Carlos había sido uno de los principales artífices de la transición española a la democracia después del franquismo
Yuriria Sierra, “Nudo gordiano”, Excélsior, 14 de noviembre.

Todos los que hacemos eco de la escena y todos los medios que han opinado sobre el gazapo han obviado el ejemplo de mesura y serenidad de José Luis Rodríguez Zapatero, quien tenía la palabra y estaba en todo su derecho de terminar de exponer sus opiniones. No merecía que el campechano dictador de Venezuela se abrogara la facultad de interrumpirlo, pero tampoco que el propio rey de España perdiera la paciencia e interviniese en la escena. Volvamos a ver el video y guardemos la fotografía donde todos hemos visto el rostro molesto del rey y la oreja darwiniana de Chávez, pero pocos han observado la mano izquierda del presidente Zapatero, que intenta calmar los ánimos de ambos espontáneos. Mano izquierda avalada por las palabras, tampoco vistas ni oídas por la mayoría de los espectadores, donde pedía respeto y claridad de conceptos, pues tal como él, así estemos todos “en las antípodas”, opuestos radicalmente a las erradas ideas y atropelladas maneras de José María Aznar, nadie puede negar que fue electo democráticamente por la mayoría de los españoles en su momento y que, así porte camisa azul o imagine moros con tranchete o se ría como Chaplin, no cumple con el perfil ni la definición de fascista. Lo debería saber el comandante Chávez que ha dado asilo a Martha Harnecker —la ya anciana y trasnochada teórica del materialismo histórico—, que en sus manuales didácticos endilgaba o dictaba definiciones muy precisas y fáciles de memorizar sobre qué era la plusvalía y cuáles los engranajes de los medios de producción.
Jorge Hernández, “Agua de Azar”, Milenio, 15 de noviembre.

El trasfondo del conflicto viene de atrás. El presidente Zapatero se había reunido con la disidencia venezolana, como lo había hecho con la disidencia cubana. La primera vinculada a la derecha y la segunda articulada alrededor de la defensa de los derechos humanos y las libertades políticas conculcadas en Cuba. Chávez espió al gobierno español y, dicen, también algunas oficinas del rey.
Por tanto, las relaciones entre las dos naciones estaban a punto del choque. La explosión del rey Juan Carlos ocurrió cuando Chávez insistió en llamar "fascista" al expresidente José María Aznar. Contra toda previsión porque el rey y Zapatero han roto relaciones políticas y personales con Aznar, los dos tuvieron que salir en defensa del líder del Partido Popular.
Carlos Ramírez, “Indicador Político”, El Financiero, 16 de noviembre.

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